Un joven de 17 años recibió la pena máxima por homicidio para un menor de edad (15 años de prisión), por ultimar a un colegial para robarle su teléfono celular.
El 23 de enero del 2009, tras una batalla de casi seis días, Rigoberto Montero Umaña (de 19 años) murió en el Hospital San Juan de Dios.
El joven nunca pudo superar la condición crítica en la que quedó luego de recibir una bala en el cuello, disparada por una pareja de motociclistas. Lo atacaron cerca de las oficinas de Acueductos y Alcantarillados, en Escazú.
El crimen se registró a las 6:30 de la tarde. El juez dio crédito a la versión de que la víctima ofreció resistencia y por eso le dispararon a quemarropa.
Cargos. El Tribunal Penal Juvenil encontró al menor culpable de homicidio calificado en concurso ideal (en el mismo acto incurrió en varios delitos) con tentativa de robo agravado, informaron ayer voceros de Poder Judicial.
Montero falleció debido a un paro cardiorrespiratorio. En el momento del crimen, el muchacho se preparaba para cursar el cuarto año en el Liceo de Escazú.
La víctima era el menor de cuatro hermanos. Aparte de estudiar, trabajaba en una ebanistería.
A Montero lo sorprendieron los asaltantes cuando se dirigía a la soda La Violeta, donde quedó de encontrarse con un amigo.
Familiares y allegados al colegial lo recordaron como una persona sin vicios, amante de los animales. En principio, el muchacho soportó una intervención quirúrgica que se prolongó más de seis horas. Luego de eso, nunca más recobró el sentido. Conforme pasaron los días, su salud empeoró.