La técnica notable de Amelia Valverde

Desde ser titular en la mejenga del barrio hasta dirigir la Selección Nacional Femenina esta estratega del fútbol avanza a paso firme en un camino trazado con determinación.

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"La única ocasión que realmente me enojé con Amelia fue el día que tenía que hacer el examen de admisión de la UCR" recuerda su madre. Fue una pelea corta y que le hizo entender que tenía una hija muy decidida.

"Cuando entré al cuarto a apurarla, ella estaba con el uniforme listo y empacando unos tacos. Me dijo que tenía entrenamiento a las 10:00 a. m. El examen era de 8:00 a. m. a 11:00 a.m. Según ella lo hacía rápido para poder llegar a la cancha", rememoró María Elena entre risas, tal como se suelen recordar los momentos de tensión en las familias.

En ese momento Amelia le dejó claro que ya tenía su futuro resuelto: "Vea ma, yo ya hice el examen de admisión de la Universidad Nacional y ahí es donde voy a entrar a estudiar educación física". Lo que María Elena consideró una rebeldía era solo un reflejo de la personalidad decidida de su hija.

Desde muy corta edad, Amelia Valverde sentó un precedente: haría las cosas a su manera y no se dejaría mandar por nadie. Así lo ha hecho a lo largo de su carrera y de su vida.

Esa determinación y su incuestionable amor por el fútbol le permitirían, a sus 28 años, dirigir la Selección Mayor Femenina de Costa Rica en su participación, por primera vez en la historia, en un campeonato mundial.

En las venas

Hija de una ex jueza y un oficial de tránsito, la cabeza de nuestra Selección Femenina se recuerda siempre con una bola de fútbol. Debutó en el arte futbolístico como titular del equipo del pulpero del barrio Los Jardines, en San Ramón de Alajuela, su pueblo natal. Era la única mujer. "Mejengueaba" siempre con su hermano Ernesto y con sus primos en el zaguán de la casa de su abuela. Allí eran cajas de leche las que hacían las veces de porterías. Desde entonces se "bailaba" a todos sus contrincantes.

Desde niña vio el fútbol diferente. Cuando se trataba de ver un partido los ojos de Amelia quedaban empotrados en la pantalla del televisor, lejos del bullicio sin sentido de primos y tíos que vivían de resultados con fanatismo envenenado; ella vivía de técnica. Hasta apuntaba en una libreta las jugadas más interesantes. Desde niña, Amelia fue inteligente para jugar.

La vida le cambió cuando su profesor de educación física le dijo "Amelia, usted patea muy bien, ¿por qué no va al equipo de San Ramón?" En ese momento tenía 15 años y debutó en un equipo de primera división. Por fin supo lo que era jugar exclusivamente con mujeres.

"En la casa no hubo futbolistas. No hubo nadie que lo tomara profesionalmente. Hasta ahora con Amelia, que empezó jugando y jugando y ahora está donde está. El fútbol siempre ha sido parte importante e integral de la familia. Es bonito ver que alguien le ha sacado provecho a eso", declaró su hermano Ernesto.

Precisa es su segundo nombre

Tenía 3 años cuando su papá la llevó a comprar un vestido rosado y pomposo que vio en la vitrina de una boutique ramonense. Amelia siempre fue meticulosa con su ropa y a esa edad tenía su gusto tan claro que regresó con una camiseta blanca y un short azul, un William Valverde enojado y el vestido inmóvil en la vitrina de la tienda. "A esta güila nadie la va a mandar nunca" fueron las palabras del derrotado papá al regresar a casa.

"Amelia siempre ha sabido lo que ha querido: a mi hermana usted no le podía poner un vestido. Nunca soportó usarlos. Siempre quería andar en pantaloneta y camiseta, andar cómoda, lista para agarrar una bola", declaró su hermano Ernesto.

La precisión para elegir su vestimenta la acompaña desde entonces. Ocho semanas antes de los partidos del mundial de Canadá, Amelia ya tenía su vestuario resuelto: sabía exactamente qué blazer, qué blusa y qué pantalón calzaba con los enfrentamientos contra España, Corea del Sur y Brasil. Su gusto es sencillo, nada ostentoso, pero sí preciso, muy preciso. Eligió su ropa con cálculo, como todas las decisiones que ha tomado en la vida. No le gusta dejar nada al azar.

La misma meticulosidad aplicaba para sus juguetes: atesoraba la colección de los balones de fútbol de cada mundial que le regalaba su padrino y los legos que compartía con su hermano. ¿Muñecas? Sí claro. Tuvo a la Barbie futbolista.

La entrenadora creció inmersa en lo que podría definirse como un matriarcado: predominaron en su imaginario mujeres fuertes, líderes, que sacaron a sus familias adelante con o sin un referente masculino al lado.

"Las mujeres de la familia han asumido mucha responsabilidad. Han llevado la batuta o el control de muchas cosas. La gente me pregunta cómo hago para estar en un "trabajo de hombres", tuve la suerte de tener un ejemplo en casa. Mi madre fue jueza hace 35 años, en un mundo mucho más machista y lo hizo por más de tres décadas", comentó Amelia.

Preparación

Amelia sabía que dedicarse profesionalmente al fútbol no es una posibilidad real para las mujeres en Costa Rica. Mucho menos en aquella época, donde los equipos femeninos apenas surgían, a duras penas. Pero debía prepararse.

Siempre le llamó la atención la teoría deportiva. En el desconocimiento de sus 15 años y entusiasmada por jugar más "en serio", Amelia le pidió a su mamá 20 mil colones para matricular un curso teórico sobre fútbol que según le dijo, iba a ser impartido "por un tal Hugo". Doña María Elena, quien siempre le inculcó la importancia de la formación académica, accedió.

La sorpresa se la llevó cuando fue a recogerla y se percató de que el profesor era don Hugo Tassara Olivares, entrenador y campeón con la Liga Deportiva Alajuelense y técnico de la Selección Masculina de Costa Rica en 1960. Sus compañeros de aula eran todos hombres adultos, profesionales del fútbol. Como este, ha realizado infinidad de cursos y certificaciones a fin de aprender más sobre el deporte que ha delineado su vida.

"No importa que Amelia juegue, pero que haga las cosas bien: que estudie y se gradúe" fueron las palabras de su abuelo materno en una ocasión que estuvo grave en el hospital. Fue la forma de un señor de 96 años de darle luz verde a los sueños de la nieta, que contra todos los pronósticos luchaba por abrirse camino en "un deporte de hombres".

Después de su debut en la primera división y cuando cumplió la mayoría de edad, el equipo femenino del Deportivo Saprissa la reclutó para jugar en segunda división. A los 20 años, jugó con en conjunto morado en primera. Después, jugó con el equipo de Flores (hoy conjunto femenino del Club Sport Herediano).

Durante todos sus años universitarios fue becada por la Universidad Nacional y formó parte de su equipo. De los 18 a los 23 también trabajó entrenando ligas menores de la Liga Deportiva Alajuelense. En su repertorio de trabajos, que frecuentemente eran 2 o 3 al mismo tiempo, se enlista el ejercer como entrenadora en un gimnasio y como profesora de educación física en un colegio de monjas.

En Flores le tocó pasar de capitana a entrenadora en un santiamén pues el equipo se quedó sin presupuesto para pagarle al entrenador. Una de las opciones era que Amelia se hiciera cargo del equipo. La Municipalidad le iba a pagar un monto simbólico cercano a los 60 mil colones al mes, según recuerda su madre. Con tal de no deshacer al grupo Amelia aceptó dirigir a sus compañeras. "La junta directiva me llamó y me dijo: Ame, el equipo se va a deshacer. No tenemos cómo y nadie acepta el salario. Eran unos viáticos, no era salario. Llamé a las chiquillas para contarles, les dije que aceptaría, pero puse mis condiciones: éramos amigas pero si se toma una decisión morimos todas con esa decisión. Necesitábamos mucho respeto recíproco. Lo hice y no me arrepiento en lo más mínimo. Las chiquillas se comportaron súper bien y clasificamos los dos años que estuve. En cuanto a recursos el fútbol femenino es terrible. El segundo torneo lo acepté de gratis y sí, conlleva muchísimo trabajo: yo me llevaba los uniformes para la casa a lavarlos y bueno, muchas cosas..."

Cambiar de cancha

Cuando supo que el nombramiento para dirigir a las jugadoras de la Selección era una posibilidad, la primera reacción fue de nervios, de susto. Sabía que estaba preparada para hacerlo pues tenía ya cinco años de trabajar con las muchachas y con el cuerpo técnico de la Federación Costarricense de Fútbol, primero como preparadora física y luego como asistente. Sin embargo, estaba muy consciente de la responsabilidad que implica este cambio.

La familia ha sido una fortaleza para Amelia. Les compartió la noticia y sus preocupaciones. Las palabras de su tío Fabio aún resuenan: "Amelia, usted no tiene que tener miedo, porque usted es nieta de Trina Araya y ella en la guerra del 48 se metía en medio de la batalla a darle de comer a los combatientes. Ella no tenía miedo de nada y usted tiene que hacerlo sin miedo".

P: ¿Cómo ha sido abrirse camino siendo tan joven y estar en un puesto tan importante?

A: Cuando entré acá -a la Federación Costarricense de Fútbol- era una colaboradora del cuerpo técnico y conforme iban pasando los meses y el trabajo, me fui sintiendo más cómoda con ellas (las muchachas) y con el cuerpo técnico, tenemos muy buena relación.

He intentado aprovechar al máximo todas las posibilidades, todas las experiencias de torneo para que algunas cosas no me tomen por sorpresa. Quizá aún me faltan muchas cosas por vivir, por enfrentar, pero hoy por hoy no queda nada más que vivir el aquí y el ahora y estar muy tranquila. Si me pongo a ponerle cabeza a si estoy o no lista, entonces no voy a preocuparme realmente por lo que debo hacer.

P: Este mes de septiembre cumple siete años de no jugar, ¿Lo extraña?

A: Sí extraño jugar. Pero si me ponen a escoger me quedo de este lado porque las mayores alegrías del fútbol me las he llevado como asistente y como entrenadora. Yo clasifiqué a los dos mundiales, con la Sub 20 y con la mayor, siendo asistente. Luego me tocó asumir. Disfruté mucho como jugadora y sí, me hace falta, pero no cambiaría donde estoy ahora.

El orgullo de su hermano Ernesto, quien le lleva 2 años y 7 meses, es evidente cuando habla de Amelia. Asegura que es su "hermanilla" y no su hermanita, pues nunca necesitó protección de hermano mayor:

"Ella es una líder total. Es buena líder porque ha sido parte de todo el proceso. Ha sabido lo que es jugar, lo que es estar en la banca, lo que es estar lesionada, jalar los chunches, lavar uniformes, lo que es ser la preparadora física, lo que es ser asistente técnica... Y ahora está arriba. Ahora nadie tiene que llegar a decirle qué es hacer qué, porque ha sido parte natural del proceso. Es lo que ha hecho toda su vida".

El Dios del fútbol

"Cuando Amelia me visita, en esta casa solo suena música cristiana", cuenta doña María Elena, a modo de confesión. La futbolista fue criada en una familia católica respetuosa de todas las religiones, pero no es de las familias que van a misa los domingos. Amelia no obtuvo su fe de la familia, la obtuvo del fútbol.

"El ambiente del fútbol no es un ambiente sencillo. La exigencia... Hay cosas muy complicadas. Desde que yo entré a la Federación, cuando pasé de preparadora física a asistente muchas cosas cambiaron. Me dieron más responsabilidades y el rol cambió. Hubo momentos en lo que no me sentí bien y yo decía "algo falta". Me dije que no lo podía hacer sola. Si no hubiera sido por Dios yo no sé si hubiera podido lograr. Ante la exigencia, Dios me puso personas a la par que me ayudaron a acercarme. Gente del equipo y personas que la vida le va poniendo a uno. Hubo una persona de la Federación que me ayudó mucho y afuera también, Dios me las puso en el camino. Aprendí a querer conocer a Dios, a buscar la manera de acercarme a la Iglesia. Ya cuando a mi me nombran, yo le dije a Dios que pase lo que pase confío en Él y sigo haciendo y yo sé que nada hubiera pasado si no hubiera tenido a Dios a mi lado. Si ya creía en Dios, esto me lo ha venido a reafirmar. Ese es el mayor provecho y el cambio que ha sido más importante para mí".

Decidida, precisa y sin espacio para titubeos, Amelia asegura que el fútbol ha hecho su vida:

"Me dio mi carrera. Jugué futbol y estudié educación física. Seguí jugando fútbol y me dio mi primer trabajo. Seguí y fuí profesora de educación física, fuí entrenadora, llegué a la Federación, me acerqué a Dios, mi círculo social es gracias al fútbol...El fútbol me ha hecho lo que soy.

Amelia Valverde le sonríe de madrugada a las canchas del Proyecto Goal, tras un entrenamiento duro con las seleccionadas, que ese mismo día viajan a Estados Unidos, para disputar un amistoso con la selección de ese país. "Estoy muy orgullosa y muy bendecida. Estar aquí es un honor para mí. Es un honor estar frente a la selección de mi país. ¿Qué más se le puede pedir a Dios?"

Amelia nació casi sin aviso. Por pocos minutos, su madre no alcanza a subir a la camilla. "No le da tiempo, móntela" fue lo que consiguió gritar a la protocolaria enfermera el doctor que recibió a la recién nacida en brazos, opacando el instructivo de rutina en la sala de partos. Su nacimiento fue decidido y sin titubeos, como su personalidad.