Drama y violencia

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Desde tempranas horas de la mañana, jóvenes y adultos se habían propuesto no dejar pasar a nadie, como medida de protesta contra la intención del Gobierno de construir un relleno sanitario en Pozos de Santa Ana.

Sin embargo, lo que --según los santaneños-- era un bloqueo vial pacífico, no tardó en degenerar en violencia, cuyas principales víctimas fueron los jóvenes.

Estudiantes de secundaria con ataques de histeria, al ver que tanto sus amigos como familiares eran golpeados, así como decenas de muchachos afectados por los gases lacrimógenos lanzados por los policías, era parte del panorama que se vio durante la jornada.

Durante la tarde los acontecimientos no cambiaron mucho; la situación continuó tensa. Mientras los jóvenes manifestantes gritaban insultos y toda clase de epítetos contra los antimotines, decenas de mujeres apostadas sobre la carretera, gritaban, imploraban, casi llorando: "No los provoquen (a los policías), nos va ir peor. Nadie lo va a lamentar, solo nosotros".

Pero ese pedido, casi una súplica, no tuvo efecto y el enfrentamiento siempre se dio.

Era dramático. De un lado, las piedras y los gases, y por el otro, una balacera que desató uno de los policías, luego de que una piedra cayó sobre el parabrisas de una de las radiopatrullas.

Al momento empezaron a caer los golpeados. Kent Gilberth, de la agencia de noticias Prensa Asociada (AP), fue uno de los primeros pues en el momento en que iba a tomar una foto, una piedra impactó sobre su cabeza. De inmediato, su rostro estaba totalmente ensagrentando. Luego siguió Julio Sandí, de canal 38, y más tarde Tomás Stardgarter, de la Agencia Francesa de Noticias (AFP). El asfalto de la autopista Próspero Fernández sirvió de escenario para que periodistas, fotógrafos, asistentes y personas que fueron atrapadas por el bloqueo pudieran acostarse y echarse sobre sus ojos colirios que tanto la policía como los propios vecinos suministraron para mitigar los efectos de los gases lacrimógenos.

Los pañuelos, los limones, las garrafas con agua surgieron por doquier. Incluso los más previsores llevaron cubrebocas de esos que usan los cirujanos. Pero fueron tantas bombas arrojadas que esos implementos resultaban casi insuficientes para protegerse.