El trabajo de hormiga de una voluntaria transforma Bajo los Anonos

Una mañana -semanas después de regresar de un viaje como voluntaria para ayudar a niños en pobreza en África- Diana Madrigal cambió su atuendo regular por una camiseta vieja, tenis con poco valor y nada más en sus manos que el pase del autobús y una caja de tizas. Como si se tratara de su barrio, se quitó la pena, el miedo y hasta los nervios de ingresar a Bajo de los Anonos, una comunida donde abunda la necesidad y falta la ayuda. Para quienes no están familiarizados con el área, esta es una localidad ubicada en las cercanías de Pavas, catalogada como de riesgo social.

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Una mañana -semanas después de regresar de un viaje como voluntaria en África- Diana Madrigal cambió su atuendo regular por una camiseta vieja, tenis con poco valor y nada más en sus manos que el pase del autobús y una caja de tizas.

Como si se tratara de su barrio, se quitó la pena, el miedo y hasta los nervios de ingresar a Bajo de los Anonos, una comunida donde abunda la necesidad y falta la ayuda. Para quienes no están familiarizados con el área, esta es una localidad ubicada en las cercanías de Pavas, catalogada como de riesgo social.

Pese a que es parte del cantón de Escazú, uno de los que posee mayor desarrollo comercial e inmobiliario del país, comunidades como Bajo de los Anonos ha quedado en el olvido de muchos.

En total, en Costa Rica existen 107 focos de pobreza. Estos representan un 15,6% del área total del país y un 67% de las personas con una o más necesidades básicas insatisfechas.

Precisamente esta necesidad fue lo que motivó a Madrigal, miembro de Global Shapers -una iniciativa del Foro Económico Mundial, conformada por jóvenes líderes que buscan cambiar e impactar el mundo- a brindar una mano. Lo único fue que nunca imaginó que aquella decisión la llevaría años después a formar Lifting Hands, uno de los proyectos con mayor impacto en Bajo de los Anonos.

Tiza

Su primer encuentro con quienes la habitan fue dulce, inocente y lleno de necesidad. Un grupo de niños la recibió a cambio de un rato de atención. Este momento se fue haciendo parte de su rutina de vida, al menos una vez por semana.

Integrarse a este entorno no es fácil pues ganar la confianza de quienes siempre han sido olvidados lleva su tiempo. Sin embargo, a Madrigal el puente se le hizo corto: la conexión entre los niños y sus progenitoras fue el enlace perfecto para convertirse, meses después, casi en un miembro de una de estas familias.

"Empecé dando tutorías de inglés, cuando me di cuenta eran tres niños, cuatro, cinco...Ya no eran solo ellos, las madres querían surgir y me pidieron ayuda para salir adelante. Cuando me di cuenta ya no daba abasto", relata. Fue en ese momento cuando Diana sin visionarlo pero con paso firme empezó a formar Lifting Hands.

Invitó a varios amigos para que se acercaran a la comunidad a brindar orientación en lo que pudieran: música, inglés, artes, baile, entre otros.

Durante casi cinco años la capilla de la comunidad fue el punto de encuentro de la "Funda", como la mayoría de los niños la llaman. Hace un par de meses migraron a una casa en la entrada de la comunidad, que esperan comprar con ayuda de patrocinios.

Actualmente, la fundación atiende a cerca de 200 estudiantes gracias a una cadena de 80 voluntarios quienes imparten desde computación hasta yoga.

Cambio

Si usted es de los que opina que su profesión no se vincula para nada con el fortalecimiento de comunidades y que no tiene alternativa más que ver el problema de lejos, no hay mejor ejemplo que el de Diana para abortar su tesis.

Esta joven no salió de una carrera del área social, de sicología, medicina o educación. Lo suyo siempre fue la gestión ambiental; aun así, cada día después del trabajo pasaba por los Anonos y daba su grano de arena en lo que podía.

El proyecto fue creciendo al punto que debió decidir entre seguir entre un salario mensual y entrar de cabeza en el proyecto de la fundación. Fue complejo, su familia en un inicio no la apoyó del todo y sus recursos eran limitados. Salir con amigos ya no era una opción. Por el contrario, se fue haciendo frecuente recibir dinero de quienes valoraban su trabajo en la Funda.

"A uno se le va quitando la pena. Es complejo, pero las cosas y los recursos iban llegando conforme los íbamos necesitando. Ahora tenemos seis años y ya vimos que podemos salir adelante", comentó con tono de orgullo.

La necesidad de recursos es la primera piedra en el camino. Continúa ahora con la puesta en marcha de la compra de la casa mediante patrocinadores, pero nada la desanima.

Ver el impacto del proyecto en familias enteras es lo que los motiva a pensar que el cambio puede suceder. Niños que estuvieron a punto de abandonar los estudios ya están en la secundaria, con planes y visión a futuro.

Entre los proyectos que visiona Lifting Hands está la ampliación de su tiendita de ropa de segunda, la instalación de un café abierto al público y la profesionalización de jóvenes de la comunidad en ramas de servicio al cliente y meseros; esto último con ayuda de la empresa privada.

Si usted quiere ser parte de este proyecto no lo dude, lo que sobran son medios.