Una profusa inmersión que acumula décadas

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El trabajo de la espeleología costarricense ha hecho grandes esfuerzos por salir a la superficie terrestre.

A nivel global, se sabe que las primeras exploraciones en cavernas las hizo Édouard Alfred Martel en 1895. En nuestro país, sin embargo, los primeros esfuerzos por ingresar a las cavidades subterráneas, se realizaron a finales de la década de los años sesenta.

En el Anecdotario Espeleológico Costarricense , Carlos Goicoechea escribe sobre los incipientes acercamientos a las cavernas, cuando para descender solo se disponía de escaleras con cable de acero y lámparas de carbura, muy distintas las cuerdas especiales o las modernas luces LED utilizadas por los expertos de nuestro tiempo.

Después de varios meses de entrenamiento y de probar materiales para escaleras, en 1967 un grupo de miembros del Club de Montañeros de Costa Rica (CMCR) se aventuró a probar suerte en un descenso vertical, poco tiempo después crearon la división llamada Grupo Espeleológico.

Por varios años Barra Honda fue el objetivo único de los espeleólogos locales que, inicialmente, tuvieron la idea de explorar por completo la zona, antes de trasladarse a algún otro foco de formaciones kársticas.

Ahí entonces, el primer descenso al que ingresaron los costarricenses fue el pozo Ciento Diez, el 16 de setiembre, 1967. Le seguirían a partir de entonces la caverna Terciopelo, pozo Hediondo, sima La Trampa y otros más, entre ellas la ahora famosísima caverna de Venado.

Uno de aquellos entusiastas fue Guillermo Cortés (fallecido en 2013), el primer nacional en descender a una caverna. Un honor similar tendría años después su esposa, Daisy Cárdenas, la primer mujer en aventurarse en estas lides, en la sima Terciopelo, en 1968.

Las cavernas de la zona sur comenzaron a ser inspeccionadas hasta 1982, cuando tres espeleólogos hicieron una misión especulativa por avión hasta Palmar Sur.

En 1985 Cortés fundó la Asociación Espeleológica de Costa Rica dando paso a una nueva generación de espeleólogos locales que han ganado experiencia por la visita de expertos de otros países, así como por los viajes a cavernas en el exterior.

Daniele Rocchi asegura que, sin ese trabajo de profundidad de antaño, los espeleólogos de hoy no podrían lograr avances tan profundos.