Ilena Zanella: la mujer tiburón

Misión Tiburón es el sueño de Ilena y la trinchera desde donde la bióloga lucha por la conservación de la biodiversidad marina, la educación y por crear un santuario para estos escualos.

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Ilena Zanella nació en Italia, su lengua natal no es el español y aún hoy, con más de 15 años en Costa Rica, arrastra en sus palabras huellas de su tierra de origen. Solo eso y su número de pasaporte la delatan como foránea. Su amor por la fauna marina costarricense la han convertido en una verdadera tica y no cualquiera, sino una que lucha y que todavía tiene esperanza en la conservación de nuestros mares.

Desde joven arribó junto a sus padres y hermanos a Playas del Coco, en Guanacaste. Sus progenitores vieron en la llamada suiza centroamericana una oportunidad de negocio, una vida más tranquila y más posibilidad de estar cerca de la naturaleza.

El cambio de casa, comunidad, amigos y ambiente fue suavizado por las olas del mar y por la pasión que poco a poco Ilena fue desarrollando por la biodiversidad.

Convertirse en bióloga la guió a lo que ama: los tiburones. Luego de graduarse de la Universidad Nacional luchó por hacer realidad el sueño de tener su propia organización. Hoy desde Misión Tiburón promueve la investigación, el manejo y la conservación de especies marinas.

Bióloga desde siempre

El legado de la familia ya estaba escrito. El negocio es la construcción y las expectativas sobre los Zanella era seguir manejando el proyecto que sus padres fundaron al llegar a Costa Rica. No obstante, pudo más la naturaleza.

Una vez que concluyó la educación secundaria en Liberia, Ilena ingresó a la carrera de biología, desde sus días en las aulas se apasionó por los tiburones. Todos sus proyectos de investigación los enfocó en tratar de conocer la biodiversidad marina. Cuenta que meses antes de concluir su bachillerato indagó entre profesores la mejor opción para especializarse en conservación; sin embargo, la única alternativa, aseguraban, era salir de Costa Rica o inclinarse por la acuicultura.

"Como todos los profesores me decían eso, pensé en cursar una licenciatura con enfoque de acuicultura, no relacionado a conservación; me desanimé un poco y dije bueno está bien voy a dejar a los tiburones de lado".

Ilena nunca imaginó que su práctica final sobre el impacto del buceo en la Isla del Coco le daría un giro a sus decisiones y a su vida. Sumergirse en el mar y tener a los martillo a metros de distancia encendió su convicción de transformarse en bióloga marina.

"Recuerdo cuando vi por primera vez a un tiburón martillo, quedé completamente impactada y dije: no, yo no voy a hacer esa licenciatura (de acuicultura). Me propuse estudiar conservación y a los tiburones que es lo que a mí me gusta. Si aquí están enfrente mío para qué voy a hacer algo que no me anima y no me mueve", recordó.

Por dos años formó parte de las filas del Programa de Restauración de Tortugas Marinas (Pretoma), una de las primeras organizaciones en trabajar con tiburones en el país, principalmente con la problemática del aleteo.

Ahí, Ilena conoció a Andrés López, otro biólogo marino que al igual que ella se apasiona por estos escualos. Juntos, en el 2009 deciden crear Misión Tiburón.

"En realidad estamos muy contentos. Misión Tiburón fue nuestro primer bebé. Crear una organización sin fines de lucro, obtener financiamiento y toda esa parte fue duro, pero ya con el tiempo hemos logrado concretar varios proyectos", comentó.

Nunca se imaginó trabajando como maestra, pero así ha sido. El primer proyecto –el que les dio el empuje y la confianza de seguir– fue precisamente de educación ambiental llamado Ruta Tiburón. Llegaron a cerca de 20 escuelas y poco más de 2.500 niños de comunidades costeras relacionadas con la pesca.

La propuesta era fomentar la conservación de los tiburones, tratando de cambiar la visión en los niños de que este animal es el malo de la película, y a cambio enseñarles la importancia de conservarlos.

"Las primeras veces me ponía nerviosa cuando iba a hablar con estudiantes, no estaba acostumbrada a esa interacción. Ahora trabajar con ellos es motivador y le regresan a uno la esperanza de que las cosas pueden cambiar y que podemos tener un futuro mejor. Los niños son la carga de energía que necesitamos para hacer que nuestros resultados se concreten", dice Ilena.

El proyecto de estos biólogos no quedó allí, como dice esta mujer, los tiburones se encargaron de unirlos en lo profesional y lo personal. Hace seis años se convirtieron en pareja y hace tres en padres de una niña con la que sueñan llegar a bucear cerca de los tiburones martillo.

Misión Tiburón

"Cuando uno trabaja en lo que ama tiene la felicidad asegurada". Esta frase la comentó la bióloga marina mientras iba sobre una pequeña lancha rumbo a la Isla del Caño en la bahía de Corcovado, en medio de los canales del humedal Térraba Sierpe, el más grande de Centroamérica con una extensión que supera las 14.600 hectáreas.

Pese a que las oficinas de la fundación están ubicadas en Playas del Coco, Guanacaste, esta visita es parte del programa de monitoreo de especies en el océano Pacífico de Costa Rica. Un plan que incluye la búsqueda de fondos, la estructuración, el acercamiento a comunidades y lo que más ama Ilena:el trabajo de campo, específicamente el buceo.

Cerca del punto conocido como el Diablo –llamado así por las fuertes corrientes marinas que lo rodean– Misión Tiburón colocó uno de sus receptores para identificar la señal emitida por las marcas acústicas instaladas previamente en los tiburones y mantas. Los animales deben estar a un kilómetro de distancia del dispositivo para que este pueda identificar el paso del animal.

Las marcas acústicas son pequeños aparatos que se insertan en el abdomen de los tiburones. Si es mayor a 70 centímetros (cm) se le coloca un transmisor de 3,3 cm (V13) y si es mayor a un metro le corresponde el V16 (6,3 cm).

Los tiburones son capturados de forma artesanal y subidos a borda. En este instante se toman datos

como las dimensiones, sexo y madurez sexual en caso de ser machos. Son devueltos al mar en menos de dos minutos.

Los más grandes son marcados mediante arbaletas, un instrumento con puntas modificadas que penetran solo la piel para enganchar el transmisor.

A la fecha Misión Tiburón ha logrado colocar cercar de 20 receptores, su mayoría en la zona de Golfo Dulce, otros cuantos en la Isla del Coco, del Caño y Murciélago. Entre el 2010 y el 2015 marcaron más de 500 tiburones y 150 rayas.

"La idea es tratar de que esa red funcione activamente y ver cuando los tiburones salen de Golfo Dulce, ya que hemos detectado es el punto donde las hembras vienen a parir y sus crías se desarrollan hasta llegar a la etapa de reproducción. Para poder lograrlo necesitamos una red de 300 receptores", explicó la bióloga.

Con esta tecnología han marcado tiburones tigre, martillo, punta blanca y punta negra. Con especies más pequeñas utilizan señas convencionales, es decir, una marca de plástico con la información de Misión Tiburón, gracias a ellas han recuperado información de tiburones.

"Hay una tiburona que yo siempre recuerdo, fue de las primeras diez que marcamos en el 2010. Pasó un año dándonos datos en el Golfo, luego se fue por 11 meses y volvió, suponemos que se fue a reproducir y regresó a dar a luz a la bahía. Años más tarde, un pescador de mar abierto la capturó como a 80 millas de la Isla del Coco, nos llamó para avisarnos que había muerto", lamentó Zanella.

"Por un lado nos sentíamos tristes porque fue nuestra hembra estrella, pero estábamos emocionados porque casi conectamos la Isla de Coco con Golfo Dulce. Ella nos contó algo importante, nos dio datos relevantes y al final eso es lo que queremos".

Tareas pendientes

Ilena confiesa que nunca imaginó que el proyecto con el que soñaba se fuera a concretar y mucho menos permaneciera con el tiempo. Seis años más tarde los objetivos evolucionaron. Si bien evitar la pesca de la especie sigue siendo un pilar, el nuevo sueño se enfoca en convertir a Costa Rica en un santuario de tiburones, iniciando por Golfo Dulce.

Precisamente esta bahía es el lugar de crianza por preferencia de los martillo debido a la cercanía con los manglares, el fondo lodoso y las aguas turbias que además de proveer de nutrientes les funciona de camuflaje de posibles depredadores naturales.

La iniciativa planteada por la bióloga tendría repercusiones no solo en Costa Rica, sino en la región principalmente en Galápagos, Coiba en Panamá y Colombia gracias a la naturaleza migratoria de estos animales.

"Nuestro nuevo sueño es generar un área de protección para el tiburón martillo y que de verdad sea efectiva", dice con palabras llenas de esperanza.

No ha sido fácil. La lucha por la conservación ha costado noches en vela, miles de reuniones, planteamiento de estrategias y algo de sacrificio familiar. El primer obstáculo siguen siendo los fondos, aunque reconoce que lograron captar inversiones relevantes como las del Proyecto BID Golfos, liderado por la Fundación MarViva con el que se pretende generar conciencia sobre el uso responsable de los recursos marinos y la protección de especies.

Para tener una idea cada transmisor tiene un costo cercano a los $500 y tiene una vida útil de hasta cuatro años; mientras que cada receptor requiere de una inversión de $1.600.

Otro obstáculo que pesa en el avance del santuario es la ejecución a nivel político de las recomendaciones dadas. "Lo más importante es que nuestros datos sean utilizados para proteger sitios críticos como el caso de Golfo Dulce. El mayor obstáculo es pasar de lo datos y de sugerencias a las acciones", lamentó Ilena.

El inicio del trabajo de Misión Tiburón en Golfo Dulce coincidió con la prohibición de las redes de pesca y el trasmallo, debido a la declaración de área marina de pesca responsable en el que se pactó el retiro de las flotas industriales de la zona.

Ver más

Se estima que por cada 100 anzuelos lanzados 80 logran atrapar un tiburón y de ellos solo el 14% sobrevive.

Como parte de su trabajo los expertos descubrieron puntos de nacimiento, tendencias en movilidad y comportamientos. Además del aumento en los juveniles. Lo que los motiva a pensar en una red de refugio mucho más amplia.

El fortalecimiento de conocimientos de los funcionarios del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), Guardacostas e Incopesca en temas de biología, conservación y colecta de datos para sus labores de control y protección también son parte del trabajo hormiga que realizan.

Ante la pregunta: ¿cuántos tiburones nos quedan en el océano?, la respuesta es directa y cruda: cada vez menos.

Fotos Alonso Tenorio