Reuniones de excompañeros: un reencuentro con el 'cole'

En cada nueva reunión, hay más canas, más calvos y más panzas. Pero también más madurez y mayor capacidad para reírse de sí mismos.

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El colegio tiene la fama de ser la mejor y la peor época de nuestras vidas. Para muchos, los reencuentros con aquellos años de la adolescencia son ocasión para revivir épocas doradas; para otros, son una oportunidad para enfrentarse con los complejos del pasado.

El abanico de sensaciones que suelen deparar este tipo de encuentros es muy amplio; por eso, el desafío es acoger lo bueno y desechar lo malo del pasar de los años.

Reconocer a ese par de ojos conocidos bajo una frente arrugada, a aquella cara juvenil que ahora se acompaña de panza o a una sonrisa amiga bajo una cabeza que perdió el cabello, es parte de las sorpresa que provocan los reencuentros de excompañeros tras al menos 10 años de no verse.

A pesar de que son innegables los efectos no deseados que vienen con los años, el ideal de quienes van a estas reuniones es seguir igual o mejor que en sus años mozos. Así lo asegura el psicólogo Víctor Manuel Gómez Hernández.

“Si en aquellos años teníamos dinero, vamos a tratar de aparentar ese mismo estatus económico ahora. Si teníamos buen cuerpo, vamos a preocuparnos por seguir teniendo buena figura en la actualidad. La gente suele pensar que hay que llegar igual a estas reuniones... o llegar mejor.”

Todo depende

Según Gómez, es diferente la manera en que asumen estos reencuentros los hombres y las mujeres.

En el caso de ellas, la tendencia es buscar proyectar éxito a través del desarrollo personal, la apariencia física o la familia.

“Las mujeres suelen preocuparse más de si están solteras, divorciadas o si tuvieron hijos o no”, precisa Gómez. También, la apariencia física es un asunto que les preocupa más a las mujeres que a los hombres.

Gloriella Jiménez también es psicóloga y cuenta que es bastante común entre las mujeres la inquietud por la ropa que van a ponerse el día de una reunión. Igualmente, es usual que le pongan atención a detalles como la dieta de las semanas previas para tratar de perder peso, y el color del cabello…

Entretanto, para los hombres es menos agobiante tener barriga o canas, siempre y cuando haya en su vida otros elementos que demuestren que han tenido éxito.

“En el caso de ellos, su proyección como personas exitosas depende más de factores que reflejen una posición social o económica privilegiada.

”Puede ser un carro, una novia joven, o un determinado puesto de trabajo… elementos externos que los hagan parecer exitosos ante los ojos de los demás”, razona Gómez.

Más allá de estas diferencias, ambos expertos coinciden en que muchas veces los hombres y las mujeres aprovechan los reencuentros con su pasado para cuestionar las ventajas de su presente.

Jiménez explica que la adolescencia y el inicio de la vida universitaria son los períodos de vida en los que más definimos nuestra personalidad.

Por eso, las sorpresas que más impactan en estas reuniones de reencuentro son los cambios drásticos de gente que era muy tímida y que se vuelve el centro de atención, o de personas populares que más bien se transforman en lo contrario.

Según Jiménez, usualmente los individuos tímidos que logran desarrollarse –ya sea profesional, económica o personalmente– se reencuentran con el pasado más seguros de sí mismos, hecho que los hace más extrovertidos.

No obstante, otras dinámicas nunca cambian. Según Gómez, lo usual es que las reuniones de excompañeros las organicen aquellos muchachos y muchachas de la generación que destacaban como los más populares durante los años de colegio. A estos, la personalidad extrovertida los mantiene como centros de la atención.

Hace años...

Ericka Henchoz y Miguel Cubillo son los encargados de organizar las reuniones de su generación, que este año cumple 34 años de haber salido del Conservatorio de Castella.

Pese a que no ha pasado más de un año desde la última vez que se encontraron, la reunión siempre es pretexto para hacer aquellas bromas que solo la generación entiende: hablan de conserjes, de directores del colegio, de excompañeros desaparecidos y de amores de la adolescencia.

Checko D’Avila y Kirsten Grünberg se graduaron en esa generación. Ahora, él es músico y ella, curadora y, aunque han pasado los años, cada vez que se reencuentran, se sientan en la misma mesa a compartir historias.

Cuando surge la pregunta infaltable sobre los amores de colegio, Checko aprovecha para hacer una confesión: “¿Vos sabés que vos me gustabas en el cole?”, dice, dirigiéndose a Kirsten. “Eran cosas de carajillo, pero nunca nunca se lo dije a nadie”.

Un “¿y por qué nunca me lo dijiste?” hace explotar las carcajadas de todo el grupo y la generación vuelve a sentirse en 1978.

La psicóloga Gloriella Jiménez dice que, entre las cosas positivas de que pasen los años, está el hecho de que crecen la autoestima y la madurez. Dejamos de darle importancia a cosas que no la tienen, y ya adultos, nos animamos a hacer lo que, a los 17 años, nos parecía una hazaña inimaginable.

Sea que las disfrutemos mucho o que les huyamos como a la peste, lo cierto es que estas reuniones dan cuenta de algo innegable: para todos, el tiempo pasa por igual.