Las damas de hierro

El fallecimiento de la ex Primera Ministra de Inglaterra, Margaret Thatcher es un pretexto ideal para seguir hablando del liderazgo femenino en las altas esferas de poder global.

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Conocida como la Dama de Hierro, por ser plantada y sin miedo a ejercer el poder que tenía, Margaret Thatcher es una de esas mujeres que generan profundos odios y profundos amores.

¡Menudo papel le tocó ejercer a esta sabia y plantada mujer!, quien sin ninguna perspectiva de género ni conciencia de derechos humanos, bien que mal, ayudó a féminas de todo el mundo a abrir una brecha en un ámbito extremadamente cerrado –aún--, para casi todas, en cualquier parte del mundo y en cualquier democracia.

Criticada por muchos –al igual que Ángela Merkel actualmente--, por ser rígida en sus convicciones y posturas, no podemos obviar el momento histórico que a estas y otras lideresas les ha tocado vivir: el entorno económico, el juego político, las alianzas, las rivalidades… Que el juego de la política es salvaje y fascinante a la vez. Ellas no fueron ni son cándidas, fueron a la batalla de las ideas y del gobierno, preparadas, conociendo el terreno… ¿O no lo hacen así ellos también?

Pero Margaret no fue la primera en el siglo XX en ostentar semejante calificativo. Igual le decían a Golda Meir (1898-1978), primera mujer en ser Primera Ministra de Israel (1969-1974). En ese periodo de la historia, fue la tercera mujer en ostentar ese cargo en Israel. La historia de su vida y gobierno son fascinantes y se dice que muchas de las grandes decisiones de estado se tomaban, literalmente, en la cocina de su casa, donde recibía a sus subalternos. El periodo convulso de esa época de la guerra fría y el conflicto del Medio Oriente, fueron el marco en el que Golda Meir ejerció su liderazgo de manera clara, directa y sin timidez. Querámoslo o no, ella allanó un poco más el camino a las nuevas jefas de estado del planeta.

Otra dama de hierro del siglo XX fue Benazir Bhutto (Pakistán 1953-2007), quien en 1988 fue la primera mujer en ser Primera Ministra de un país musulmán. Su mandato se extendió hasta 1990 y fue reelegida del 93 al 96. Era la lideresa del Partido Popular de Pakistán, de tendencia centroizquierdista. Tarea monumental, también, la de dirigir una nación donde las mujeres carecen de educación y de libre circulación pública y son vistas como poco menos que animales de carga y reproducción, un desafío y una provocación para el estatus quo de ese país.

Ya ven, que las mujeres que ejercen un liderazgo de esta magnitud suelen ser mal vistas, mal juzgadas, fuertemente criticadas ante cualquier error y sujetas de chistes y comentarios de mal gusto, porque aún no nos acostumbramos a aceptar esas imágenes femeninas de liderazgo en un espacio que todavía es profundamente masculino.

Y Margaret Thatcher demostró un gran temple al no intimidarse con los comentarios que intentaron minarle su estima.

Su ácido sentido del humor –muy británico, por supuesto--, le ayudaba a sobrellevar ese poder de mando, además de que reconoció que adoraba el debate y la confrontación, una característica muy censurable para las mujeres, pero de mucha admiración social en un hombre.

Por eso, sus famosas frases como: “No espero que nadie se siente ahí y esté de acuerdo conmigo. Ése no es su trabajo” ó “En política, si quieren que se diga algo, pídanselo a un hombre; si quieren que se haga algo, pídanselo a una mujer ”.

Pese a su entereza y poder de mando, Margaret Thatcher seguirá siendo recordada por sus férreas políticas económicas neoliberales, de privatizaciones y eliminación de garantías sociales, características de solidaridad que siempre se esperan de las mujeres, así como por oponerse a que Inglaterra adoptara el euro a cambio de la libra esterlina.

Es probable que, si hubiera sido un líder varón el que hubiera tomado estas medidas de manera tan contundente, no se le juzgaría tan fuertemente.