Perro baleado revivió y ahora ayuda a niños y ancianos

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Sebastián es el más galán de los 11 perros que viven en la casa de Rocío Rodríguez, en San Joaquín de Flores, Heredia. Al menos eso parece creer él, con su porte de líder y sus potentes ladridos.

De los ocho balazos que recibió en octubre del año pasado, solo le quedan unas pequeñas marcas en el cuerpo y en un ojo.

También tiene una cicatriz de un machetazo en el cuello, pero de todo eso ya está totalmente recuperado.

Durante la operación que le practicaron para salvarle la vida, “Sebas” murió dos veces, según narró su cuidadora.

“Nosotros conocimos su caso porque, como estamos en Facebook, alguien nos escribió. La muchacha nos contó que el perro estaba tirado frente a una veterinaria, pero que cuando el médico lo vio ahí, no lo ayudó”, manifestó Rodríguez, quien es presidenta de la Asociación de Defensa Animal (ADA).

“Cuando nos llamaron, ya tenía semana y media de haber sido baleado, ya estaba afectado por la desnutrición, tenía el ojo blanco, porque fue un escopetazo, y el machetazo. Lo juntamos, lo metí en el carro y lo llevamos a una veterinaria”, recordó.

Los responsables de ese ataque nunca aparecieron. Sin embargo, no existen leyes que permitan castigar severamente este tipo de maltratos, según reclaman las organizaciones de rescate animal.

Tras sobreponerse de aquellos maltratos, Sebastián se convirtió en una gran ayuda para niños y ancianos que reciben algún tipo de terapia. “Lo llevamos a un entrenamiento porque para él fue sumamente difícil recuperarse del daño psicológico. Ahora más bien ayuda a otros; es increíble todo lo que ellos nos pueden dar ”, señaló la presidenta de ADA.

“Le pusimos Sebastián porque de ahí, de San Sebastián, fue donde lo recogimos”, recordó Rodríguez.

Otros sobrevivientes. Como Sebastián, otros perros han logrado recuperarse de situaciones difíciles. Ese es el caso de Jorgito, un pequeño chihuahua de color negro que fue rescatado de inundaciones en Cañas, Guanacaste, el año pasado.

En la vivienda de Rodríguez –que se ha convertido en una especie de refugio– también está Ranita, una perrita de ojos grandes que tiene ya 15 años.

Hasta hace poco vivía en medio del hacinamiento, en la casa de una mujer que la maltrataba.

Otra que encontró protección es Charola, una perra negra con mechones en su pelaje, que no deja de mover la cola, aunque no tiene las patitas delanteras.

Charola nació con esa malformación y, por eso, sus dueños querían deshacerse de ella, pero la ADA le dio asilo.

Aunque Rodríguez cuida de estos animales, la mayoría de los que llegan están de paso, pues el trabajo de la Asociación es encontrar familias que los adopten.