Gloria Navas: la mujer que entregó su hijo a Dios y atravesó una transformación de vida

Desde su infancia hasta su trayectoria como abogada defensora, la hoy diputada reflexiona sobre su fe ante las difíciles pruebas que atravesó

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Gloria Navas Montero ha sido jueza laboral y penal, fiscala del Ministerio Público y jefa de defensores públicos del Poder Judicial; también se ha desempeñado como jefa del departamento legal de la empresa Productos de Concreto, además de funcionaria legal del Ministerio de Trabajo y asesora en bancos estatales y privados.

A los 74 años, cuando muchas otras mujeres disfrutan de su jubilación, Navas se reinventó, se convirtió en diputada del Partido Nueva República y ha sido, por dos años consecutivos, la vicepresidenta del Congreso y la presidenta de la Comisión de Seguridad y Narcotráfico.

También es fanática del baile, escritora, mamá, abuelita chineadora y, según dice, una hija de Dios.

Al mirar hacia atrás, esta abogada y notaria recuerda su infancia con serenidad, pues en su casa siempre hubo estabilidad, amor y complicidad.

Sin embargo, cuando llegó a la vida adulta, dos duros golpes familiares terminaron de moldear a la mujer valiente que igual se pinta los labios de rojo tinto, le pica mango a su nieta mayor y negocia proyectos para enfrentar la ola criminal que vive el país.

Navas, madre de Gloriana, María Gabriela, Tatiana y Rafael, hizo un recuento de su vida en una entrevista con La Nación, desde su inmaculado despacho blanco en la Asamblea Legislativa.

Al ingresar a su oficina, en su escritorio, la foto de un joven con traje captura la atención: se trata de su hijo Rafael, quien, al igual que en la imagen, siempre será joven. En una de las paredes de la recepción, un póster contra el aborto refleja sus ideales.

Estudió en la Escuela Metodista y en el Colegio María Inmaculada, pero su último año lo hizo en el Burroughs High School, California, en 1965, gracias a una beca.

Durante su estadía en Estados Unidos y tras redactar un discurso sobre la Alianza para el Progreso que la hizo ganadora de un premio, se convenció de que quería ser abogada, al igual que su padre, Rogelio Navas Gutiérrez.

En 1974, la diputada se graduó como abogada y notaria en la Universidad de Costa Rica (UCR).

Cuando cursaba la universidad, contrajo su primer matrimonio. Junto a Rafael Valladares Guila engendró a sus cuatro hijos: todos, excepto Tatiana, que es arquitecta, estudiaron leyes.

Pese a que la pareja se divorció en 1976, cuando Rafael tenía apenas dos años, la vida de Navas era plena, y faltaban muchos años para que una terrible noticia le cambiara la vida para siempre.

Acercamiento a Dios a través de sus hijos

En 1990, su hija mayor, Gloriana, sufrió un accidente de tránsito, cuando iba para la universidad, y sufrió seis lesiones cerebrales.

“Yo estaba en Estados Unidos y me vine desesperada. Mi muchacha casi se me muere”, recordó.

Durante toda su vida fue cercana a Dios, pues además de estar en escuelas cristianas, solía acompañar a su abuela materna a la romería.

Sin embargo, en aquella época memorizó el versículo de Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Solía ver el mensaje una de las paredes del centro médico.

Esas palabras tuvieron más sentido para ella tras el accidente de Gloriana. “Ella estuvo en el San Juan de Dios. Fui a la capilla, me puse a encender candelas, quería llorar. Fui a un segundo piso y me hinqué”, relató.

“Me arrodillé y le dije: ‘Dios, yo sé que tú sabes quién soy yo. Si sanas a mi hija, yo te entrego mi vida’. Era lo único que tenía yo para dar ante el peligro de la muerte de mi hija”, dijo, conmovida.

Después, Navas se dirigió al cuarto donde estaba su hija y le preguntó si creía en Jesucristo. Al tener la respuesta afirmativa, recordó que Jesús resucitó al tercer día, por lo que tenía fe de que su hija se recuperaría.

“Al tercer día, las lesiones cerebrales estaban sanas. Eso fue un milagro. No tuvo explicación y los mismos médicos se sorprendieron. Me dijeron que fue un milagro”, recalcó.

Desde ese momento, ella y su hija, quien no tuvo secuelas por el accidente, entregaron su vida a Dios y se acercaron aún más a la fe cristiana. “Fue una transformación de mi vida”, agregó.

Tras superar esa prueba, una aún más fuerte llegó en el 2005, cuando su único hijo varón, Rafael, de 30 años, sufrió también un accidente de tránsito.

Para adentrarse en la historia de su “bebé”, como lo llama, Navas recordó el momento en el que lo trajo al mundo, pues pese a que ya tenía tres niñas, la alegría de tener un hijo la emocionaba.

“Era un gran chineado. Era muy apegado conmigo. Una vez, mi hermano se lo llevó para la playa y a las seis de la tarde me lo mandó en avioneta porque decía que me extrañaba”, rememoró entre risas.

Al momento del accidente, Rafael ya había terminado su carrera y trabajaba en su tesis de graduación. Además, tenía planeado un viaje a Europa con su mamá.

“Había un grupo de estudio bíblico que teníamos un jueves, y al martes siguiente nos íbamos al viaje. Ahí pedimos a Dios por el viaje y todo. En la madrugada me llamaron, a la 1:30 de la mañana”, relató. La conversación se grabó para siempre en su memoria:

Personal de emergencia: ¿Usted es doña Gloria Navas?

Gloria: Sí.

Personal de emergencia: ¿Usted tiene un hijo que se llama Rafael Valladares?

Gloria: Sí.

Personal de emergencia: Es que tuvo un accidente.

Gloria: ¿Cómo? ¿Dónde está?

Personal de emergencia: En el Hospital San Juan de Dios, lo están operando. Mejor vaya.

De acuerdo con Navas, fue un impacto emocional muy fuerte, el cual le costó años de ataques de pánico.

Luego de conocer sobre el percance de su hijo, se dirigió con una de sus hijas al Hospital San Juan de Dios. “Cuando llegué, me dijeron que tuvo dos o tres paros respiratorios”, mencionó.

Al ingresar al salón, después de la operación, escuchó cómo su hijo se quejaba. En ese momento, un médico le dijo que Rafael presentaba lesiones muy serias y que podía fallecer o quedar paralítico.

Ella, según recordó, no podía imaginar a su hijo sin moverse, pues era muy deportista y activo.

Durante 10 días, Navas pasaba del hospital a su casa, aunque no podía conciliar el sueño, ya que pensaba que en cualquier momento su hijo podía fallecer.

“Me acordaba que había estado en ese mismo hospital con lo de Gloriana. Entré en la misma capilla. Me arrodillé y le dije: ‘Señor, aquí vengo con el otro, ¿qué vas a hacer con él?’”, contó Navas.

Recordó que cuando su hija mayor estuvo al borde de la muerte, ella le entregó su vida a Jesús a cambio de que sanara a su hija. “Ya no tenía otra vida que darle. Entendí que Él (Dios) lo iba a recoger”, aseguró.

Tras siete días en el hospital, Rafael sufrió muerte neurológica. Al noveno día, doña Gloria se acercó a la cama donde yacía.

“Le metí las manos bajo la espalda y le dije a Dios que se lo estaba entregando”, narró.

En ese momento, Navas visualizó un lugar tranquilo, lleno de pastos verdes y flores. “Le dije: ‘Rafita, Dios viene por vos, no tengás ningún temor. Tranquilo, usted va y se entrega y después nos volveremos a ver’”, agregó.

Esa noche, doña Gloria sintió sueño, algo que no había sentido después del accidente, por lo que fue a su casa a descansar. Uno de sus hermanos se quedó con Rafael, quien falleció en la madrugada del 30 de mayo del 2005.

“La muerte de un hijo es lo peor que le puede pasar a uno, pero yo lo pude entregar, Dios me permitió eso”, afirmó.

Oscuridad y sanación

Durante los siguientes tres meses, Navas entró en depresión. Vivía medicada y dormida, en su cuarto, estresada. No quería que nadie la molestara, solo quería estar en la oscuridad.

Empero, una noche tuvo un sueño donde iba detrás de Jesús y Él no la volvía a ver. “Le dije: ‘Usted no me escucha porque no soy Pedro ni soy Pablo’. Empezó a rodearme y me dijo: ‘Usted se ha sanado’. Al otro día me levanté sin depresión”, recordó.

Después de eso, Navas entendió que, en su debilidad, Dios le daba fortaleza.

“Salí de la depresión, me levanté otra vez. He seguido adelante y confieso que con mucha fuerza y con mucha confianza; se me quitaron los miedos, no me afectan las críticas. Las escucho, pero después de una depresión de esas y un dolor de esos, ¿qué más?”, expresó.

Tras años de dedicarse al litigio, aceptó el reto que le propuso el también diputado y líder del PNR, Fabricio Alvarado, quien le pidió que lo acompañara en la segunda diputación por San José.

Al empezar su nuevo reto, sufrió un problema de columna, tuvo que utilizar bastón, andadera y silla de ruedas. En ese momento, además, le detectaron una úlcera perforada, por lo que la tuvieron que operar. Luego, se sometió a una cirugía de la columna, de la que también logró recuperarse con éxito.

“Mucha gente ha orado por mí. Esto es una fuerza que definitivamente no es humana. En el mundo hay dolor, pero con el poder de Dios y con el ejercicio de la fe, hay una transformación y hay esperanza”, recalcó.

Su reacción ante las opiniones negativas

En su época como litigante, Navas fue abogada de personajes como Ricardo Alem, sentenciado por tráfico internacional de drogas; el exministro liberacionista Farid Ayales, condenado en el 2003 a cuatro años de prisión por concusión, y Jorge Martínez Meléndez, excoordinador del Programa de Compensación Social, condenado por desviar fondos millonarios del programa.

Asumir estos casos hizo que algunas personas se formaran una opinión negativa de la abogada, algo que a la vicepresidenta de la Asamblea Legislativa le genera risa, según dijo.

“Siempre me sacan el caso Alem. Según ellos, yo soy la defensora del narcotráfico. Una tremenda mentira, una tremenda tontera”, aseguró.

De acuerdo con Navas, ella llevó el caso por recomendación. Recordó que le llamó la atención por la importancia que conllevaba, pues era el primer caso de lavado de dinero que llegaba a juicio; ocurrió en la época en la que se abrió el proceso oral y público.

Además, Alem tenía relación con el Gobierno de la República, con el Partido Liberación Nacional y con el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).

Navas renunció durante el desarrollo del caso, porque, según dijo, el Tribunal no la dejaba ejercer su defensa.

“Yo no estaba defendiendo al narcotráfico, estaba protegiendo los derechos de una persona sometida a proceso que no era culpable hasta tanto un tribunal de justicia lo declarara. Eso no lo digo yo, lo dice el artículo 39 de nuestra Constitución Política”, aseveró.

“El trabajo del defensor es cuidar los derechos del imputado, no inventar prueba, no tergiversar cosas. Sin defensor no hay debido proceso, y sin defensor no pueden juzgar a nadie. No habría juicios”, explicó.

Después de la Asamblea

Pese a que no es amante de las artes culinarias, porque, según ella, “hasta el agua se le quema”, Navas tiene tres libros en el horno.

Uno de ellos trata sobre su experiencia con el fallecimiento de su hijo; otro, sobre la diferencia entre el derecho y la justicia, y uno más acerca de lo que un abogado no debe hacer durante un interrogatorio en un juicio.

En sus tiempos libres, el baile se apodera de su tiempo; es amante de todos los ritmos, pero los boleros y el rock and roll son sus favoritos.

“Por eso estaba deseando recuperarme”, dijo entre risas. Además, le encanta la gimnasia, la natación y tocar piano, aunque por ahora las clases están en pausa porque no tiene profesor.

“También me gusta mucho compartir con mis nietos y leer, principalmente filosofía, pero mi libro preferido es la Biblia; ahí está el conocimiento”, afirmó.

Sus fines de semana los dedica a colaborar con organizaciones que ayudan a mujeres, con las que está comprometida desde antes de entrar al Poder Legislativo.

Cuando parta del plano terrenal, Navas desea ser recordada como una buena hija de Dios y como una persona que ayudó, pero también que necesitó.

“Sé que estoy aquí para hacer un trabajo positivo para el país, cueste lo que cueste, por eso no me preocupan las críticas. Me preocupa no hacer”, concluyó.