Adulto mayor narra cómo fueron sus seis días desaparecido en la montaña en Guanacaste

Hombre se guió por un río para salir a un pueblo en Santa Cruz

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Don Alfonso Garbanzo Pérez, de 78 años, es un caminante empedernido. Todos los días camina hasta siete kilómetros y el pasado jueves 11 de enero no fue la excepción. Aunque estaba de vacaciones en Altos de Pinilla, en Santa Cruz de Guanacaste, esa tarde se calzó las tenis y se fue a buscar un mirador desde el cual poder ver el atardecer y la vista al mar.

Según relata en un extenso video divulgado por su familia, ese día empezó a subir hacia un mirador donde había una torre; sin embargo se le hizo tarde y no encontró el lugar que buscaba, así que decidió regresar, pero a la vuelta no encontró la carretera que lo devolvía a su casa.

“Empecé a subir y ya sabía que estaba perdido y subí mucho y no vi paisaje, no vi gente y no se veía ninguna esperanza”, señaló don Alfonso. Ahí empezaron los seis días de supervivencia para él y de angustia para toda su familia. Decenas de voluntarios, miembros de cuerpos policiales y de socorro lo buscaron sin éxito.

---

Pero él aplicó todos sus conocimientos sobre la montaña y hasta lo que aprendió viendo televisión y este miércoles salió por sus propios medios en un sitio conocido como Río Seco, a 10 kilómetros de donde se perdió. Ese día le comentó a su familia que, en un gesto extremo de supervivencia, llegó a tomar su propia orina para mantenerse hidratado.

Recuerda que tuvo que resistir cambios dramáticos de temperatura. En las madrugadas la sensación era cercana a los 22.°Celsius, pero durante el día llegaba a los 35 grados. Su primera noche fue en “un bosquecito” que le permitió retomar fuerzas para continuar al otro día.

Durante su segundo día encontró un envase de plástico con agua, no obstante, el líquido que contenía no era apto para el consumo. “Tomé un poquito, un traguito, pero no, dije ‘eso no está bueno’, entonces seguí caminando, cayéndome, levantándome, porque rápido empieza el cansancio”, narró este adulto mayor.

En determinado momento don Alfonso encontró el cauce de un río y razonó que dichas corrientes desembocan en el mar; así que decidió seguirlo, aunque lo describió como “muy incómodo” para pasarlo.

“A veces bajaba de nalgas y ahí bajaba arrastrándome y ahí había una pocita. Yo me alegré mucho de encontrar agua. Ahí tomé agua, me bañé en la poza y cuando me siento ahí, muy cansado, veo una casa que estaba como a 30 metros, en una enorme pendiente. Vi a un señor en la casa, como en una terraza, y le grité varias veces que estaba perdido. El señor, no sé qué pasó, pero no me oyó”, relató.

Los días que pasaron, este hombre los describió como los más duros, pues no había más agua y tampoco encontró árboles frutales.

Al llegar la última noche, el martes 16, este adulto mayor durmió unos kilómetros más lejos de su casa. Pero antes de dormirse, comenzó a escuchar carros y música a lo lejos. “Yo me alegré porque digo: ‘voy por buen camino, ya hay bulla’”, agregó este hombre.

Al día siguiente siguió el camino por el río al menos uno kilómetro hasta que empezó a ver vehículos.

“Yo salí solo de la montaña porque me andaban buscando por todo lado, pero no por donde yo estaba. Vi una calle asfaltada, muy bonita y empecé a parar carros”, acotó don Alfonso.

En ese momento un lugareño pasó y le dijo que acudiera a una vivienda donde asegura que lo “atendieron de maravilla” para llamar a su familia. Una llamada que para los interlocutores será inolvidable.

“Ahí se hizo un montón de gente que llegó del pueblo”, recordó con lágrimas don Alfonso, un roble que nunca se rindió.