Celebre entre burbujas…

Luego de dos años de pandemia, y acostumbrados a estar solo con nuestra burbuja social, con el vino le damos un sentido más divertido y delicioso al concepto de “burbujas”.

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Los años 2020 y 2021 no se olvidarán fácilmente por nuestra generación. La pandemia provocada por la COVID 19 nos obligó a estar aislados, con contacto mínimo y cero celebraciones. Ahí se popularizó el concepto de “burbuja”, para referirse al reducido círculo de contacto impuesto por la “nueva normalidad”. Gracias a Dios dos años después, hemos retomado la vida justo donde la habíamos dejado; regresan los viajes, las bodas, los encuentros deportivos, conciertos y las fiestas. Finalmente podremos celebrar Navidad y Año Nuevo fuera de nuestra burbuja social, pero además con otro tipo de burbujas: las de los vinos espumantes.

¿Cómo nacieron los vinos espumantes?

La historia de las burbujas en el vino se remonta a los monasterios de Francia, allá por el siglo XVII. La iglesia católica siempre produjo sus propios vinos para usarlos en los servicios religiosos, por lo que en esos tiempos los monasterios tenían sus viñedos. Había un monje con el título de escanciador, quien era el encargado del servicio del vino; y el cillerero, encargado de la bodega y quien guardaba bajo llave el vino. Los sacerdotes de la época no solo preservaron la viticultura, sino que la mejoraron. En 1638 nace en Francia Dom Perignon (¿le suena el nombre?). Él fue el administrador de la Abadía de Hautvillers, y por lo tanto tenía a cargo los viñedos del Abad.

Cuenta la leyenda que, durante la primavera, en lo profundo de las bodegas donde se guardaba el vino, se escuchaba salir los corchos disparados, por lo que muy asustados los monjes decían que era algún espíritu maligno que llegaba a tomarse el vino. Sin embargo, Dom Perignon se atrevió a bajar sin ningún temor a ver qué estaba pasando. Él observó cómo dentro de las botellas subían burbujas y comprendió el fenómeno de la fermentación con el agregado de azúcar. Cuando lo probó, le encantó el cosquilleo que estas provocaban en la boca y decidieron seguir produciendo el nuevo estilo de vino. Ahí nació el champagne…en Champagne, Francia. Precisamente, en homenaje al monje benedictino, es que el mítico champagne de la casa Moët Chandon se llama Dom Perignon.

Napoleón Bonaparte sobre esta bebida: “Merecido en la victoria, necesario en la derrota”.

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Tipos de vinos espumantes

Aunque en el mercado hay una categoría popular de vinos espumantes gasificados, en donde se les ha “inyectado” el gas carbónico (como los gustados Riunite), nos vamos a concentrar en entender cómo los vinos espumantes obtienen el dióxido de carbono (CO2), de forma natural, como resultado de una segunda fermentación, ya sea en botella o en tanque de acero. Un vino espumante, que puede llegar a tener hasta seis atmósferas de presión en una botella, se elabora a partir de un vino tranquilo, que se define así porque tiene menos de una atmósfera de presión.  O sea, se hace a partir de los vinos blancos o tintos normales.

A este vino se le agrega nuevamente nutrientes, mucha azúcar de caña y levaduras para provocar una segunda fermentación. En el proceso se consigue el ansiado CO2, que provoca las burbujas. Los espumantes más conocidos son los elaborados con el método clásico o champenoise, y los elaborados con el método charmat o gran vas. En el método champenoise la segunda fermentación y toma de espuma es en la botella y los mejores ejemplos son: el champagne francés, el cava español o el franciacorta italiano. Todos deliciosos pero que tienen sus variaciones en las cepas utilizadas, tiempos de reposo sobre las levaduras y terroir. Con el método charmat o gran vas, la toma de espuma se hace en un tanque de acero inoxidable y el más famoso ejemplo lo encontramos con los proseccos de Italia. El contacto con las levaduras en las botellas le brinda al método champenoise una gran complejidad de aromas, notas a frutos secos, pan brioche y mucho volumen en boca. Con el método charmat se obtienen vinos más ligeros y frescos que premian la acidez y tipicidad de la uva. Ambos estilos dan como resultado vinos extraordinarios, ninguno mejor que otro, pero sí diferentes. Lo que es cierto es que quienes producen champagne se dan el gusto de cobrar lo que les da la gana por una botella, porque en Francia aseguran que “Champagne es Champagne, donde no se toma un vino sino un estilo”.

Temperatura: Asegúrese de tenerlo bien frío al abrir, porque debe tomarse entre cinco y ocho grados Celsius.

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Pero bueno, si el bolsillo no le da para comprar una botella de Champagne, podrá elegir un cava español, elaborado con el mismo método clásico y que por lo general cuestan una tercera parte. La cosa es celebrar con burbujas, porque no hay un momento que exprese tanto glamour, festejo y hedonismo como cuando abrimos una botella de espumante y el corcho sale disparado con fuerza.

Así que ya sabe que, busque el espumante que más le guste y ¡a brindar por la vida y por el año que viene!

¡Cuidado! A la hora de descorchar la botella, nunca la dirija hacia una persona, pues el corcho puede salir disparado con la fuerza de seis atmósferas de presión y eso bastará para herir a alguien y echar a perder la celebración.

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¿Qué significa que diga…?

Extra Brut: menos de 6 gramos de azúcar por litro.

Brut: entre 6 y 15 gramos de azúcar por litro.

Extra Dry: entre 12 y 20 gramos de azúcar por litro.

Sec: entre 17 y 35 gramos de azúcar por litro.

Demi Sec: entre 35 y 50 gramos de azúcar por litro.

Doux: más de 50 gramos de azúcar por litro (es dulce)