Tinta fresca: Se buscan héroes, por Cristian Cambronero

¿De qué se nutren entonces nuestras pasiones?

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Si me ponen a elegir, prefiero un país de héroes, que uno de milagros. Pero mala suerte la mía; en esto también pertenezco a la minoría: este es un país sin héroes. Y cuando nadie lo esperaba –ni mucho menos, contaba con ello– aquí donde “no pasa nada desde el Big Bang ”, ocurrió un milagro.

La dimensión épica que adquirió hace algunas semanas la historia del milagro local que hace santo a Juan Pablo II, es un llamado de atención: nuestra prensa, como nuestro pueblo, tiene sed de figuras. Buscamos con desesperación héroes, o milagros.

Los héroes no son una cosa menor. Para los países y sus pueblos son referentes esenciales para la construcción de la identidad nacional. Son los ejemplos que seguimos, los estandartes de lo que fuimos, somos y queremos ser. El de nuestro país es un caso curioso. Costa Rica tiene solo dos héroes históricos. El más icónico, un soldado humilde rodeado de un aura más cercana a la leyenda que a la historia, y construido en buena medida sobre tradición oral de finales del siglo antepasado. Casi como los milagros.

Por supuesto que vivimos rodeados de héroes cotidianos, de esos que hacen posible la vida misma en circunstancias imposibles. También abundan los ejemplos de compatriotas exitosos en sus ámbitos profesionales, académicos, artísticos, deportivos; y seguramente la mayoría de esas historias no las conocemos. Miles de héroes igualiticos invisibilizados por la falta de pompa y circunstancia. Esos son los referentes propios, el héroe que nos inspira a cada uno. El que falta entonces, es el héroe contemporáneo descollante; el que se acerca al mito e impacta en la historia del país. Pero cabría preguntarse también si tenemos mártires, o grandes villanos, o enemigos públicos, o grandes causas comunes. Y es que ¿de qué se nutren entonces nuestras pasiones?

El problema con los pedestales para los mitos, cuando están vacíos, es que los ocupe cualquiera. Que, como no pasa nada, algún día nos encandile cualquier chispa, y nos hipnotice cualquier cantar. Un caldo de cultivo idóneo para la aparición de charlatanes populistas, y para la manipulación de la fe y las convicciones de la gente, con fines oscuros como sotana de obispo.

Así que llegó la hora de todos los héroes. Del triunfo de la razón, la educación y el conocimiento. De la capitalización del esfuerzo, la disciplina y la constancia. De gestas asombrosas que planten el camino para el futuro de Costa Rica. Este país en el que, con mucha frecuencia, parece que hasta ahora todo ha sido un milagro.