Sumérjase en el maravilloso mundo de los libros leídos: las compraventas se niegan a morir

En San José centro, tres negocios están llenos de historia, magia y fantasía. Libros y revistas antiguos son los amos y señores de estos lugares que se mantienen con vida, pese al auge de la Internet.

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Al entrar a Libro Azul, el olor a papel viejo nos embarga. El amante de los libros sabe a qué me refiero. Ese aroma inconfundible de una biblioteca que guarda años y años de historias, de cuentos cargados de fantasía y magia, de páginas escritas con conocimiento.

Sí, un libro nuevo huele bien, pero el aroma de uno viejo que carga con el trajín de las muchas manos que han pasado por sus hojas, es algo extrañamente satisfactorio.

Los estantes están ordenados en un maravilloso desorden que don Mariano Víquez, el librero de este negocio, conoce a la perfección.

Cada título tiene su espacio único, alguno pasará desapercibido ante los ojos de los clientes, otro saltará a la vista como si tuvieran vida propia y dijera: “Aquí estoy, lléveme”. Unos son pequeños, otros grandes; hay unos con pocos años de publicación y está el tesoro más grande que resguarda Libro Azul: un libro religioso que ya suma 200 años.

“Este es el abuelito”, dijo con orgullo don Mariano, mientras lo saca con cuidado de un estante especial, que está detrás de la caja registradora, otra joya histórica que adorna la librería y aún está en funcionamiento después de más de 60 años de vida. El libro muestra el inevitable paso del tiempo: no tiene portada y su tapa dura está muy desgastada, pero se mantiene luchando contra los años.

Lo mismo pasa con las compraventas de libros usados –mejor dicho, ya leídos– que siguen impávidas ante los avances tecnológicos, los cambios que ha sufrido el San José que las vio nacer y el corre corre de los transeúntes que pasan frente ellas, incluso sin notarlas.

Estos negocios se rehúsan a morir. Los mantienen vigentes aquellos clientes fieles que ya pintan canas, pero también aquellos más jóvenes que aprecian la lectura y saben del valor de esas joyas, que muchas veces son únicas.

Son lugares que hasta cierto punto se convierten en una especie de hogar fuera de la casa, un espacio donde una tertulia sobre literatura nunca falta, donde se comparte un café, donde se dan recomendaciones, críticas y, ¿por qué no?, una que otra discusión sobre cuál autor es mejor que el otro.

Leyendo se aprende a expresarse verbalmente y por escrito porque nuestro cerebro aprende al estilo que lo hacen los autores que leemos. Leer es la forma en que nuestro cerebro aprende a la par de los maestros

— Manuel López, librero de El Erial.

Ningún libro es discriminado. Es igual de importante el texto sobre paternidad joven que una novela romántica. Los coleccionistas buscan tanto la revista de Condorito como los libros de Cervantes.

Aquí sí es cierto que hay de todo para todos los gustos porque una compraventa es como un cofre del tesoro: no se sabe qué se hallará, pero lo que sí es seguro es que será una joya.

Libro Azul, El Erial y Libros Expo 10 son tres de estos cofres del tesoro que esconde San José. Los visitamos y conocimos sus historias que, como los valores que resguardan, están llenas de maravillosas aventuras.

Libro Azul

“Usted aquí encontrará siempre al menos cinco personas”, dijo Jorge Brenes, uno de los clientes fieles de Libro Azul y quien visita el negocio sin falta al menos dos veces a la semana desde hace cinco años. Y sí, lo comprobamos mientras conversábamos con don Mariano sobre la librería que fundó hace 32 años.

Antes de emprender su negocio, don Mariano ya tenía experiencia porque trabajó durante ocho años en la librería El Quijote, que estaba ubicada cerca del Teatro Nacional, allá a finales de la década de los años 80.

“Empecé como empleado y fui aprendiendo el oficio. Estaba muy jovencito; tenía como 20 años. Fue mi primer trabajo formal. Ahí me enamoré de los libros y me quedé con los libros para toda la vida. Como yo estaba muy joven y a estos lugares llegan muchas personas adultas, aprendí de ellos; fueron mis amigos y mis maestros”, recordó con cariño este librero.

Tras sus ocho años en El Quijote, la vida de Mariano fue cambiando. Llegó el matrimonio y también los hijos así que él necesitaba más ingresos para atender a su familia, por lo que tomó la decisión de emprender en solitario.

“Empecé la venta con los libros de mi propia colección. Tenía una estantería muy pequeña”, contó. Su primer negocio lo tuvo justo en la calle frente a donde se encuentra Libro Azul en la actualidad (300 metros al sur y 50 al este de la Catedral Metropolitana).

Ese espacio estaba ubicado junto a un comercio muy conocido en el San José de la época: la tienda de ropa usada El Ropero de San Antonio. Allí estuvo durante 18 años hasta que el espacio se hizo pequeño para la gran colección que fue acuñando.

El debate sobre cuántos libros puede tener Mariano en su librería fue intenso cuando le hicimos la pregunta. Él calculó que podía haber unos 25.000 volúmenes, Jorge dijo que un millón y Luis, otro cliente infaltable, aseguró que unos 10.000. “Imagínese que en todos los estantes tengo doble fila”, afirmó el librero señalando un espacio de la librería.

¿Qué hay en Libro Azul? La respuesta es: de todo. Historia, filosofía, novelas, literatura costarricense, política, cuentos... De todo.

“Aquí vienen a buscar libros que normalmente no encuentran en librerías grandes como la Universal o la Internacional, porque se dejaron de publicar hace muchos años. Unos vienen con una idea y se llevan otro libro totalmente diferente porque tal vez no encuentran lo que buscaban, pero se topan con algo interesante”, explicó el librero.

Con su experiencia y con los años que tiene al frente de la librería, Mariano sabe perfectamente dónde puede hallar un título que un cliente le pide, aunque hay más de un vivazo que si se topa algo interesante y no anda dinero, lo esconde para volver por esa joya otro día.

“Generalmente, yo llego donde está el libro. Posiblemente se me va a ir uno que otro, pero la mayoría los tengo identificados”, explicó.

Hay un detalle muy especial en Libro Azul y es que la tecnología no es importante en este espacio. Para Mariano es más enriquecedor hablar de libros y recomendar a partir de su propia experiencia que buscar un título en una base de datos de Excel y nada más decirle al cliente en qué estante está.

¿Dónde están?

Libro Azul

Libros Expo 10

El Erial

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En Libro Azul no venden por Internet; siguen apegados al contacto humano, al intercambio de experiencias y conocimientos. “A mí me gusta que la gente venga. Tal vez llegará el momento en que venda de la otra manera, pero por ahora no porque me siento muy satisfecho cuando vienen, me preguntan y los veo salir con un libro en las manos”, expresó.

La librería se mantiene estrictamente bajo el concepto de compraventa, no siempre hace trueques, pero depende mucho del material que se vaya a negociar. Sobre el auge de los libros digitales, don Mariano dice que aunque haya muchas opciones para leer en pantallas cree que nada suplantará la experiencia de leer en papel.

¿Qué pasará cuando llegue el tiempo de su pensión? El librero ya está pensando en opciones. Sus hijas se dedican a otras profesiones, así que ve viable enseñarle el oficio a una persona joven para encargarle la librería y él visitarla de vez en cuando, para seguir en las tertulias con sus viejos amigos.

Libros Expo 10

Una necesidad fue la que llevó a Rónald Chinchilla a aventurarse a un negocio que jamás pensaría que lo llevaría a sacar adelante a su familia desde hace ya 34 años: la compra y venta de libros usados.

Don Rónald es un apasionado de la literatura y de la música. Hace más de tres décadas tomó la decisión de retirarse de su trabajo como ejecutivo en una empresa y vivir tranquilo con sus ahorros escuchando música y leyendo.

No obstante, una situación económica le cambió los planes drásticamente. “Le di una fianza a una persona que quedó mal y, como dice el dicho: hacha y calabaza, se perdió todo. Entonces tuve que buscar cómo pagar yo”, recordó el librero.

Ante la situación, tomó la dolorosa decisión de poner en venta su amplia colección, que ya superaba los 5.000 libros y discos de larga duración.

“Los primeros días me daba vergüenza porque primero no sabía vender y segundo yo no estaba acostumbrado a esto. Sin embargo, de una situación complicada salió algo positivo que me ha hecho feliz; ahora, me siento muy orgulloso. A esa persona que me quedó mal ni siquiera le tengo resentimiento, más bien le doy gracias porque me trajo a este camino”, dijo.

Al principio de su negocio le costó mucho deshacerse de sus tesoros ya que para él los libros y los discos tenían un valor sentimental muy alto, pero aún así siguió adelante y no se arrepiente de nada. “Si algo me ha llenado es haber entrado en este campo; al final recuperé más de lo que hubiera podido imaginar”, afirmó.

Calcular cuántos libros, discos de larga duración, CD y casetes hay en la librería de don Rónald es imposible. El local donde están ubicados actualmente (225 metros al este de la Clínica Bíblica) no alcanza para guardar toda la mercadería así que tiene dos bodegas donde hay muchos otros materiales.

“No puedo decir que hay de todo, pero sí hay mucho, demasiado, más bien”, dijo entre risas.

La clientela de Libros Expo 10 es tan variada como las temáticas de libros que hay en el lugar. Don Rónald comentó que llegan muchas personas mayores, pero que también jóvenes que van a su negocio a comprar libros y revenderlos, en su mayoría estudiantes universitarios que encuentran en este intercambio un apoyo para ayudarse económicamente con sus estudios.

Sobre los lectores, el librero considera que hay un mercado bastante pequeño, pero que es muy fiel.

Para este comerciante, la pandemia fue, curiosamente, un impulso. Don Rónald aseguró que la cuarentena obligatoria que vivimos fomentó la lectura en personas que no estaban tan acostumbradas a leer. Además, en Libros Expo 10 aprovecharon las facilidades de las redes sociales y el alejamiento físico para iniciar una nueva estrategia: las ventas por Facebook.

“No creo que el libro vaya a desaparecer. En una fila, el mejor amigo es un libro, en un bus también. Si pensamos en eso, una tableta es hasta peligroso andarla en la calle o en el bus”, aseveró Rónald Chinchilla, de Expo 10.

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La página de Facebook de la librería se ha convertido en un espacio que los clientes disfrutan para intercambiar opiniones y hasta para “pelearse” por algún libro. Cada sábado, la librería publica una serie de títulos con precios especiales. De esta forma le hace promoción del negocio y hasta ha creado una comunidad virtual de lectores.

“No creo que el libro vaya a desaparecer. En una fila, el mejor amigo es un libro, en un bus también. Si pensamos en eso, una tableta es hasta peligroso andarla en la calle o en el bus”, aseveró.

El Erial

La palabra Erial significa tierra o campo sin cultivar ni labrar y ese concepto le cae muy bien a la librería El Erial, que fue fundada en 1943 por Carlos María Valverde, en San José, al final del Paseo de los Estudiantes. Hoy, el orgulloso dueño del negocio es Manuel López Mora, quien se lo compró a don Carlos a principios de la década de los años 90.

El inicio de El Erial se dio con la venta de la colección personal de don Carlos, quien había sido empleado de la librería Lehmann. Todo empezó con la compra, venta y trueque de libros y revistas. Eso sí, la historia del actual dueño con el negocio es tan fantástica como muchos de los libros que tiene en sus amplios y bien organizados estantes.

“Yo aprendí a leer antes de los seis años y desde entonces no paré. La pasión por los libros siempre la he tenido, pero conocí El Erial a inicios de los años 70 cuando era estudiante universitario y no tenía ni un cinco de plata. Visitaba la librería y don Carlos me prestaba los libros”, recordó don Manuel.

Años más tarde, siendo empleado del Banco Popular, seguía visitando El Erial que, para finales de 1989, estaba ubicado frente a la escuela España. “Un día hablando con don Carlos le pregunté si necesitaba un ayudante y me dijo que no porque podrían llegar a desordenarle todo, pero me dijo que, como a mí me encantaban los libros y como trabajaba en el banco, podía sacar un préstamo y comprarle el negocio”, recordó.

La propuesta no le sonó mal y después de varios meses de conversaciones cerró el negocio. Don Manuel compró El Erial el 11 de enero de 1990.

Durante un tiempo siguió el local frente a la escuela España, pero años después se trasladó a su actual ubicación: 100 metros al oeste de la Corte Suprema de Justicia, en San José.

“Aquí hay como 25 secciones desde negocios, contabilidad, historia de Costa Rica, de Centroamérica, mundial. Hay arte, arquitectura, psicología, ciencias naturales, esoterismo, religión; libros en inglés, francés, alemán, italiano y portugués. Hay de todos los campos. Lo único que no va a encontrar aquí es pornografía, ese fue un requisito de don Carlos”, contó don Manuel.

El secreto de que El Erial se mantenga con vida es muy sencillo, según el librero: todos los libros son relevantes aunque sean viejos. “Hablo de libros viejos, de libros leídos, no usados. Todos tienen una nueva vivencia cuando alguien se los lleva”, explicó.

Además ese servicio personalizado que el especialista, sí especialista, en literatura le brinda a los clientes es algo que seguirá manteniendo a las compra y ventas. “Yo tengo 66 años de leer; entonces, podría decir que sé un poco de lectura, de textos, de temas, de autores, de editoriales. Eso es ideal en un librero”, dijo.

Mientras don Manuel nos atendía, llegó una clienta especial. Es una profesora costarricense que vive en Francia. Ella se había puesto en contacto con la librería para que le consiguiera unos títulos para llevarse a su país de residencia, pues allá es muy difícil encontrar literatura tica.

“Este intercambio sirve para promover y fomentar la cultura. Imagínese lo que es llevar un libro de un autor costarricense fuera de nuestras fronteras. Quién sabe en manos de quién llegará a estar”, comentó don Manuel.

En El Erial también han echado mano de las redes sociales para promover la venta y la compra de los libros. Le facilita que lleguen más títulos a lugares como Puntarenas y Pérez Zeledón, donde tiene clientes muy fieles.

“La gente pide libros que han buscado por años, que pueden encontrar en una biblioteca pública, pero que ellos quieren para sus colecciones personales. Son tesoros que cuidan con mucho amor”, agregó el librero.

Yo los limpio, los reviso, les pongo un sello y los acomodo. Esta es mi vida. No he pensado en el retiro; mi esposa dice que me imagina con 98 años sentado en una mecedora diciendo: ‘pase, pase adelante’”, Manuel López, de El Erial.

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Haciendo un cálculo a puro ojo, don Manuel comentó que en su librería podrían haber al menos unos 15.000 títulos de todo tipo de temáticas.

“Yo los limpio, los reviso, les pongo un sello y los acomodo. Esta es mi vida. No he pensado en el retiro; mi esposa dice que me imagina con 98 años sentado en una mecedora diciendo: ‘pase, pase adelante’”, dijo entre risas.

Para concluir, don Manuel dejó un mensaje de gran fuerza: “Es importantísimo que estos lugares se mantengan, que se siga promoviendo la lectura porque leer da conocimiento, vocabulario, puntuación, sintaxis. Leyendo se aprende a expresarse verbalmente y por escrito porque nuestro cerebro aprende al estilo que lo hacen los autores que leemos. Leer es la forma en que nuestro cerebro aprende a la par de los maestros”.