Joven violado en cárcel denuncia inacción policial para protegerlo

Abuso se dio en San Sebastián en un baño y ningún oficial de turno se enteró

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“Oscuro: así quiero que me llamen. Tengo 24 años y la cárcel me cambió para mal. Estoy dispuesto a desdoblar las raíces del odio y del silencio que guardo para contarles que fui violado en prisión”.

Este joven es una víctima protegida de la Fiscalía, pues denunció a sus agresores pese a las amenazas y lucha por evidenciar los maltratos y la inoperancia policial de que fue víctima.

“El 4 de diciembre de 2011, el OIJ me detuvo porque supuestamente participé en un robo en Alajuelita, San José, donde vivía, y me dictaron seis meses de prisión preventiva en la cárcel de San Sebastián.

”Cuando me metieron al ámbito A1, a las 7 p. m., toda la chusma empezó a decirme: ‘Esa es mi mujer’. Llegó un tipo y me sacó una platina y nos agarramos a golpes. El oficial que estaba al frente viendo todo, lo que hizo fue jalar. Esa misma noche llamé a mi mamá para contarle lo que estaba pasando.

”Ella habló con el director, Mariano Barrantes, y una semana después me pasaron al ámbito B1. Allí conocí al Jachudo, un reo que manda en el pabellón, consigue las platinas, trafica la droga y les paga y protege a sus ayudantes.

”Como pensaba que no saldría pronto, empecé a vender para él. Me ganaba ¢100.000 por semana.

”En ese tiempo trasladaron a La Reforma a muchos ayudantes que metían la droga hasta las celdas después de las visitas. Entonces, el Jachudo me pidió que fuera un ‘barco’ suyo. Yo sabía que eso implicaba meterse la droga por el ano y le dije que no porque yo tenía muchas oportunidades de salir, y quería empezar el colegio.

”Toda mi desgracia empezó una tarde de abril del 2012, luego del recuento de reos y del cierre de candados. Un compañero me dijo: ‘Mae, va a caer la requisa, esconda el fierro’. Yo me lo encaleto, voy al baño a fumar, y veo donde se me vinieron cuatro chavalos con el Jachudo.

”‘Usted va a ser un barco mío porque yo quiero y punto’, me dijo. Entre los cuatro me agarraron en el servicio sanitario para introducirme en el ano unos rollos de marihuana dentro de un condón. Como yo empecé a sangrar mucho, me soltaron y me dejaron ahí.

”Pasé toda la noche así, me dolía caminar y no podía avisar al oficial porque si no me apuñalaban. En la mañana, aproveché que el Jachudo dormía y le conté lo que pasó al encargado de seguridad.

”A los 10 minutos, me llevaron al hospital Calderón Guardia. Pasé dos días sedado y, al tercero, mi mamá se dio cuenta porque la llamé.

”Cuando salí a la semana, don Mariano me llevó al ámbito preferencial –donde ubican a la población vulnerable–, para que el encargado del dormitorio me recibiera; era un policía penitenciario preso por la fuga de La Reforma. Me aceptaron, me vistieron y me cuidaron.

”En junio pasado, salí de prisión con una medida cautelar de firmar cada 15 días. A los dos meses fui condenado a 5 años y 4 meses de prisión por el robo, pero la Defensa Pública presentó una apelación y, si la rechazan, debo ir a prisión. He intentado buscar trabajo, pero nadie me lo da por eso.

”Yo salí de la cárcel totalmente cambiado. En vez de reformarlo a uno, se sale peor. Si yo tenía que hundirle el puñal a alguien, antes lo pensaba. Ahora no, y eso la cárcel me lo cambió.

”No he querido nada de esto para mi vida, pero en la cárcel me tocó convertirme en un maldito, un desgraciado frente a quienes querían ponerme debajo del zapato.

”Si a mí alguien me ofende o me alza la voz, yo me acuerdo de lo que me pasó y estallo. Gracias a Dios, este barrio donde me reubicaron por seguridad es tranquilo.

”Cada quince días voy a una fundación con psicólogos que ayudan a privados de libertad a adaptarse. Pregúnteme si estando en la cárcel tuve psicólogo. Yo no soy ni el recuerdo de lo que era antes. Me ha costado mucho cambiar”.