¡La que se mete, aguanta!

En el juego de la política partidaria no podemos ser cándidas...

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De chiquilla, cuando una quería jugar algún juego tradicional o alguna actividad de equipo y mixta, como bate, salvo el tarro, quedó, escondido, etc., había un dicho que advertía: “el que se mete, aguanta”. En efecto, esta es una advertencia muy machista, aunque cabía a cualquiera, hombre o mujer que se metiera a jugar, pero tenía un énfasis especial de amenaza para las mujeres.

Lamentablemente, en esta sociedad patriarcal –que mide todo ideológica y simbólicamente a partir de lo masculino como patrón cultural--, el dicho sigue tremendamente vigente y no podemos obviarlo.

Así da cuenta el informe especial de la edición 655 de Perfil del mes de marzo, (con Sofía Vergara en portada), “Vicealcaldesas, jerarcas de papel”, donde abordamos el tema del acoso moral o laboral (algunas quieren llamarlo “político”) que sufren algunas de estas lideresas en sus municipios. Tal parece que llegar a este importante cargo exige a las mujeres “aguantar” de todo, como para recordarnos que, aun a estas alturas del siglo XXI, en el fuero íntimo de la masculinidad y el patriarcado, nuestro “deber ser” femenino es la sumisión, la reproducción y el espacio privado del hogar, y no “jugar” de importantes en un cargo público como el de la alcaldía, ocupado ancestralmente en nuestra democracia por insignes varones.

De una u otra forma, lo reafirma la magistrada del Tribunal Supremo de Elecciones, Eugenia Zamora, con su contundente declaración para la revista: “Si usted decide que va, como Hanna Gabriels, a pelear en el campo del boxeo, pues debe saber que usted no va a jugar jacses”... Puede sonar duro, pero es cierto.

El juego de la política y de muchos espacios públicos, es cruel, hipócrita, cínico, degradante y no podemos ser cándidas ante ello. Tenemos que prepararnos.

Debido a los avances en materia de paridad electoral que hay en nuestro país –conocido como acciones afirmativas o cuotas de representación femenina--, las costarricenses afectas a la política partidaria, han ido abriéndose espacio en ese terreno altamente competitivo. Desde finales de los años 90 las diferentes acciones afirmativas de cuotas, permitieron abrir más los espacios que, de otra manera, no hubieran sido posibles; pero los largos siglos de opresión, invisilización y ausencia de las mujeres en estos espacios de poder, no se acaban de la noche a la mañana.

Desde los estudios de género y el avance en los derechos de las mujeres, queramos o no, se han ido desmantelando muchos esquemas y supuestos que han impedido a las mujeres ejercer esos derechos. Tan solo hace 64 años las costarricenses no podíamos votar, por ejemplo, y hoy ostentamos algunos de lo índices más avanzados en materia electoral en lo que respecta a liderazgo político de las mujeres; tenemos un 38,6% de representación femenina en la Asamblea Legislativa y el 85% de las vicealcaldías están en manos de mujeres (son 81 los municipios que hay en el país).

Pero no podemos ser cándidas y hay que “aprender” el juego de la política. El reportaje de las vicealcaldesas demuestra que las cinco entrevistadas (Elieth Artavia, de Los Chiles; Cynthia Small, de Limón; Dinorah Barquero, de Alajuela; Glenda Robinson, de Matina, y Marcela Guzmán, de San Isidro de Heredia), han aguantado todo tipo de vejámenes y malas jugadas de sus jefes los alcaldes, según denuncian. Pero siguen incólumes en su gestión, sin tirar la toalla. Y merecen nuestro reconocimiento y apoyo. Nada de críticas ni palabras de desaliento, que la división de género es una de los principales obstáculos para el avance de nuestros derechos como ciudadanas plenas. Todos los seres humanos cometemos errores y no es justo cobrárselos más caro a las mujeres.

El liderazgo que hemos aprendido, la ciudadanía en general, es el masculino, sin duda; pero de unas décadas para acá, las féminas hemos ido imprimiendo un estilo diferente de gestión de mando y liderazgo, que hasta las grandes escuelas de negocio del mundo lo han reconocido. Solo nos queda reconocérnoslo con nosotras mismas, apoyarnos y revertir aquello de :”la que se mete, aguanta”.