Deslizamiento en pueblo turrialbeño deja a niños sin lugar para recibir clases

Menores tuvieron que ser reubicados en escuelas cercanas

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El Ministerio de Salud ordenó el cierre del salón comunal del poblado de Jesús María, en Turrialba, por estar en zona de inminente peligro ante el deslizamiento que ha devastado al pueblo en los últimos años.

Once niños que asistían a la escuela en ese salón fueron reubicados en otros centros educativos, como la Escuela San Martín, ubicada a dos kilómetros del lugar. El cierre empezó a regir el 24 de julio pasado.

El documento emitido por el Ministerio de Salud declara que, tras un informe técnico, el lugar tiene que ser desalojado y demolido.

La presidenta de la junta de educación, Gisella Pereira, dijo que presentará un recurso de revocatoria amparado en el arraigo a la comunidad, pero también comprende que el lugar representa un riesgo.

"Antes había un edificio escolar. Fue clausurado hace años por este mismo problema. Por lo menos tener la escuela en el salón nos hacía sentir con vida, pero uno sabe que este lugar es peligroso”, afirmó.

Pueblo se hunde. Las grietas en el suelo del barrio Jesús María eran comunes. Nadie les ponía atención hasta que en el 2007 comenzaron a acentuarse y las familias vieron como, poco a poco, sus casas se hundían. Un enorme deslizamiento comenzó a activarse.

Ya son muy pocas las familias que quedan en Jesús María. Sus pobladores han abandonado el lugar, que fue declarado inhabitable desde hace siete años por la Comisión Nacional de Emergencias debido a los movimientos de la tierra, que destruyeron casas y demás edificaciones.

Jesús María se ubica en el distrito de La Isabel, unos 10 kilómetros al este del centro de Turrialba, y para llegar ahí hay que tomar la carretera a Santa Teresita y desviarse a la derecha en la pulpería Las Brisas

Era un pueblo pequeño pero muy activo. Tenía puesto policial, plaza de fútbol y la iglesia, que aun está en pie. Un sacerdote llega todavía los domingos a celebrar misa con los pocos pobladores que quedan.

“Vieras lo que duele ver que el lugar se ha despoblado y que ahora le digan pueblo fantasma”, mencionó Pereira.

Algunas personas prefirieron desarmar lo poquito que queda en pie y rescatar baldosas, latas de zinc y cerchas para tratar de venderlas o llevarlas a otro lugar para levantar una nueva casa.

Marina Gómez Cabezas, de 72 años , se marchó de ahí hace tres meses. Hace pocos días volvió para ver cómo estaba la comunidad y lo que queda de su casa.

"Ahora yo vivo con mi esposo en Pacayitas. Hoy vine a ver porque después del temporal me dijeron que esto estaba peor. Es increíble ver como en tres meses está tan cambiado", contó.

Ella también comentó que una vez le dijeron que los iban a reubicar, pero pasó el tiempo y nadie volvió a decir nada ni a acordarse de las familias campesinas que, en su mayoría, tuvieron que empezar solas su nuevo proyecto de vida.

Los lugareños mencionaron que cada vez que hay un temporal, la tierra se ablanda y se desplaza. A menudo el Instituto Costarricense de Electricidad cambia postes que se caen por el mismo problema.

Para los que quedan en el pueblo, lo difícil de dejar el lugar es pagar el alquiler de una casa. La mayoría de personas son de bajos recursos económicos, por eso esperan que alguien se acuerde de ellos, máxime ahora que tienen que llevar a los niños a escuelas más lejanas.