Finquero pagó ¢24 millones por ‘gran tesoro’

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Uno de los casos denunciados ante el OIJ es el de un hombre de 65 años, dueño de varias fincas en una zona rural cercana a San José.

Sufría fuertes dolores que los médicos no le habían logrado quitar y, un buen día, alguien le recomendó acudir a unos brujos que hacían milagros.

Según la denuncia, el hombre los visitó en un local que alquilaban cerca del parque Central, en la capital, y, tras algunas dudas, hizo todo lo que le pidieron. Llegó a orar fervientemente, tomó algunas pócimas y hasta se puso en la espalda un aceite que le dieron contra los dolores.

Luego de tres citas, quedó en manos de dos habilidosos brujos que le sacarían, sin presiones ni amenazas, una fortuna.

Para ello, aseguraron al finquero que había un tesoro indígena enterrado en una de sus propiedades; además, prometieron guiarlo hasta encontrarlo.

A cambio, le fueron pidiendo sumas de dinero cada vez más altas para “las curaciones y otros rituales”, según los informes judiciales.

El sexagenario les creyó; incluso, acompañó a los hechiceros a extraños rituales que realizaban en uno de sus terrenos, siempre a medianoche, iluminados con antorchas.

En una ocasión, luego de repetir raras oraciones en las cuales invocaban a demonios, le pidieron meter sus manos en un montículo de tierra que, suponen las autoridades, habían hecho poco antes para finiquitar la estafa.

El finquero encontró varias piezas de oro en forma de rana. Seguro de la inversión, entregó ¢24 millones a los brujos, quienes desaparecieron.

El tesoro no apareció y fue en ese momento que el finquero acudió a la Policía.