Reos usan ingeniosos portillos para reponer celular cada 4 días

Reclusos prefieren usar Blackberry porque impide rastreo de llamadas

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Un miércoles cualquiera le decomisan un celular a un reo. Con esto, presumen las autoridades, ese recluso no volverá a tener contacto con el mundo exterior por medio del aparato tecnológico.

Sin embargo, cuatro días después (o quizás en menos tiempo), la Policía Penitenciaria le vuelve a incautar otro teléfono móvil al mismo preso.

¿Cómo logró reponerlo en tan poco tiempo? Pablo Bertozzi, director de la Policía Penitenciaria, admitió que los prisioneros usan ingeniosos portillos para siempre conseguir un nuevo celular.

Según las autoridades, el método que está siendo más utilizado actualmente es el del lanzamiento. Es decir, una persona llega hasta la cárcel y lanza, por encima de la malla, un maletín que contiene desde celulares hasta drogas. Luego, huye.

Generalmente, eso lo hacen en las madrugadas y, según Bertozzi, esta es una acción estrictamente planificada por el reo y su contacto exterior.

“Lo que hacen es ponerse de acuerdo con algún familiar o amigo para que llegue a tirarle los teléfonos y droga en un punto específico. Por decirlo de alguna manera, ellos aprovechan las condiciones externas de las prisiones. Ellos hacen un estudio que define dónde no hay tanta custodia policial para cerciorarse de que la mercancía no va a ser decomisada”, explicó el director.

Cuando el maletín está dentro de la cárcel, el reo lo suele ir a recoger o, bien, le pide el favor a algún compañero de celda.

En ocasiones, señaló Bertozzi, hay policías penitenciarios que se encuentran con el maletín y se lo entregan al recluso. Al comprobarse lo anterior, se les abre un procedimiento administrativo.

“No obstante, quiero aclararle que no todos los funcionarios son corruptos. Muchos de ellos, decomisan el maletín, como ocurrió hace unos días atrás en la cárcel de Puntarenas. Un oficial halló , durante un recorrido en la madrugada, un bolso con varios celulares y hasta droga”, aseveró.

Innovación. Además del lanzamiento, los reclusos buscan otras maneras de introducir los celulares a la cárcel.

Según Bertozzi, han descubierto que los familiares o amigos meten los aparatos hasta entre los alimentos preparados o las encomiendas.

También han observado que los abogados de los privados de libertad se prestan para introducir celulares.

“El reo va a una visita con su defensor y, cuando termina y va camino a su celda, se le decomisa un celular. Es bastante preocupante que hasta profesionales en derecho ayuden a los reos en este sentido”, criticó el director.

Otra técnica más conocida por las autoridades es que los visitantes o los mismos funcionarios se introducen los aparatos en sus partes genitales o en sus bolsos para poder ingresarlos.

“Eso se ha vuelto muy cotidiano y hemos ido mejorando nuestras técnicas para descubrirlos. En muchas ocasiones los decomisamos, pero en otras tantas los celulares pasan”, lamentó.

Pago y necesidad. Dicho lo anterior, los reclusos están dispuestos a muchas cosas con tal de obtener su celular. Según Bertozzi, ellos pagan desde ¢30.000 hasta ¢100.000 a una persona que les ayude a introducirlos.

El monto a pagar depende del teléfono. El director detalló que el celular, marca Blackberry, es el preferido porque no permite que se rastren las llamadas. Sin embargo, es el más costoso dentro de una prisión.

“Por esos celulares, los privados de libertad pagan bastante y justamente por su alto precio es que solo un cierto perfil de presos lo puede obtener. El resto de los reos consiguen celulares de otras marcas comerciales”, acotó.

Aunque, más allá del tipo de aparato, lo que les interesa a los reclusos es tenerlo, debido a que los usan hasta para ordenar sicariatos, mencionó Bertozzi. “Por medio de ellos, se estafa, se ordena sicariatos y se hacen robos”.

Por ello, la Policía realiza requisas a diario para poder dar con aquellos aparatos móviles que burlaron el primer control.

Según el director, esa constante operación policial impide que exista un mercado negro de aparatos a lo interno de la cárcel.

“Hay una dinámica muy fuerte de ingreso y decomiso. Son aparatos que no se pueden esconder con facilidad, así que el reo sabe que no le va a durar mucho en sus manos. El problema es que, cuando la Policía se lo decomisa, ya el otro celular que pidió viene en camino”, concluyó.