Días grises para dos familias

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Turrialba. Pese a que el sol salió ayer por primera vez aquí, luego de tres días lluvia, dos familias de la comunidad de Santa Teresita solo vieron ensombrecer sus vidas al perder tres de sus seres queridos.

El hogar conformado por María Gerardina Salazar Rivera y Eduardo Gutiérrez Obando es testigo de la tragedia, ya que vieron morir a su hija María Elena Gutiérrez Salazar y a su sobrino Julián Gutiérrez Méndez, ambos de 19 años de edad.

"Es muy duro pensar que se murieron así. Cuando encontramos los cuerpos, con la ayuda de los vecinos, vimos que no tenían agua en sus estómagos, murieron por los golpes; la alcantarilla se los tragó", narró don Eduardo.

Por su parte, Yamileth Gutiérrez Salazar, de 15 años de edad, apenas dio un saludo a la muerte, pues caminaba junto a su hermana y su primo, cuando sucedió la tragedia.

Desde las 6:30 de la mañana del martes pasado no se ha podido quitar de su mente la imagen de desesperación por salvarse y salvarlos.

"Mi primo y yo no pensábamos salir, solo íbamos a dejar a María Elena a la parada a Cartago. Como llovía tanto, a la calle se le hizo un hueco por la acequia que hay debajo, yo le dije que no pasáramos por el centro, pero ella insistió en seguir adelante. Recuerdo haber caído y dar vueltas en un remolino", relató Yamileth.

María Elena deja un niño de dos años, al igual que su primo Julián, quien vive en Bonilla de Santa Cruz y estaba de visita.

Por un terraplén

Al igual que los primos Gutiérrez esa comunidad sepultó anteayer también el cuerpo de Belisario Vargas Vargas, de 42 años de edad.

Desde las 8:00 a.m. del martes pasado un terraplén de grandes dimensiones le produjo la muerte.

"Lo que es la vida, yo terminé mi turno de trabajo a las 7:30 de la mañana, a partir de esa hora, Belisario quedó a cargo y yo me fui para la casa. Por media hora no fui yo el sepultado", manifestó Isaías Castro Alpízar, quien junto con Vargas se turnaban la vigilancia de una finca del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE).

Vargas Vargas estaba casado con Emilia Palma Fuentes y era padre de tres hijos, todos dependían por completo de su salario. Según la mujer, por fortuna "la gente del CATIE nos ha tratado muy bien y ellos nos dijeron que nos van a seguir ayudando".

El cuerpo de don Belisario fue rescatado cinco horas después del hecho por vecinos del lugar, ya que la magnitud del derrumbe impidió localizarlo con prontitud.

Vidas en recuperación

Sixaola. Ante la tregua que les dio el tiempo y aún con unos 45 centímetros de agua dentro de las casas, los habitantes del barrio Las Brisas comenzaron a limpiar de troncos y basura sus propiedades, casi imaginando los linderos, arrasados por la inundación.

Los improvisados refugios de Sixaola empiezan a vaciarse, pues los lugareños quieren volver a la casa para saber desde dónde deberán comenzar mañana.

"Tengo que pensar en lo que hay que arreglarle a la casa, y saber que ni siquiera he terminado de pagarla", expresó con angustia Gerardo Granados, de 31 años, guarda de la Compañía Chiriquí.

Sin embargo, desde las gradas de lo que fue su vivienda, Granados agradeció a Dios que le diera al menos la oportunidad de poner a salvo a su esposa Maritza y a sus hijas Cintya, de 10 años, y Nancy, de cinco.

En los establecimientos del centro de la comunidad, la situación es menos dramática, pero aun así muchos comerciantes debieron resignarse a desechar gran cantidad de productos.

"Yo perdí unos ¢500 mil en mercadería, pero son solo cosas. He querido asegurar mi negocio, pero el INS no ha puesto atención, no es negocio para ellos", detalló con molestia Shuw Ha Wo, propietario de Super Central.

Pero así como muchos comienzan la reconstrucción, otros solo esperan que alguien se acuerde de ellos. Es el caso de José Antonio Mairena, quien aguarda en el corredor de su casa, con el fogón encendido y una olla de agua hirviendo.

"No estoy cocinando nada, es para lo primero que llegue. Tengo hambre", dijo el anciano, de unos 70 años, quien, a lo mejor, consiguió leña seca arrancando tablas de su propia casa.

Sin embargo, la alimentación no es el principal problema para los lugareños, ya que pangas de la Cruz Roja llegaron con ayuda. A ellos les preocupa más la falta de agua potable, para lo cual tuvieron que acudir a sus vecinos de Panamá.