Madres reclusas, hijos privados de libertad

Ser madre en prisión implica beneficios, acompañamiento y separación. Todo en tres años. Realidad que cambia cuando el niño empieza a desligarse de su madre para conocer el mundo exterior.

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Johanna Gómez es estilista de profesión, su cabello negro y cuidado, al igual que su maquillaje delatan la esencia de lo que algún día ejerció. Es madre de un adolescente de 14 años, dos niños, uno de seis y otro de cuatro; y un pequeño de 10 meses.

Su realidad es quizá un poco más compleja que la de la mayoría de las madres solteras. Una mala decisión, el gusto por el dinero fácil y el no pensar en las consecuencias de sus actos la llevó desde hace cinco años a cambiar su vida en Limón por la prisión El Buen Pastor.

Confiesa, sin pelos en la lengua, que se considera una mala madre. Se le olvidó pensar en las dos consecuencias que podría tener al vender droga: la cárcel o la muerte.

Su detención no la castigó solo a ella, dos de sus hijos también estuvieron privados de libertad, no por comportamiento, sino por ser menores que requerían del cuidado materno.

Cuando ingresó a la cárcel no lo hizo a los módulos regulares, como la mayoría de las detenidas. Su arribo fue directamente a casa cuna debido a que su tercer hijo tenía escasos 15 días de nacido.

Este módulo materno infantil está ubicado dentro de El Buen Pastor, pero un poco lejos del resto de la población recluida. Las instalaciones son mucho más amplias, con más luz y color, todo con e l propósito de dar un mejor ambiente a los menores.

Ahí cada una tiene un cuarto, closet y televisor. Tienen acceso a agua caliente, una cocina equipada y un jardín con casitas y carros de plástico para los niños.

Si bien éstas condiciones se brindan por el "interés supremo de la protección a los menores", las reclusas también se benefician, sin olvidar que continúan privadas de libertad.

El módulo cuenta con espacio para 41 niños y 38 madres, por el momento solo lo utilizan 23 mujeres con un hijo cada una y dos más que están en estado de embarazo.

Se trasladan las embarazadas que cumplan ocho meses de gestación o bien sean remitidas por alguna complicación de salud. Lo mismo que las mujeres que ingresen con niños pequeños. Las reclusas permanecen con sus hijos hasta que cumplen los tres años de edad, momento en que son egresados.

Marielos Chaves, directora de este centro penal, aclara que todos los casos de embarazo son de alto riesgo por el hecho de ser mujeres privadas de libertad, y médicamente así se establece.

En casa cuna no valen los empujones, roces o malas palabras; mucho menos las venganzas o malos tratos a los niños. Quienes no respeten las normas regresan al módulo regular y el menor es egresado y entregado a familiares o al Patronato Nacional de la Infancia (PANI).

"Hay circunstancias que la gente no entiende. Aquí no todo es apariencia, hay situaciones en las que uno tiene que cuidar a sus hijos más que nunca. Estar con mujeres y niños siempre es difícil, estamos hablando de un kinder garden 24/7", afirma Johanna.

Gomez lo cuenta con conocimiento de causa. El uso de la violencia le causó la expulsión de casa cuna pocos meses después de haber entrado a El Buen Pastor.

Para estas madres estar en prisión no es cosa fácil, cuentan que adentro la delincuencia no se acaba, hay quienes ponen en riesgo a otras.

Este contexto sumado a la soledad y al deseo de regresar a una reclusión más tranquila fue parte de lo que motivó a Johanna a tomar la decisión de un nuevo embarazo, esta vez desde prisión.

Su noviazgo nació entre las líneas telefónicas del Buen Pastor y el centro penitenciario La Reforma. Aunque ambos son privados de libertad la decisión de traer a Génesis al mundo estaba tomada. Johana quería recuperar las condiciones que había tenido en casa cuna.

"Hay muchas mujeres que quedan embarazadas para aprovecharse del sistema. Podría ser, pero no es por salir antes, se sale cuando se cumple la pena", aclara.

Minutos después sentada en la misma silla con su hija en brazos dice con tono pausado y retador: "¿Aprovecharse de la situación? puede ser, sí. No soy hipócrita. Yo estuve aquí una vez y sabía que era un lugar donde podía estar en paz, tranquila. No quiero sonar como mentirosa, aquí puedo tener tranquilidad, en módulos no, allá hay que dormir con un ojo abierto y otro cerrado. Si quedé embarazada fue porque lo quise y porque sabía que mi hija iba estar bien aquí conmigo".

Marielos Chaves es clara al decir que como toda mujer las reclusas tienen derecho a ser madres, al menos aquí en Costa Rica. La visita íntima es parte de sus beneficios, por lo que están expuestas a quedar embarazadas, esto pese a que existen medidas internas que les brinda capacitación y asesoría sobre el uso correcto de anticonceptivos.

En el Buen Pastor cumplen su pena 521 mujeres, de las cuales el 80% se encuentra en edad fértil; es decir, entre 18 y 39 años. Este centro no cuenta con datos de cuántas reclusas ingresan embarazadas y cuántas se embarazan durante su reclusión.

Del vientre a la realidad

El último embarazo de Johanna fue muy distinto a los anteriores. Los meses de citas prenatales los pasó sola, las noticias las compartía por teléfono y su parto lo vivió junto a la seño -la policía encargada de velar que tanto ella como el niño regresaran al Buen Pastor-.

Es el Hospital de la Mujer el que recibe y da seguimiento a las madres que se encuentran tras las rejas y el Hospital Nacional de Niños el centro que brinda atención a los menores.

Pese a que el fin principal de adaptación social es la custodia y atención de las mujeres que están bajo su responsabilidad, la prisión ofrece espacios que cumplen con las necesidades generales de los menores como cunas y una dieta específica.

Génesis, la hija menor de Johanna, ya tiene 10 meses de estar en el único hogar que conoce: Casa Cuna. Ahí aprendió a gatear, está aprendiendo a comer sola y ya logra balbucear una que otra frase.

En este hogar conviven 21 niños, entre ellos Daniela Gómez de 1 año y tres meses, y Yurem Trejos de dos años, quienes comparten el mismo espacio para comer, jugar y hasta pelear, cual hermanos.

Daniela y Yurem tienen una realidad un poco distinta a la de Génesis, ya que cumplen con la edad para poder visitar el Hogar Santa María, un tipo de guardería que les permite a los menores conocer un ambiente distinto al de Casa Cuna.

"Nosotros lo que tenemos es un espacio dentro de la prisión donde le damos oportunidad a las madres de que estén con sus hijos. Pero la atención técnica está enfocada a las mujeres como madres: que exista cuido, atención sicológica y posparto, que aprendan a poner límites, todo enfocado a cómo ser madres. No tenemos equipo capacitado para atender a los niños en áreas como estimulación temprana. La ley no nos permite tener ese tipo de privilegios. Nunca le van a permitir a la institución conseguir presupuesto para un especialista para atender niños", comentó la rectora de El Buen Pastor.

La sicóloga infantil Eugenia Chacón calificó de adecuada la dinámica que mantiene el sistema penitenciario con respecto a los niños. Su estadía en prisión junto a sus madres hasta los tres años, asegura, es fundamental para el crecimiento del menor.

"El vínculo con la madre antes de los cinco años elimina problemas sicológicos a mediano plazo. Este enlace repercute en el desarrollo físico como socioemocional", comenta la experta.

Aclara que al igual que sus madres, la libertad del niño se ve limitada, lo que puede repercutir en la capacidad de la exploración, la interacción, el sentido de pertenencia a la sociedad y el acceso del menor a más estímulos; no obstante, esto se minimiza con la visita diaria al Hogar Santa María.

"Este es el escenario ideal, que tengan un centro de guarda. Esa es la realidad de la gran mayoría de mujeres que trabajan en Costa Rica y son chicos que van entendiendo su realidad. Si las madres permiten que sus menores asistan al Hogar reducen el impacto de la separación definitiva", comenta Chacón.

Separación

¿Quién está preparado para apartarse de su hijo? La respuesta es exactamente la que está pensando: nadie, y en el centro penal sucede exactamente lo mismo.

La posibilidad de dejar ir a su hijo antes de que este cumpla los tres años prácticamente no está en la mente de ninguna de las reclusas.

Katherine Baltodano tiene 25 años y es madre de cinco. Hoy está en Casa Cuna y pasará ahí los próximos 15 años. Ella fue detenida por tráfico de drogas en Nicaragua, donde permaneció cerca de 10 meses. Desde entonces no ve a cuatro de sus hijos, la quinta nació en prisión.

"Cuando me detuvieron lo primero que pensé fue en que no volvería a ver a mis hijos", dijo con tono de lamento. Fue sentenciada a 15 años de prisión antes de ser extraditada a Costa Rica.

Cuenta que por las noches llora por sus otros hijos, por no estar con ellos durante sus cumpleaños, haciendo las tareas, para las reuniones de la escuela, para el día de la madre... Su consuelo ahora es la pequeña Maidelyn, a quien no sabe si dejarla ir antes o esperar hasta que cumpla tres años.

Este sentimiento es genuino. La sicóloga coincide en que efectivamente existe un impacto negativo al no tener cerca a un hijo. Este malestar se vuelve a presentar cuando el menor es egresado y la madre es reintegrada a los módulos regulares, donde tiene que enfrentar otra realidad.

Esta separación no es solo física. Si no se dan los medios necesarios es posible que las mujeres pierdan parte de su potestad como madres. Figura que, de quererlo, deberán recuperar una vez que logren cumplir su pena.

No contar con otras cárceles en las zonas regionales agrava la situación. La falta de recursos y tiempo impiden que muchas mujeres puedan recibir visitas de sus hijos.

"Una vez que salen de prisión tiene que ir a recobrarlo todo. Ya la madre perdió la autoridad, quiera o no la cedió a quien acogió a sus hijos", comentó Marielos Chaves, directora de El Buen Pastor.

Lo anterior, según la rectora, es una bola de nieve. "Muchos de los niños dejan los estudios. Se puede ver a reclusas llorando porque sus hijos consumen drogas, cuando ellas ingresaron precisamente por venderla. Acá trabajamos eso con las mujeres, el daño que ellas hicieron a la sociedad".

Esa pérdida de autoridad la vivió Johanna con su hijo mayor. En plena adolescencia la falta de una figura materna, afirma, ha afectado la personalidad del joven. "Pero ¿con qué cara le voy a reclamar?", reflexiona.

Un temor parecido siente Katherine, el papel de madre pasó a las manos de la abuela de las menores. Su hija de dos años no la recuerda, no la conoce, y los más pequeños viven sumidos en una mentira de la que ahora no sabe cómo sacarlos.

Para la sicóloga subestimar a los menores y no dejar claro cuál es su realidad genera sentimiento de abandono. Al enterarse por otros medios pueden desarrollar un resentimiento real, aún más complejo de superar.

Nuevo mundo por unas horas

Entrar al Hogar Santa María es como llegar a un hogar como cualquier otro. En la primera construcción se encuentran las habitaciones, cocina, sala de televisión y espacios de estudio de los niños que viven de forma permanente en el centro.

En el segundo edificio, unos metros más arriba y rodeado de árboles, está la guardería que recibe todos los días a los niños de la Casa Cuna del Buen Pastor.

En este último existen áreas de juego, una zona de títeres, un espacio para contar cuentos, otro para comer y no puede faltar donde hacer la siesta.

Aquí los pequeños reciben seguimiento sicológico y terapias para despertar experiencias que quizá no logran tener en prisión, junto a sus madres.

Sonia Brenes, directora del Hogar, explica que si bien este centro nació para dar cuido exclusivo a los niños cuyas madres están en prisión, a la fecha únicamente reciben 10 menores en guardería y cuatro en estadía permanente hasta que sus madres recobren la libertad.

La asistencia de los pequeños que llegan diariamente de 7 a.m. a 3 p.m. no es constante. Que amanecen enfermos o que ese día no los quisieron mandar es más frecuente de lo estimado. Aunque los gastos para sostener el servicio sí son fijos.

Pagar el salario de Paco -como le dicen los niños a quién maneje la buseta- es solo un ejemplo de la inversión que se realiza, pero no se aprovecha tanto como se quisiera.

"Cuando el Hogar nació las reclusas tenían plena confianza en nosotros porque estábamos con trabajos paralelos en prisión. Pero enfocarnos en quienes no tienen la culpa de estar privados de libertad nos quita mucho tiempo y ese trabajo en la cárcel ya no se pudo seguir. Ahora a mi no me conocen ahí y muchas madres que tienen a sus hijos lejos ni saben que pueden tener nuestra ayuda", cuenta Brenes.

La guardería contribuye a reducir comportamientos como irritabilidad constante, patrones de sueño muy alterado, disminución del apetito, temor a la sociedad y dependencia extrema a la madre.

Los pequeños que residen en el Hogar van a la escuela, como cualquier otro niño de su edad, asisten a catequesis, deben cumplir con obligaciones dentro de la casa y también disfrutan de los paseos que se organizan al menos una vez al mes.

Javier Rivera, sicólogo del Hogar Santa María, explica que a través de talleres y equipos de trabajo intentan inculcar valores y responsabilidades que le ayuden a los menores a desenvolverse correctamente en la sociedad.

Las mentiras en este lugar son prohibidas, a los chicos se le habla con la verdad y se les explica cuál es su realidad.

"Yo soy Sonia y él es Javier, aquí no hay mamás ni tías, ellos saben que sus madres están en prisión y conocen su realidad", reitera Brenes.

Los menores visitan a su madre al menos cada dos semanas y reciben una llamada telefónica desde El Buen Pastor todos los días.

"Hay madres muy atentas. Que preguntan por sus hijos y le dan seguimiento a sus calificaciones, estados de ánimo y hasta reprimendas. Con asesoría ellas logran mantener sus roles de madre estando en prisión", asegura Javier.

Contar con esta Casa Cuna no es positivo únicamente para los menores. Según la sicóloga Elena Chacón el acceso a una guardería ayuda a las madres a mantener estable el nivel de tolerancia, el cual se altera por el estrés y la angustia de estar en prisión.

"No tengo cómo agradecer al Hogar Santamaría todo lo que nos ayuda. La solución que da el PANI es llevarlos a Cen-Cinai, que si bien no son nada despreciables, no son los espacios que necesitan estos niños", concluye Marielos Chaves, directora de la cárcel de mujeres El Buen Pastor.

Fuentes: Centro de Atención Institucional Buen Pastor (2258-1238 / 2259-8529 ). Eugenia Chacón, sicóloga infantil (2272-8247). Hogar Santa María (2230-5376).

Fotos Gabriela Téllez