Dormir bien, el secreto de la juventud

Cada vez es más común sacrificar horas de sueño para sacar adelante nuestras labores diarias. Sin embargo, es justo decir que esta renuncia al descanso tiene muchas implicaciones negativas para la salud a corto y largo plazo.

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Dormir es una actividad que todos realizamos a diario y precisamente por ser parte de nuestra rutina no siempre valoramos su importancia. Algunas personas tienen problemas para conseguir un sueño reparador y experimentan consecuencias sobre su salud física y mental, con efectos directos en su rendimiento. Esto se debe a que el sueño es una una función biológica que juega un papel vital en la conservación de energía, la regulación metabólica y la preservación de la memoria, entre otros.

Sin embargo, no se trata solo de dormir muchas horas, sino de conseguir descansar. La doctora Liliana Estrada, de la clínica del sueño SleepMed, asegura que primero se debe entender el concepto de dormir bien, ya que este puede verse afectado por distintos factores que van desde el no dormir suficientes horas (lo recomendado para una persona adulta varía entre 7,5 y 8,5 horas) hasta el padecer un trastorno en el que la persona no logre obtener un sueño de “calidad”, a pesar de cumplir con cantidad de horas de sueño necesarias.

Si bien es cierto todos nos hemos desvelado en algún momento de nuestra vida, y muy probablemente experimentamos somnolencia e irritabilidad al día siguiente, este cansancio es pasajero y se supera con agregar un par de horas de sueño. No obstante, cuando no logramos dormir adecuadamente por un período más prolongado, el problema es más serio. Estrada explica que se trata de “una deuda de sueño acumulativa que va provocando otras disfunciones”.

El precio del mal dormir

Una consecuencia lógica es el cansancio durante el día, lo que aumenta la probabilidad de accidentes en quienes conducen vehículos o manejan maquinaria. Es decir, no dormir se convierte en un peligro no solo para nosotros mismos, sino para otros a nuestro alrededor.

A nivel interno, el sistema inmunológico es el que más sufre. Una persona cansada es más propensa a contraer un resfriado y su proceso de recuperación se dificulta. También se incrementa el riesgo de enfermedades virales, la rápida evolución de infecciones bacterianas e incluso el riesgo de desarrollar tumores malignos.

Asimismo, un sueño de baja calidad se vincula con complicaciones relacionadas con el corazón, como presión alta y obstrucción de las arterias. Otros padecimientos asociados con la falta de sueño son obesidad, diabetes y problemas de tiroides.

En el ámbito mental y emocional, no dormir suele provocar mal humor a lo largo del día. Esto porque, al no obtener descanso, las regiones emocionales del cerebro trabajan a alta velocidad lo que nos vuelve más reaccionarios. A la larga, aumenta el riesgo de sufrir depresión y trastornos de ansiedad.

Además, las personas se tornan más olvidadizas, lo que les dificulta concentrarse en las actividades diarias académicas y laborales. “Es como si nuestro cerebro estuviera apenas tratando de mantenerse despierto, pero, para hacerlo, una serie de funciones del cerebro se ven sacrificadas”.

Tips para dormir mejor

  • Haga ejercicio al menos tres veces por semana durante el día.
  • Cene lo suficiente y liviano. No se acueste con sensación de llenura.
  • Reduzca el consumo de alcohol, tabaco y bebidas con cafeína después de las cinco de la tarde.
  • Evite las luces fuertes y brillantes (incluidos aparatos electrónicos) al menos 2 horas antes de dormir.
  • Váyase a la cama solo si siente sueño. Utilice su dormitorio únicamente para intimar con su pareja y dormir.

¿Por qué no logramos conciliar el sueño?

La sociedad en la que vivimos es cada vez más productiva y, por ende, más competitiva. En este nuevo orden que funciona las 24 horas del día, dormir no se considera prioritario, al punto que sacrificar el sueño es aplaudido como un hábito que lleva al éxito.

“Las personas están ocupadas todo el tiempo, continuamente privadas del descanso y con una deuda de horas de sueño. Sin embargo, no nos damos cuenta de las consecuencias a corto y largo plazo”.

Estrada indica que es común recibir pacientes que consideran no necesitar más de cuatro horas de sueño por día y reportan sentirse activos durante la mañana. Sin embargo, señala que en esos casos se trata, más bien, de la adaptación del cuerpo al estrés provocado por la falta de sueño.

“Los ticos no nos salvamos de esta epidemia del mal dormir; tenemos muy malos hábitos de sueño: mantenemos hasta tres trabajos, llegamos tarde a casa, usamos dispositivos electrónicos generadores de luz azul antes de dormir, nos acostamos tarde y nos levantamos temprano con ayuda de un despertador porque estamos privados de sueño y nuestro cuerpo requiere dormir más horas”.

El sueño a lo largo de la vida

  • Infancia: Durante los primeros años de vida, es normal que los bebés pasen gran parte del tiempo durmiendo (más de 70 % del día). Sin embargo, ya entre los 6 y 12 años deberían dormir entre 10 y 12 horas. Un mal dormir afecta su peso (tendencia a la obesidad), altura (retraso de crecimiento), rendimiento académico y estabilidad emocional, pues puede generar mal humor y una predisposición a la timidez.
  • Adolescencia: Lo recomendable es que los jóvenes duerman entre 8 y 10 horas. Se debe evitar el uso de dispositivos móviles, computadoras y televisión a altas horas de la noche. Al igual que en la infancia, la falta de sueño ocasiona problemas de peso y concentración. Además, puede dificultar el proceso de recuperación de resfriados.
  • Embarazo: Si bien el sueño se puede ver afectado por los síntomas del embarazo que incomodan a la madre, es recomendable que duerma 8 horas diarias para gozar de mejor humor y menos cansancio. Esto, además, contribuye al desarrollo del bebé.
  • Tercera edad: Aunque se dificulta llegar a las etapas más profundas del sueño, es común observar que los adultos mayores duermen menos. Lo recomendable es que descansen entre 6 y 7 horas diarias para mantener un buen humor, la capacidad de concentrarse y la retención de la memoria.

Fuente: Dra. Liliana Estrada, de la clínica del sueño SleepMed