Mamá de policía asesinado: ‘Él creía que si moría trabajando, moría en lo que le gustaba’

Familia le pidió hace 18 años que no entrara a Fuerza Pública, pero él quiso

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Un disparo en el cuello le quitó la vida al policía Óscar Ramírez Vindas, de 42 años, al ser emboscado por dos delincuentes en una quinta en San Isidro de Heredia, el sábado 12 de agosto a la 1:50 a. m.

Apenas 15 días antes se había casado por la iglesia con Lidia Isabel Gómez , con quien tenía 12 años de matrimonio civil y dos hijos, de 10 y 6 años.

Había vuelto a su trabajo el viernes y a la medianoche atendió el caso de un contenedor robado en Puntarenas que apareció en una calle en San Isidro.

Dos hombres lo emboscaron a él y a su compañero Leonel Jiménez Araya, de 36 años. A este último le dispararon a la mandíbula, pero logró sobrevivir a la herida en el Hospital México.

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Vindas, quien vivía en Santa Elena de San Isidro de Heredia, se convirtió así en el oficial 39 en morir en el cumplimiento del deber en los últimos 17 años, según el Ministerio de Seguridad.

¿Quién era él? ¿Cómo llegó a la Fuerza Pública hace 18 años, el 1.° de febrero de 1999, cuando tenía apenas 24 años?

De peón a policía. Ramírez podía tener unos 13 años cuando Luisa Benavides, a quien él consideraba como su segunda mamá, le propuso ir a pedir trabajo a una finca en Heredia.

“Él quería seguir estudiando, pero no teníamos esas posibilidades; me lo llevé a ver si servía para trabajar en el campo. Lo pusieron a jalar unas matas y a llenar bolsas y sí funcionó. Ahí trabajó por siete años, más o menos”, recordó Benavides.

Luego, le surgió una oportunidad laboral en otra finca, donde estuvo haciendo labores similares por cuatro años.

“Estaba muy contento ahí; no tenía que trabajar los fines de semana y se ganaba sus cincos”, recordó la mujer, de 82 años.

Sin embargo, pese a esas condiciones laborales, él sentía que quería hacer algo más y decidió preguntar los requisitos para convertirse en policía.

Cuando lo comunicó a la familia, saltaron las negativas.

“Le dije que no se metiera en eso, le dije que aquí (fincas) tenía buen horario. ‘¿Para qué se va a meter en eso?’, le dije. Él me respondió que en la Fuerza Pública hay mucha oportunidad de crecer”, narró su madre, Alicia Ramírez.

Ella contó que él soñaba con ser director de la Policía. “El peligro no lo alejaba; él creía que si moría trabajando, iba a morir haciendo lo que le gustaba”.

‘Muy amable’. Según Benavides, esa disposición que caracterizaba al oficial en el trabajo, también la tenía en su vida.

“Era una excelente persona; era tan buena gente. Y no digo eso porque es familia nuestra, sino porque en serio era demasiado bueno. Hacía todos los favores que se le pedían; siempre estaba dispuesto”, ahondó Luisa Benavides.

Recordó que el policía Ramírez, por ser hijo único, era quien velaba por la salud de su mamá. Alicia padece de ataques epilépticos prolongados.

“Ella no puede salir sola; entonces, si tenía una cita médica él la llevaba y, como vivía con su esposa e hijos, pasaba todos los días a saludarnos. Era muy amoroso”, dijo Benavides.

“De hecho, la última vez que vino fue el viernes antes de morir , nos dijo que tenía pereza de trabajar porque venía de vacaciones. Y mire, nos lo mataron”, agregó.

Precisamente, esas vacaciones las tomó luego de su matrimonio por la iglesia, algo que soñaba hacer pues en el 2005 tuvo una ceremonia civil.

“Ya no podemos hacer nada. Él está muerto y ahora con lo que tengo que luchar es con quitarme este vacío que me queda en el corazón”, dijo su madre.

La familia ahora tiene que iniciar un trámite para obtener una compensación por la muerte de su esposo, hijo y padre. El homicidio sigue en proceso de investigación.

Tanto Ramírez como Jiménez habían llegado hasta ese sitio porque el sistema de posicionamiento satelital (GPS) que tiene el dueño del cabezal robado indicaba que en ese lugar estaba contenedor.

Los dos policías observaron el cabezal y el contenedor y, mientras hablaban con el guarda de la propiedad, los sorprendieron los pistoleros.

Horas después, la Policía descubrió que el contenedor robado tenía rastros de haber llevado cocaína, aunque no se halló nada de droga. El tráiler había salido con un cargamento de Tilapia desde Cañas, Guanacaste, y fue interceptado en una zona cercana al puente sobre el río Lagarto, que divide Guanacaste y Puntarenas.