Fuerza destructiva del Volcán Irazú volverá a reactivarse en este siglo, prevén geólogos

Probabilidad de que el coloso se vuelva a reactivar es un hecho geológico irrefutable, la pregunta imperante es cuándo y cómo va a suceder

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60 años transcurrieron ya desde aquel marzo en el que el cielo de Cartago se volvió negro. La fuerza destructiva del Volcán Irazú arrasó en dos años con cultivos, ganado, casas y familias. ¿Podría un fenómeno destructivo de esta magnitud volver a ocurrir?

Los científicos no descartan que el coloso cartaginés, situado a 3.342 metros sobre el nivel del mar, se despierte en el presente siglo, lo que no se sabe aún es cuál será la fuerza con que lo hará, pues en su historial hay erupciones muy fuertes, pero otras han sido tan pequeñas que pasaron casi desapercibidas.

La advertencia consta en el informe llamado Peligros Volcánicos del Irazú, elaborado en el 2021 por los geólogos Guillermo Alvarado Induni, Lidier Esquivel, Yemerith Alpízar y cinco expertos más de otras disciplinas. Según Alvarado, aunque en vulcanología no hay ciclos de actividad en los que se pueda prever que cada 50 o 100 años ocurran fuertes erupciones, el análisis de los eventos registrados hasta la fecha en el Irazú, permiten concluir que existe la posibilidad de que se reactive en lo que resta del presente siglo.

Según esos datos, el coloso tuvo actividad en 1723, 1917, 1920, 1924, 1928, 1930 y 1933. Luego la retomó con más duración entre 1939 y 1940; y más recientemente entre 1962 y 1965. Desde entonces, ha estado en calma.

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En caso de que ese volcán siguiera dormido en este siglo, los científicos afirman que en la próxima centuria sería casi un hecho que despertaría con una erupción muy fuerte. Si volviera a una actividad similar a la de 1963, la tragedia más grande que se puede esperar está en la afectación a unas 6.000 personas que ya viven en peligro, pues desde 1982 invadieron ilegalmente la zona protegida del río Reventado.

El 26 de noviembre de 1964 se dictó la ley N.° 3459, donde se prohibía las construcciones en el primer kilómetro de distancia a partir de cada una de las dos orillas del río Reventado a su paso por Los Diques.

El incumplimiento de esa normativa es evidente a todas luces. Ante lo complicado que resulta mover esos caseríos, la primer recomendación es levantar lagunas de amortiguación de energía, para que en caso de que bajen corrientes, se les pueda bajar la intensidad antes de que lleguen a esa zona.

El documento Peligros Volcánicos del Irazú dice que las avalanchas también podrían dispararse si colapsa alguno de los deslizamientos en la cuenca de ese río, por actividad sísmica o por lluvias intensas, de modo que aún con el volcán dormido, la amenaza para Los Diques es constante.

La idea de hacer ahí el parque metropolitano de Cartago, también daría un respiro, ya que por lo menos los sectores donde la inundación sería de mayor impacto, pasarían a ser zonas recreativas, sin estructuras importantes.

Las pérdidas socioeconómicas pueden variar dependiendo de la magnitud. Un lahar puede afectar a las comunidades cercanas, pero también al país entero, pues se consideran posibles pérdidas en las líneas de alta tensión, el oleoducto, carreteras, puentes, línea férrea y el acueducto que desde Orosi abastece sectores de Cartago y San José.

Además, puede afectar el parque industrial y sedimentar el embalse hidroeléctrico de Cachí. No solo habría cortes en la generación de electricidad, sino en las fuentes de agua potable. La advertencia de los especialistas es cuán preparado está el país para un evento de esta magnitud.

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Visitantes alertaron

Al igual que nuestros antepasados, parte del éxito en la atención de una emergencia de este calibre está en la alerta temprana. Afortunadamente, el Irazú está monitoreado con equipos que miden gases, tremores, sismos y otras alteraciones en las paredes del macizo.

En aquella época no existía tanta tecnología. Sin embargo, desde el 9 de agosto de 1962, visitantes del volcán advirtieron sobre fumarolas activas, que sin duda eran los primeros signos visuales de aquel despertar. Un piloto de la aerolínea nacional Lacsa también fue uno de los primeros que dio la alerta al notar la actividad durante un vuelo hacia Panamá.

Como a finales de la década de 1950 se construyó una carretera, la gente visitaba mucho el Irazú. Los paseos familiares aumentaron desde 1961, cuando el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) abrió una cafetería, cuyos restos todavía siguen en el mirador. La gente que iba a caminar se dio cuenta de que el volcán estaba cambiando.

Los signos visuales eran muy obvios, se activaron fumarolas, se sentían temblores cerca de la cima y el viento dispersaba cenizas.

Orlando Campos, vecino de Taras, tenía nueve hermanos, uno de ellos, Alcides, estaba en el Seminario menor en Tres Ríos, cantón de La Unión. Los domingos las familias alistaban almuerzo y se iban en un bus a compartir con los seminaristas.

En una de esas visitas dominicales, al mediodía, estaban al aire libre cuando comenzaron a oír un ruido como de viento fuerte. De pronto la ceniza les comenzó a caer en la cabeza y tuvieron que guarecerse, ahí se dieron cuenta de que el volcán estaba en erupción. Don Orlando no se imaginaba lo que viviría meses después con la avalancha.

La comunicación de esos acontecimientos llegó a la Dirección de Geología y Minas, pues la Escuela de Geología no existía, solo estaba el Departamento de Geología en la Escuela de Agricultura, que pertenecía a la Facultad de Agronomía de la Universidad de Costa Rica (UCR). Las señales no mentían y con los meses todo se constató.

Atmósfera de oscuridad

El 14 de marzo de 1963, a la 1:25 p. m., el Irazú recrudeció su actividad y fue creciendo gradualmente, de tal forma que en el transcurso de la semana se oscureció casi completamente el área suroeste del macizo.

En San José se comenzó a detectar la caída de cenizas el 18 de marzo, cuando la nube de materiales alcanzó los 6,5 kilómetros de altura. Cuatro días después se sintió el verdadero malestar, pues todo el día cayó ceniza en la ciudad capital. Fue un proceso que se repitió durante la actividad eruptiva, que cesó hasta dos años después, a mediados de marzo de 1965.

“Mis hermanos eran parte de los escolares que aquel 18 de marzo estaban recibiendo al presidente John F. Kennedy en La Sabana y el paseo Colón y comenzó a caer ceniza. Como los estudiantes usaban camisa blanca se pudo notar el material que descendía y eso causó alarma. Se asoció el inicio de la actividad con ese día, pero había comenzó meses antes”, dijo Alvarado.

De la casa donde él vivía, en barrio Don Bosco, lo único que recuerda es ver un trinchante lleno de ceniza. Su papá, les comentó por muchos años que la ceniza quemó un árbol de limón que había en el patio y daba mucho fruto.

Cada vez que se metían al cielorraso, sacaban mucha ceniza. Todavía hay casas viejas en la capital donde hay cenizas del Irazú.