Ascenso de magma trastorna el volcán Turrialba

Flujos de material desde cráter activo descienden ahora hasta 500 metros

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El ascenso de magma, verificado por los científicos con las emanaciones de ceniza y gas, la deformación en la estructura y la sismicidad, es el causante de los trastornos ocurridos en el Turrialba a finales de octubre y primeros días de noviembre.

El hecho lo dieron a conocer los investigadores en informes emitidos por el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) y la Red Sismológica Nacional (RSN).

En los documentos, se destaca que el magma –que al salir a la superficie se convierte en lava– hasta ahora ha emanado de forma pulverizada (en ceniza) y, aunque puede ser líquido, todavía no se presenta de esa forma.

La cantidad de lava fresca fragmentada se ha incrementado con el tiempo, pues mientras en el 2010, el porcentaje era de un 2% en la ceniza; en el 2013 alcanzó el 9% y en este 2015, es de un 20%.

Guillermo Alvarado Induni, vulcanólogo de la RSN, explicó que el resto del 80% del componente de esa ceniza corresponde a rocas pulverizadas en las erupciones, las cuales son arrancadas de las paredes de los conductos, por donde emana el material.

Hallazgo. Javier Pacheco Alvarado, Geoffroy Avard, Cyril Muller y María Martínez, en un reporte del Ovsicori, dieron a conocer que hallaron “un ascenso progresivo de un pequeño cuerpo de magma fresco a profundidades someras (superficiales)”. Explicaron que proviene de una cámara magmática profunda, que podría estar entre 10 o 15 km.

Por su parte, Mauricio Mora Fernández, de la RSN, reseñó en otro informe que la “inestabilidad en el Turrialba fue generada por el ascenso de nuevo magma (...); se especula que un reservorio magmático se encuentra a 4-6 km bajo el volcán”.

En ambos documentos se precisa que el magma, al moverse, hace contacto con el sistema hidrotermal del volcán (agua acumulada tanto interna como posiblemente llovida), lo cual provoca presiones que a su vez generan rompimientos y la salida de gases (provenientes del magma), vapor, cenizas y piedras.

De esas erupciones, algunas han sido explosivas y se acompañaron de flujos piroclásticos (una nube ardiente donde se mezclan gases, cenizas y piedras, y que se mueve a nivel de suelo). Hasta ahora, han descendido hacia el cráter central (inactivo). Un flujo alcanzó una distancia de 500 metros y llegó al cráter este, también inactivo.

Cambios. El Turrialba, volcán que algunos vecinos creían muerto o dormido, dio signos de cambio antes del 2005, con enjambres sísmicos y la expansión de las fumarolas. Empero, fue en enero del 2010 cuando se abrieron varias bocas e hizo erupción, la primera en 144 años, pues la última había sido en 1866.

En el cráter activo, con 600 metros de radio, se han identificado tres bocas, dos eruptivas que se alternan la salida de ceniza y rocas incandescentes, y otra que emite vapor de agua y gases.

El vulcanólogo Eliécer Duarte González, del Ovsicori, en un recorrido hecho los días 3 y 4 de noviembre, determinó que tras las erupciones del 27 al 31 de octubre, se hizo visible un alineamiento de fumarolas en la pared oeste y se hallaron piedras de 2,35 metros cerca del cráter central.

Guillermo Alvarado apuntó que en el siglo XIX, la actividad fuerte del Turrialba se extendió por 19 meses; ahora lleva 12. “Los estudios sugieren que el magma inyectado en profundidad no se equipara con la cantidad de magma salida en forma de lava (...); puede ser que se está enfriando a profundidad, que salga a poquitos o que exista la posibilidad de una erupción mayor, similar a periodos eruptivos pasados”, dijo.

En su criterio, el mayor peligro se concentra en un radio de dos kilómetros alrededor del cráter, pero advirtió de que se debe resguardar un perímetro de cinco kilómetros. “Aunque perfectamente, los flujos piroclásticos, en el caso eventual de ocurrir una erupción mayor, pueden sobrepasar esos límites”, agregó.

El Ovsicori y la RSN informaron de que, en caso de algún cambio, lo avisarán a la población.