Cicatriz convenció a los magistrados

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La cicatriz circular que dejó una herida de bala en el cuerpo del adolescente Berny Araya Corea fue determinante para que los jueces de Juicio de San Carlos concluyeran que cuando el veterinario Bernal Arias Sibaja (47 años) disparó tenía la “intención de acabar con la vida del menor”.

Ese indicio fue retomado por los magistrados de la Sala Tercera al rechazar la apelación del condenado. “La cicatriz mostrada por el ofendido durante el debate resulta ser circular, lo que demuestra que el disparo provino desde la parte posterior del cuerpo de la víctima”, señalaron en la resolución 2011-01243 .

“ (...) no se demostró que el encartado accionara el arma en una dirección que no fuera en forma directa hacia la humanidad del ofendido, quien fue claro en señalar que al sentir el impacto en su espalda, volteó su rostro y miró al imputado quien le dispara hacia donde se encontraba (...) encuentra asidero lógico que la bala penetrara por la parte posterior de su cuerpo, precisamente porque le había dado la espalda cuando huía por la maleza, lo que excluye cualquier intento de sostener otra posible trayectoria”, agregaron los magistrados.

De acuerdo con la sentencia, la agresión contra el menor –quien tenía 13 años de edad– ocurrió la tarde del 30 de marzo del 2009, a eso de la 1:45 p. m., cuando este se encontraba en la propiedad de Arias, ubicada en El Tanque de La Fortuna de San Carlos.

“Según su dicho (del menor), el imputado (Arias) apuntó y accionó el arma en dirección directa a su persona, a pesar de que ya él había optado por salir del lugar donde se encontraba junto con su amigo J., quien lo acompañaba en la faena de ir a coger unos limones para ir a vendérselos a otra persona”, dijeron los magistrados, que resaltaron que el Tribunal otorgó “plena credibilidad” a las declaraciones del adolescente.

En su apelación, Arias adujo que “en esa parcela ya se habían dado cuatro incursiones anteriores con el objeto de robar”, y que no tuvo control sobre la dirección de las balas.

No obstante, los jueces dijeron que el menor no le estaba “causando ningún perjuicio patrimonial”, y que el dueño de la finca sí tuvo “intención homicida”.