Tierra, boñiga y caña: La historia de cómo rescataron una antigua casona en Desamparados

La casa Delgado Carvajal fue construida en el siglo XIX y se dice que fue la primera escuela de San Antonio de Desamparados. Sus dueños la restauraron para conservar el patrimonio histórico pues estaba en un avanzado estado de deterioro; pronto esperan abrir sus puertas al público.

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Entre cafetales, fincas ganaderas y cultivos de maíz, caña de azúcar y frijol, allá por los años entre 1850 y 1870, don Juan Bautista tomó la decisión de hacer un espacio en su finca y construir una casona en San Antonio de Desamparados.

En aquel entonces, en el caserío habitaban unas 680 personas, que se dedicaban principalmente a la agricultura y la ganadería.

Muy de la época, la casa blanca contaba con un amplio corredor, techo de teja y paredes de adobe y bahareque.

Se dice que en sus inicios fue una escuela, la primera del pueblo; sin embargo, también se dice que fue una casa… En fin, son relatos que han pasado de generación en generación y ahora no tiene certeza de cuál fue la intención inicial del levantamiento del inmueble.

“Siempre se ha dicho que fue la primera escuela de San Antonio, pero no lo podemos asegurar; es solo un dato que nos cuenta la gente. Es la historia que pasa de palabra en palabra y de persona en persona en la comunidad”, explica Rafael Flores, coordinador de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Desamparados.

Lo que sí es una realidad es que años más tarde de su construcción, don Roque Mora adquirió la propiedad y, luego, se la vendió al matrimonio conformado por Eladio Delgado y María Carvajal, quienes vieron crecer a su hijo José Luis Delgado Carvajal en ese espacio. Años más tarde, Delgado Carvajal se convirtió en el dueño.

“Para la época en la que la familia Delgado Carvajal compró la finca había muy pocas viviendas en San Antonio y lo que existían eran grandes cafetales”, explicó el historiador Carlos Manuel Zamora en el estudio técnico del inmueble, realizado por el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural en el 2002.

Vicho, como le llamaban de cariño a don José Luis, se convirtió en un personaje del cantón y los vecinos iban a la afamada casa Delgado Carvajal por chayotes, plátanos, leche o queso.

“Era una persona muy conocida; él y su familia eran gente muy importante para esta comunidad. Entonces, siempre ha estado en el corazoncito como parte del pueblo de San Antonio”, detalló Flores.

Hoy, más de un siglo después de aquella construcción, la casa se mantiene en pie, aunque algunas cosas han cambiado. Ya no es una casona ubicada en medio de una finca cafetalera. San Antonio pasó de ser una zona rural a una comunidad con múltiples viviendas de concreto, carreteras y negocios comerciales.

Se ubica 100 metros al este del cementerio local y tiene unos 200 metros cuadrados. En un principio, la casa era más pequeña y, con el paso de los años, el inmueble se fue agrandando dadas las “disímiles necesidades que han tenido los diferentes ocupantes de la vivienda a lo largo de su existencia”, detalló el historiador Zamora.

Si bien las ampliaciones no eran originales, asegura el especialista, sí eran bastante antiguas.

Por ejemplo, los pisos de la casa son de mosaicos rojo y amarillo y, según el estudio técnico, fueron colocados en 1950, como parte de una remodelación. “Muy posiblemente cuando se construyó la casa fueron de tierra apisonada”, agrega Zamora.

Sin embargo, ninguno de los cambios había contribuido a conservar la infraestructura, que se estaba deteriorando. De hecho, para el 2020, ya era urgente una intervención y sus propietarios pusieron manos a la obra.

Un compromiso familiar

La casa Delgado Carvajal fue declarada como Patrimonio Histórico Arquitectónico en el 2007, según el Decreto Ejecutivo número 33685-C. Siete años más tarde, en diciembre del 2014, la familia Koo Li adquirió la propiedad.

Steven Koo confiesa que, inicialmente, la familia en pleno desconocía que se trataba de una edificación patrimonial –y las obligaciones que conllevaba–, pero al ver el tipo de arquitectura del inmueble sintieron la curiosidad y buscaron información. Leyeron y se empaparon de su historia.

“Sabíamos que era una casa con arquitectura criolla, pero fue luego que leímos sobre la historia de la misma: que perteneció a la familia Delgado Carvajal, que la construyó a finales del siglo XIX. Allí nos dimos cuenta de su antigüedad y la importancia que tenía para la comunidad. Con solo pensar que esta fue la primera escuela de San Antonio de Desamparados, uno se da una idea de la cantidad de generaciones que crecieron viendo esta casa”, relató.

Debido al maltrecho estado de la vivienda, la familia inició los procesos para su mantenimiento, como lo estipula el Centro de Patrimonio Cultural. Ninguna de las partes (incluída la Municipalidad de Desamparados) estaba dispuesta a que una pieza arquitectónica tan valiosa se perdiera.

“Cuando adquirimos la casa, estaba en un estado de deterioro avanzado por falta de mantenimiento y problemas con indigentes. Tuvimos que poner una cerca para evitar el acceso hasta tener los recursos y permisos para la remodelación. La restauración era necesaria, pero por ser una casa patrimonial no se puede restaurar con materiales ni técnicas modernas y había que hacer el proceso correcto con las entidades correspondientes”, detalla Koo.

Una vez que coordinaron con el Centro de Patrimonio Cultural y la Municipalidad de Desamparados y después de un fallo judicial que obligaba a los dueños a realizar las mejoras, procedieron a avanzar con la intervención de la casa, con la intención de devolverle su valor.

“Ha sido un proceso de aprendizaje sobre los mecanismos de preservación para obras arquitectónicas de este tipo”, agrega Koo.

Intervención profunda

En el 2020, finalmente la casa de adobe, bahareque y madera fue sometida a una restauración.

La arquitecta Sarita Marín, contratada por la familia Koo Li para realizar el trabajo, relató al Centro de Patrimonio Cultural que el proyecto tomó al menos tres años desde el momento en que se decidieron hacer las mejoras.

La experta explicó que en la casona existen tres técnicas de construcción (la madera, el adobe y el bahareque) que se trabajaron de forma simultánea.

Se requirieron refuerzos en paredes y pisos, así como labores de varios especialistas que ayudaran a conservar el patrimonio.

Marín explicó que se restauraron ventanas, puertas, vigas, cielos, paredes y pisos de madera, así como paredes de adobe y bahareque, que estaban prácticamente destruidas.

“Tal vez un 50% de la casa fue totalmente restaurada”, detalló la arquitecta.

Para iniciar el proyecto, los expertos tomaron como referencia un estudio sobre el reforzamiento estructural de la vivienda, hecho por Ariel Solís como trabajo final de graduación en Ingeniería Civil de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Y así se pusieron manos a la obra. El principal refuerzo consistió en un entramado de madera a ambos lados de los muros de adobe y amarrados entre sí por varillas.

Además, fue necesario reconstruir algunos segmentos de los muros y, para ello, se debieron elaborar bloques de adobe. El repello para adobe se hizo utilizando cal, boñiga y arena.

En el caso del muro de bahareque, se levantó utilizando la misma técnica y materiales como caña, teja y tierra.

“Desde hacer el adobe, con la tierra, la boñiga, paja y agua para dejar secar los bloques un mes y poder colocarlos. En las paredes de bahareque, tuvimos que poner la caña brava y también barro con boñiga para hacer la restauración”, relató la arquitecta Marín al Centro de Patrimonio.

La restauración concluyó en el 2021. Hoy luce remozada y ha recobrado la vida que con el paso de los años había perdido.

Sin embargo, por ahora allí no vive nadie. La intención de la familia es poder abrir un negocio en el sitio que cumpla con la conservación de la vivienda y que muchos costarricenses tengan la oportunidad de conocer el interior de esta joya arquitectónica.

Los Koo Li aún no saben qué negocio pondrán, si un restaurante o una cafetería; independientemente, el lugar abrirá las puertas al público y será una oportunidad para que quienes la visiten se trasladen a finales de los años 1800, cuando sus antepasados, como se cuenta en San Antonio, estudiaban allí.