‘Estoy arrepentido’, confesó robacarros en el 2015; cuatro años después formó robusta banda criminal desde cárcel

Tribunal no creyó en arrepentimiento de sujeto y por ello le impuso pena máxima en todos los delitos para un total de 30 años de prisión. Fuerte castigo no fue obstáculo para que ladrón, conocido como Toro, liderara grupo que robó, al menos, 14 autos en último año y medio

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“He cometido errores, estoy arrepentido”. Esa fue una de las pocas frases que Cristian Chaves Chaves, de 38 años y conocido como Toro, verbalizó en un juicio que se realizó en el 2015 en su contra por formar parte de una organizada banda robacarros.

Sin embargo, el Tribunal Penal de Heredia no creyó en su arrepentimiento y más bien consideró que él fingía estar afligido para intentar conseguir una pena de prisión más baja. Por ello, los jueces no dudaron en imponerle la pena máxima por los delitos de asociación ilícita, hurto agravado y robo agravado; en total, lo condenaron a 30 años de prisión.

Cuatro años después, parece ser que los jueces llevaban razón, ya que Chaves reapareció en la escena criminal por haber consolidado, desde la cárcel La Reforma (Alajuela), una robusta banda dedicada también al robo de autos.

Así, sin importar la fuerte condena que aún pesa sobre sus hombros, Chaves reclutó a 13 personas, lo cual le permitió sustraer al menos 14 vehículos más entre marzo del 2019 y el 6 de octubre, día en el que las autoridades desarticularon el clan.

Los bienes fueron valorados en ¢100 millones, pero los delincuentes los vendían entre ¢700.000 y ¢1 millón cada uno.

Pero, luego de estas capturas, surge la duda: ¿Quién es Toro? y ¿cuál ha sido su forma de operar en el pasado?

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Encargado de sustracción y traslado

Chaves, quien tiene tres hijos, aseguró en el 2015 a los jueces del Tribunal Penal de Heredia que era un taxista formal y a veces también informal, con ingresos mensuales de entre los ¢500.000 y ¢600.000. En ese momento, dijo, apenas cursaba el bachillerato de colegio.

Por razones que no quedaron claras, Toro se involucró entre abril del 2011 y noviembre del 2012 con una banda criminal dedicada al robo de autos, que era dirigida por otro sujeto, apellidado Alvarado Badilla, y la cual estaba conformada por otros diez individuos.

Según se lee en la sentencia N° 28 -2015, de enero del 2015 y suscrita por los jueces Maureen Sancho, Eliécer Ramírez y Antonio Ortega, a esta banda se les pudo acreditar el robo de 13 autos en San Joaquín de Flores, Heredia; Alajuela y en Guápiles, Limón, pero no descartaron que tuvieran muchísimas más víctimas.

El modo de operar era aprovecharse del descuido de los propietarios del bien.

Sobre la agrupación de Alvarado, en el juicio se ventiló que los ladrones solían robar los vehículos en sitios aglomerados. De hecho, dos de los sitios donde más actuaron fue en la Expo Pococí, en Guápiles, y en las Fiestas de Palmares, Alajuela, indicó el fallo.

Agregó que la labor de Chaves en aquel momento era la de sustraer los vehículos. Como prueba de ello, cuando lo detuvieron en el 2012, le decomisaron 45 llaves para carro “tipo machote, sin limar”, con las cuales podía cometer el hecho delictivo sin llamar la atención de terceros, apuntó el fallo judicial.

El fallo destaca que la agilidad para cometer estos hechos delictivos era tal, que Chaves Chaves robaba hasta dos carros en menos de tres horas. Ejemplo de ello fue el 7 de setiembre del 2012, cuando el sentenciado sustrajo un vehículo a las 9 p. m. en Alajuela centro, y dos horas y media después, en esa misma provincia, se robó otro vehículo.

Pero, además del robo como tal, Toro también debía trasladarlos a los “enfriadores”, sitios en donde guardaban el carro recién robado mientras pasaban algunos días para poder moverlos y así evitar ser atrapados. Una de estos lugares era la casa de una de sus tías, ubicada en Heredia, a quien supuestamente él le pagaba por el espacio.

“Estos lugares eran llamados irónicamente por Chaves como ‘hoteles’, en un burdo lenguaje cifrado de los imputados (...) Los automotores sustraídos los llamaban como ‘novias’ o ‘chiquillas’”, reprocharon los jueces.

El destino: Pérez Zeledón o Panamá

Pero, ¿qué hacían con estos autos? Según se expuso en el fallo judicial, la mayoría se los dejaba el líder Alvarado, porque él tenía una venta de repuestos usados para automóviles en Pérez Zeledón y allí los comercializaba.

“(Alvarado) continuamente le realizaba ‘pedidos’ a los miembros de la organización, ubicados mayoritariamente en Alajuela, para que le llevaran vehículos, entre ellos precisamente a Christian Chaves Chaves (...) o bien, era él mismo el que procedía a ofrecerle vehículos a Alvarado”, señaló el fallo judicial.

Los otros autos sustraídos, Toro los vendía a terceros, incluso realizó una venta a un “socio” de Panamá. Se desconoce la remuneración económica que recibió.

"Vimos en este caso específico cómo uno de los destinos de los vehículos sustraídos era sacarlos de Costa Rica hacia Panamá y que para ello incluso se contaba con áreas destinadas de manera estratégica (por solitarias), para ocultar los carros hasta lograr entregarlos en Panamá.

“Vimos cómo en una de las llamadas el acusado Chaves Chaves conversa con otro de los sujetos investigados sobre negociaciones con un sujeto en Panamá, siendo ello delicado en razón de que los vehículos constituyen uno de los bienes que se registran por razones de seguridad y que al salir de suelo nacional pueden ser usados no solo para desarmarlos, sino para alterarles su numeración individualizadora y así ponerlos a circular en otros países y venderlos como si fueran lícitos", reprocha la sentencia.

También extorsionó

Además de la venta de estos autos robados, Chaves también extorsionaba a algunos dueños de los carros, al pedirles una especie de rescate para devolvérselos.

En ese sentido, a Toro se le condenó porque a uno de los ofendidos le pidió ¢400.000 para devolverle el vehículo.

Según testificó la víctima durante el juicio, él conocía al acusado por ser del mismo barrio. “Dos días después de la sustracción, Toro llegó a mi casa y me dice que el carro está en San Joaquín, que hay que pagar una plata. Fuimos a San Joaquín, retiré el carro, luego yo fui a mi casa y le entregué a Toro el dinero”.

En su declaración, el hombre aseguró que desconocía porqué Chaves conocía del paradero de su vehículo.

“No me dijo cómo había adquirido el vehículo y yo no pregunté nada. Yo solo vi la oportunidad de recuperarlo, no me explicó cómo él sabía del carro”, se lee en el testimonio del sujeto en el fallo judicial.

Por esta extorsión y todos los otros robos de autos en los que participó es que en enero del 2015, el Tribunal Penal de Heredia lo condenó a seis años por el delito de asociación ilícita, seis años por dos delitos de hurto agravado de menor cuantía, treinta años por tres delitos de hurto agravado de mayor cuantía y diez años por un delito de robo agravado.

En total, recibió una sentencia de 52 años de prisión, la cual fue readecuada a 30 años de acuerdo a las reglas del concurso material.

"El Tribunal debe señalar que si bien al final del juicio expresó arrepentimiento por los errores, esto fue evidente que lo manifestó en un intento por lograr la imposición de una pena baja debido a la contundencia del material probatorio. Sin embargo, a lo largo de toda la intervención telefónica y luego de perpetrados los hechos por los cuales se le juzga, nunca reflejó ni arrepentimiento ni siquiera empatía por sus víctimas.

“Por el contrario, se burló de las cosas que encontraba en los vehículos, decía expresiones como que por qué eran tan tontos de no usar alarmas en los carros. Es decir, el Tribunal si bien no puede reprocharles no arrepentirse -eso queda en el fuero interno de cada quien- sí puede descartar como sincero ese arrepentimiento que al final dijeron sentir”, concluyeron los jueces al justificar la imposición de las penas máximas de los ilícitos.