Alud pasó frente a su casa y nada le ocurrió

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Omar Sandí Marín, de 40 años, dice no entender todavía por qué sigue con vida.

Tiene la mirada triste y ve a todas partes con nerviosismo.

“La muerte pasó frente a mi casa y se llevó a mis mejores amigos en un abrir y cerrar de ojos”, afirmó, aún confundido y triste.

La noche del miércoles lo despertó un estruendo, como “un avión de los grandes cuando despega”, y corrió al corredor, en ropa interior, para ver qué sucedía.

Casi se desmaya del susto.

“Vi como una sombra gigante que se llevaba todo haciendo un ruido espantoso. Arrasó con las casas de mis vecinos, la calle, los carros, los postes, los perros, todo, no dejó nada en pie”, recordó.

Fueron segundos interminables, añadió Sandí, quien ayer no daba crédito a lo sucedido.

“La avalancha seguía creciendo y poco a poco se fue acercando al corredor de mi casa. Yo lo sentí en mis huesos, todo temblaba y entonces me tapé los oídos con las manos para no escuchar nada”, afirmó.

Ese momento pensó que había llegado su fin y, entonces, se encomendó a Dios y le dio la espalda al alud. “Yo pensé que moriría allí mismo, pero no pasó nada, ni siquiera tocó mi casita”, dijo, la mañana de ayer, sentado en el corredor, esperando noticias de amigos a quienes, según dijo, “extrañaré porque eran como mis hermanos”.

A pocos metros, un centenar de personas, entre socorristas, policías, bomberos y vecinos, escarbaban entre las rocas en busca de los cuerpos de las víctimas.

Es la primera emergencia que se registra en calle Lajas, y la última.

“Mire, a mí no me tocaba, pero ahora tengo que buscar otras opciones porque aquí ya no puedo vivir. Este pueblo también murió con esa avalancha”, afirmó haciendo esfuerzos para no llorar.

“Me quedé sin amigos”, dijo.