Rex García: el tico que ‘caza’ hongos

Un carismático costarricense, de 44 años, se interna en los bosques canadienses en busca de las variedades más ricas y caras de hongos. Se trata de una aventura silvestre extrema, que enfrenta con gran humor y una voluntad de hierro

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Antes de establecerse en Canadá y transformarse con el tiempo en un auténtico cazador de hongos, al costarricense Rex García no le hacían gracia ni los mundanos champiñones de lata.

“¿Esos?, ¿cómo los de Pizza Hut?. Nombres, nada de eso”, comenta convencido Rex, un risueño y carismático josefino de 44 años, barba color castaño y piel tiznada por el abrazador sol de norte de América.

Una ironía total su respuesta, pues hoy en día los hongos comestibles le fascinan y se han convertido en su modus vivendi.

Pero ojo, García no tranza con hongos cualquiera. Durante duras y largas temporadas, al estilo survivor, el tico se interna en lo más profundo de los bosques de Columbia Británica –provincia canadiense–, para recolectar las especies silvestres más apetecidas del mundo.

Hablamos de esas variedades que solo se sirven los restaurantes gourmet, son carísimas y simplemente deliciosas.

Solo por dar una idea, un kilo del tipo Morel o Morchella, de los que Rex busca con empeño en suelo norteamericano, puede andar en un aproximado de $60 el fresco y $500 el seco.

“En grandes poblaciones, este tipo de hongos crecen en los bosques que han sufrido un incendio forestal. Nosotros nos damos a la tarea de monitorear las zonas del bosque se queman y un año después del siniestro acudimos en búsqueda de los famosos hongos”, contó García.

“Este año, en Columbia Británica, ya se han quemado más de 1.2 millones de hectáreas. Así que el año entrante pues esperamos una muy buena cosecha”, agregó optimista.

En el 2019, a Rex García lo conoceremos un poco más actuando en una película costarricense. Fue precisamente por ese proyecto fílmico que La Nación supo de él, sus mil aventuras en las tierras de la hoja de maple y su singular oficio.

La cinta se llama El zoológico de la milla 70 y la dirige y protagoniza Daniel Ross, conocido como el amigo metalero de Hernán Jiménez en la película El Regreso (2011).

En la nueva cinta Ross encarna a Damián, quien para olvidar una perdida sentimental que lo sumió en la depresión, viaja a Canadá en búsqueda de un amigo de su infancia: Rex –quien actúa de sí mismo en el filme–.

Dentro de la ficción, el personaje de Damián se internará en las dinámicas que en la vida real experimenta Rex. Eso implica vivir en campamentos durante varios días, cocinar con leña o carbón y exponerse constantemente a severos cambios climáticos – temperaturas que oscilan entre los -3° y los 30° grados–.

“La película es una metáfora que tiene que ver con los hongos que recogen ellos, pues son como tesoros por el precio que tienen en el mercado. Es tanto así, que los nietos de las personas que antes recogían oro en Canadá ahora se dedican a recolectar hongos”, explicó Ross.

“Entonces, es como decir que eso pasa también con Damián. Después que muere todo dentro de él, en el caso de los hongos que crecen después de un incendio algo nuevo nace en forma de tesoro”, agregó el cineasta.

Pero del rudimentario mundo de los recolectores de hongos Ross se salió apenas terminó el filme, Rex nunca. El cazador de hongos tico no se pierde ni una sola oportunidad para sortear las inclemencias del frondoso bosque e ir a la caza, puñal afilado en mano, de sus sabrosos y pequeños tesoros.

Luego de dormir en una especia de campamento, no siempre cómodo, Rex se coloca un protector facial para sortear hordas de molestos mosquitos, se pone ropa gruesa y se apresta a caminar por horas entre hojas secas y troncos quemados.

Pone todos sus sentidos en alerta; no vaya a ser que por descuido se le escape una multitudinaria y valiosa población de hongos gourmet.

De hongos e indios.

Que quede en actas que Rex no solo recolecta hongos tipo Morel, por lo que recorrer bosques en cenizas no es su única faena. Cuando no hay siniestros forestales que aprovechar, el tico se interna en montañas verdes y musgosas, donde también crece valioso producto.

Entre las otras especies que busca el tico en Canadá destacan el llamado hongo langosta, el chanterelle (o rebozuelo), el cauliflower y también el Matsutake, que por cierto ocupa un simbólico lugar dentro de la aventura canadiense de Rex.

“Con el Matsutake fue que empecé a trabajar en esto, allá por 1994. Estos salen en otoño, pero sin quema de bosques. Son de los más caros del mundo y puede llegar a costar $150 el kilo. De hecho en Japón los subastan y los venden a precios increíbles, pues es un símbolo de riqueza y fertilidad”, comentó.

Gracias a la relación que estableció con una tribu indígena de la zona –los nazco–, a Rex le fue revelado el secreto para encontrarlos.

Así un día vio el Matsutake y se enamoró por completo del aquel distinguido miembro del reino fungi.

Pero antes de adentrarnos en ese relato, es necesario echar marcha atrás y repasar la forma en que Rex García dejó Costa Rica y llegó finalmente a Canadá.

García, quien es oriundo de La Sabana, en San José, trabajaba en un rent a car cuando en uno de tantos días hizo amistad con una pareja de origen canadiense.

“Bromeando les dije que si me daban trabajo por allá. La verdad es que yo siempre he sido muy pata caliente”, contó entre risas.

“Pues resulta que el señor me dijo que si yo llegaba a Canadá de fijo me ponía a trabajar. Así que le pedía a mi mamá $700 prestados y me fui. Esa vez trabajé en un campamento en Ontario, pero ahí todavía yo no supe nada del negocio de los hongos”, agregó.

Eso fue en 1992. El campamento terminó y él volvió a Costa Rica, pero su curiosidad no le permitió quedarse en el país por mucho tiempo.

Otra invitación de sus amigos canadienses y las ganas de conocer otra zona de Canadá lo llevaron “a buscar vida” a Columbia Británica.

Para comer y vestir, Rex trabajó allí de carpintero, colocando techos en cabañas de la zona. Luego consiguió un empleo en una gasolinera–restaurante, donde los indígenas nazco llegaban a abastecerse.

“Era lo que llaman un Trading Post. Son lugares donde está el correo, hay provisiones para cazadores, gasolina y café”, describió García con detalle.

“Se trata de un punto neutro entre indígenas y blancos, pues por problemas de colonización territorial en Columbia Británica todavía hay mucho conflicto entre estas poblaciones”, agregó.

El caso es que el ‘pura vida’ de Rex conquistó la voluntad de los nazco y se hicieron amigos cercanos. Para ellos el tico era un ‘hombre blanco’ –asegura García–, pero la tribu tenía claro que el amable centroamericano no tenía nada que ver con el “robo de sus tierras”.

Además Rex, tal como lo atestigua el cineasta Daniel Ross, tiene una chispa especial con la gente, es ocurrente hasta el tuétano y muy bromista. De hecho, hace algunos años García protagonizó en Youtube unos videos que lo pintaron de pies a cabeza.

Algunos de esos videos –que se pueden encontrar en el canal ‘Ese Hongo’–, tienen más de 230.000 visualizaciones. Son protagonizados por un pintoresco personaje del que se desconoce el nombre y otro que nunca habla ni aparece en pantalla, llamado Yeibor.

“Se trata un compa que habla como un campesino tico. Yeibor, por su lado, siempre anda con él. Son familia los dos, comparten el mismo ‘agüelo’, pero al pobre de Yeibor nunca le dieron el apellido. Es un enredo eso con Yeibor y es parte de la trama”, explicó Rex.

“La idea de hacer este personaje se me ocurrió un día, por puro vacilón, mucho antes que saliera el personaje de Oldemarsh de Tierra Blanca. Así que si la gente gusta puede entrar a Youtube y ver las aventuras de Yeibor con los hongos, allá en Canadá, saber un poco más del ‘agüelo de losjotros’, y por ahí varias cosas más que también suceden en Costa Rica y en el mundo”, agregó.

Hubo un momento en que este personaje pegó tanto en Internet, que en Heredia existe un restaurante en el que se ofrece la Hamburguesa de Yeibor, que como tiene que ser viene cargadita de hongos salteados.

Por ese tipo de ocurrencias no es de extrañar que entre cálidas conversaciones, risas e historias indígenas milenarias, los nazco hayan hecho clic con el ingenioso Rex. Al punto que lo abrazaron como su camarada y sin pensarlo mucho le enseñaron todos los secretos de los hongos Matsutake.

“Los Matsutake son uno de los hongos más difíciles de encontrar. Solo se ven en ciertos lugares y solo bajo ciertas especies de árboles. Ellos viven en relación simbiótica con las raíces de ciertos coníferos, pero no siempre salen”, indicó García.

El caso es que siguiendo las señas nazco, Rex se topó con el primer Matsutake. Frente a él y sin sospecharlo, se habían comenzado a hilvanar sus primeras memorias como recolector profesional de hongos.

Nuevos horizontes.

En este momento de su existencia, si un canadiense ve a Rex caminando por el bosque, diría que solo es un típico recolector de hongos.

Con sus propias manos encuentra, transporta y procesa el producto para que llegue a los intermediarios, encargados luego de comerciar y exportar los hongos al resto de Canadá y otros países del mundo.

Pero Rex tiene un espíritu inquieto, muchos sueños y un gen emprendedor muy anclado en su corazón. Sus planes a futuro son los de convertirse en exportador.

Desde hace mucho tiempo, el costarricense hace malabares para poder traer a Costa Rica trufas, hongos silvestres y otros productos de Canadá.

¿Para cuándo será eso Rex? –le pregunto–.

“Cuando al MAG (Ministerio de Agricultura y Ganadería) le de la gana”, contesta riendo, pues al parecer los trámites burocráticos le han detenido el proceso.

Por lo pronto, Rex seguirá enfrentando al bosque cada vez que los hongos lo convoquen a la guerra. Siempre, eso sí, con el buen ánimo que lo caracteriza y eternamente motivado por su esposa Mandy –de origen canadiense– y los dos retoños de su matrimonio: Roah y Rio.

Además, mientras sueña con exportar su primer producto a suelo patrio, Rex seguirá visitando el país cada vez que por Columbia Británica la nieve y el frío arrecien. Con el pecho hinchado de orgullo, por temporadas, así viene Rex a robarse un poquito del calor nuestro.

“A mi me vacilan porque cada vez que canto el himno o aterrizo acá en Costa Rica a mí se me hace un nudo en la garganta. Me agarra una cosa ahí. Yo le tengo un gran cariño a mi país, con todo y todo”, confiesa emocionado.

Tanto es el amor que por eso nació Yeibor. El amigo imaginario que entre hongos escurridizos, acampadas extremas y la soledad de bosques muy lejanos, le hace cargar con poquito de ‘Tiquicia’ en el canasto.

Así lo analiza el cazador de hongos: “Lo de Yeibor es identidad, adonde quiera que voy”.

revistadominical@nacion.com