Tinta fresca: "La ilusión de elegir", por Diego Delfino

“Nadie es tan esclavo como quien se cree libre sin serlo”. Goethe

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Tomás, el gato moderador, me mira con desconfianza. Le cuesta creer que estoy escribiendo esto. Le cuesta creer que el azar me trajo aquí, para poner en papel lo que pienso, sin que oposición alguna mine estas letras desde mi pantalla hasta la imprenta, cuando ya el sinsentido de este ensayo sea inevitable. Y masivo.

Tomás duda, no sabe si yo engaño al sistema o el sistema me engaña a mí; pero aquí estoy, viajando hasta usted en la misma revista desde la cual su próximo presidente le habla seductor, galante, escondiendo colas y cuernos, pelando los dientes en panorámica 3D. En su lugar yo no sabría a quién creerle, pero desconfiaría, especialmente, del tipo irreverente de barba: con seguridad no sabe de lo que habla (aunque tal vez sí sabe cuánto cuesta un litro de leche).

A menudo no sé que se espera de mí, pero Tomás sí lo tiene claro: más de la cuenta. “Don Diego, le llamábamos para invitarlo a formar parte de una campaña en pro del voto joven, queremos generar conciencia en torno a la importancia del sufragio y nos gustaría que usted, como joven líder de opinión, forme parte de este esfuerzo”.

Perdón pero, ¿con qué cara le voy a decir yo a nadie qué debe o no debe hacer con su voto? Lo que es más: ¿en qué momento dejaré de ser joven y desde cuándo soy líder de opinión? Está claro que un país cuya Presidenta tuitea indignada reclamando a Copa Airlines por un vuelo que se atrasó (¡ay, la trageeeedia!) está muy necesitado de líderes… pero créanme que quien firma con costos podría dirigir a un equipo micro-mosco de Futsala. Cinco niños de seis años volando patadas y soltando alaridos bastarían para motivar el exilio definitivo rumbo a la República Libre y Atemporal de Puerto Viejo.

No, no acabo de describir a la Asamblea Legislativa. ¿O sí? Que me perdonen los niños.

George Carlin pensaba que si un país tiene ciudadanos ignorantes y egoístas… con toda certeza sus líderes también lo serán. “Tal vez… tal vez no son los políticos quienes apestan, tal vez somos todos”, sugería, con una sonrisa malvada. Al otro lado del mundo, un escritor uruguayo complementó, sin saberlo, al cómico estadounidense. Decía Eduardo Galeano: “No es muy alentador el mundo donde hemos nacido”. Presa de la nostalgia con la que nació impregnada su voz, cantó entonces Manú Chao: “Soñé otro mundo, soñé conseguirlo, lo conseguí soñando”.

¿Votar o no votar? Yo no aspiro a convencer a nadie de nada, mucho menos a imponer credos, dogmas, banderas o estribillos. Esperaría, a lo sumo, un trato recíproco. Si el que peca y reza empata, yo prefiero perder con las botas puestas todas las veces... La senda del perdedor también tiene su encanto, que es el encanto de la libertad de la que habló Paul Anka en la voz de Sinatra.

Mi voto entonces no es de oposición, ni de protesta, ni de moda, ni de descontento. No es anarco , revolucionario, liberal ni progre , no es de izquierda ni derecha, nulo ni blanco. Mi voto es de conciencia y mi conciencia es mi última trinchera, porque la libertad es libre... o no es. Como mi voto. Que no será. Y por lo tanto es.