Personajes 2020: Carlos Alvarado, el presidente al que en su casa no le aguantan un ‘Ay de mí'

“El fin del presidente no es ser amado, es ser útil a la gente”, dice el gobernante que en el 2020 apagó incendios por todas partes. No piensa tirar la toalla ni se considera “salado”, aunque admite que este ha sido el año de la “crisis perpetua”

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“Yo recuerdo recientemente en un mismo día atender temas de la pandemia, los daños de Eta, temas de seguridad relacionados con movimientos sociales, temas macroeconómicos para contrarrestar la crisis... eso en un mismo día”.

En otras palabras, un “día normal” en la oficina para el presidente Carlos Alvarado Quesada.

Sin importar colores políticos, ideologías u opiniones sobre el mandatario, cualquier costarricense estaría de acuerdo en que en el 2020 el gobernante enfrentó más y peores crisis que las que algunos de sus antecesores vieron en toda una administración.

Tan solo encabezar el Ejecutivo durante la pandemia más mortífera de los últimos 50 años y lidiar con los efectos devastadores de la misma en una economía que ya de por sí venía muy golpeada será suficiente para que los historiadores revisen por décadas las acciones u omisiones de un joven presidente al que aún el país no se acostumbra a llamarle “don”.

Súmele a un escenario tan inaudito el paso de dos huracanes que venían casi que de la mano; violentos bloqueos callejeros de turbios motivos y crueles efectos; una complicadísima situación fiscal que, tras años de acumularse cual mortal bola de nieve antes los ojos del país, finalmente arrinconó al gobierno de turno y obligó a negociar reformas profundas con actores poco dispuestos a ceder... la lista podría seguir. “Solo falta que Godzilla salga del Pacífico”, bromea el presidente al que este año no le ha dado muchos motivos para reírse.

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“¿Se siente salado?”, le pregunto durante la conversación que sostuvimos a finales de noviembre, vía Zoom, cuando ambos estábamos en nuestras casas, en modalidad de teletrabajo (el presidente y la primera dama, Claudia Dobles laboraron unos días desde su hogar, como precaución ante un contacto indirecto con un caso de covid-19).

- “En mi familia hay una expresión cuando alguien se queja mucho. Le dicen un ‘Ay de mí, esa gente que todo es ‘ay, pobrecito yo’, y en mi familia no son muy bien recibidos los ‘Ay de mí'. Si la cosa está difícil, diay, está difícil (...) Nos ha hecho más fuertes, nos ha demandado más de nosotros mismos, se ha logrado responder en limitación de recursos, no somos un ‘Ay de mí': con lo que tenemos resolvemos y hacemos”.

Aún así, Carlos Alvarado coincide en que el 2020 fue un año en que, al igual que buena parte de los costarricenses, el estrés fue su acompañante.

“Ha sido el año más difícil de este siglo, de la vida de casi todos nosotros, pero bueno, es lo que nos tocó. Nadie pidió una pandemia, y tenemos que tener empatía, ha habido mucha distancia, mucho dolor, desempleo, pero también hay un día después. Esperamos que estén las vacunas, necesitamos ser pacientes y seguir cuidándonos. En la vida solo hay dos opciones frente a una situación difícil: uno se achicopala o le entra de lleno, le pone el pecho”.

Y aunque desde distintas esferas al presidente se le reclama no entrarle de lleno a temas urgentes, él lo ve distinto.

“A mí me podrán acusar de muchas cosas pero no de vago ni de no entrarle a los problemas, pues esta es la oportunidad de cambiar muchas cosas. Yo he dicho que como nuestra campaña fue tan austera, como no aceptamos platas a cambio de cosas, entonces literalmente no le debemos nada a nadie; soy un presidente con una gran libertad para hacer lo que creo es correcto, sin la presión de nadie mas que mi propia convicción. Entonces en eso me siento tranquilo”.

Un domingo cualquiera

Si ya de por sí la agenda de un presidente está sujeta a horarios cambiantes, en el año de la crisis aún más.

Entre semana, los días “normales” de Carlos Alvarado empiezan a las 6 a. m., ojalá con algo de ejercicio (al menos tres veces a la semana). Su agenda oficial arranca muchos días a las 7 a. m. y por lo general no está de regreso en su casa antes de las 9 p. m.

Afortunadamente su hijo Gabriel se duerme tarde, por lo que a él y a doña Claudia les alcanza para acostarlo y leerle Las aventuras del Capitán Calzoncillos.

El problema está en los domingos. ¿Cómo se desconecta un presidente cuando está libre (si tal cosa es posible)? “Es muy difícil porque uno tiene todo en la cabeza y, debería ser un día de descanso para todos. Los domingos son los días más difíciles y necesito buscar cosas con qué distraerme”.

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Su distracción, como la de todos, se ha visto afectada por las restricciones sociales impuestas por la pandemia.

Atrás quedaron las mejengas de básquet con sus tíos y primos, o las sesiones para tocar música con los amigos, así como las salidas familiares de los Alvarado Dobles a comer, al cine, a darse una vuelta.

“Una cosa que me ha ayudado mucho ahora es que Gabriel me presta el Nintendo Switch, entonces juego Fifa 2020. No viene la Selección de Costa Rica, entonces ficho a los jugadores y hago mi propia selección, y ahí me entretengo. Además es un reto porque los califican muy bajo, es una injusticia, entonces es más difícil. Al que nunca he logrado fichar es a Keylor Navas porque es muy caro”.

- ¿Y quién es mejor, Gabriel o usted?

- Es peleado, disputado, pero como él se enoja más, entonces yo a veces me dejo.

- ¿Y cómo ha estado su salud este año?

- Mis exámenes de salud están bien, dichosamente, del corazón estoy bien; hago ejercicio regularmente. Mi problema es el peso, principalmente, y es muy frustrante porque uno hace ejercicio pero no lo ve en la silueta, pero también es que uno maneja unos niveles de cortisol, por el estrés, bastante altos. Uno está en modo guerra, en modo crisis, y este año ha sido una crisis perpetua pero no desisto, sigo luchando.

De salud estoy bien, la edad me ayuda (40). Sí me he sentido cansado a veces, este año ha sido particularmente desgastante (…) pero la propia dinámica hace que uno no se lo pregunte mucho: uno solo va y se mete y está hablando de vacunas, y después de abrir caminos y enviar diarios, y después de puntos del PIB que hacen falta y después dándole seguimiento con Seguridad a los policías que intervinieron para ver si están lastimados o no, y eso puede ser un día normal en la oficina.

- Cómo nos hemos comportado los ticos con la pandemia?

- Creo que Costa Rica lo ha hecho bien, gracias al legado que tenemos como país en salud, educación, cobertura de agua. Podríamos hacerlo todavía mejor pero demandaría mucha más disciplina. Lo que han hecho los científicos costarricenses es excepcional con el suero equipo, con el desarrollo de pruebas, con lo que hacen los especialistas en la Caja, en Salud, en nuestro sistema de riesgo y atención de emergencias, la ampliación de capacidad en las UCI, y ahí el principal recurso no son los respiradores sino los profesionales. Y la ciudadanía ha respondido, sino tendríamos indicadores más difíciles.

- ¿Qué siente el presidente cuando ve gente afuera de Casa Presidencial haciendo videos diciendo “¿cuál pandemia”?

- (Se lo piensa) Eso me recuerda mucho las razones de estar en la Presidencia: las dos grandes motivaciones que a mí me impulsaron a aspirar fue la responsabilidad y querer a este país, porque lo menos que quería ver era una crisis fiscal y ya estamos dos veces tratando de evitarla, y creo que lo vamos a lograr. Y la otra fue la llegada del populismo a Costa Rica, que para mí son dos riesgos reales, y para eso fue que me involucré, para que eso no se materializara, me da sentido a lo que estoy haciendo. Si alguien desde la propia Casa Presidencial dijera “¿cuál pandemia?”, no desde afuera, sino desde adentro… dichosamente es desde afuera. Yo prefiero que me ataquen por las medidas restrictivas o por estar cuidando la salud de la gente y al mismo tiempo activar la economía que por ignorar la pandemia. Hemos visto alrededor del mundo que cuando los líderes no asumen el impacto de la pandemia la que sufre es la gente, la que se muere es la gente. Prefiero que eso se diga afuera de Casa Presidencial y no adentro.

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#CulpaDeCarlosAlvarado

Hay personas en Costa Rica que si se majan un dedo con la puerta le echan la culpa a Carlos Alvarado. Suena a mal chiste, pero repase los comentarios de sus conocidos en Facebook y Twitter y de seguro encontrará a muchos que achacan a Alvarado y su equipo la mala situación del país, en cualquier ámbito, aún cuando se trate de problemáticas originadas décadas atrás. El mismo tenor usan, aunque sin malas palabras, muchos analistas políticos y económicos, e incluso hubo alguno que le pidió al mandatario que se hiciera a un lado y dejara que alguien más experimentado (entiéndase mayor) fuera el que tomara las decisiones.

El presidente lo sabe, y vive en cierta paz con ello.

“Yo soy muy calmado de carácter, que me ayuda, muy resiliente, no albergo resentimientos, pero en mi calma y en mi paz soy muy determinado o Claudia diría, a veces muy cabezón. Yo no voy a desistir; ahí andan con ese tema de que voy a tirar la toalla y no sé qué, a mí me hace mucha gracia. Yo a esta altura ya aprendí que la verdadera confianza no está en quien la deposita en uno sino en la que uno tiene de uno mismo. Hay una responsabilidad individual en todo esto, y hay que preguntarse como Kennedy, ¿qué es lo que uno puede hacer?”.

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Por definición, quien sea el Presidente de la República siempre le caerá mal a alguien, y en cualquier momento de su gestión le corresponderá enfrentarse a grupos que lo adversen, con o sin razón. Sin embargo, en el 2020 a Carlos Alvarado le tocó repeler golpes desde todos los costados.

“Yo creo que es así pero creo también que es es la forma en la que se pueden cambiar las cosas. Cuando yo me pongo a repasar, nosotros pusimos a contribuir a gente que no estaba contribuyendo cuando se hizo la ampliación del IVA; detuvimos muchos de los crecimientos del sector público; impulsamos una agenda de derechos humanos. Cambiar el status quo genera incomodidad, hay una resistencia, pero si no hacemos esos cambios no va a haber futuro. Si uno quisiera agradar a los sectores muy difícilmente haría algo.

“Todo hay que hacerlo en la medida porque muchas decisiones no dependen de mí; mi gobierno también se explica mucho por la aritmética, y la aritmética la dio el país en la primera ronda del 2018 y definió cuál era la forma en la que se podían hacer ciertos cambios. Si yo fuera Daniel Oduber y tuviera todos esos diputados probablemente la historia sería otra, pero no los tengo. Eso determina cómo maniobrar para hacer el cambio posible”.

En aquel 2018 que hoy aparece tan “vieja normalidad”, Alvarado entró a Zapote acuerpado por un gabinete que reunía a distintas fuerzas políticas pero conforme los meses han pasado los cambios de ministros y jerarcas se han hecho frecuentes. ¿Se está quedando solo el mandatario?

“No. Por un lado me siento acuerpado, hay gente que siempre me ha dado un gran respaldo. Ahí están desde personas como Víctor Morales Mora, como Ottón (Solís), Claudia, mis asesores cercanos, don Rodolfo Méndez, hay gente de la que siempre echo mano y está en mi entorno inmediato para cuidarme y aconsejarme, y hay mucha gente que apoya. Ahora, este es un ejercicio que a la larga, como es uno el que tiene que decir la última palabra, sí tiene ese carácter, de alguna forma, de soledad, porque nadie decide por uno (...) como dicen en el Arte de la guerra, que lo subestimen a uno es una gran ventaja porque yo he visto tantos analistas que dicen que la inexperiencia, que la falta de equipo, y muchas personas, sobre todo tecnócratas que han estado en otras administraciones, cuando opinan yo digo muchos han estado en los lugares de toma de decisión cuando esta bola de nieve se ha convertido en problema y ya en otro tiempo yo quisiera preguntarles, viéndolos a los ojos, ¿cuándo usted estuvo ahí qué hizo para detener esto? Y también en el tema de la inexperiencia, si antes eran tan experimentados y tan hábiles, ¿cómo fue que llegamos a esto?”.

Los tiempos del partido

La afinidad futbolera de Carlos Alvarado va más allá de las sesiones de Fifa en el Nintendo de su hijo. El presidente ilustra sus explicaciones con ejemplos tomados del manual de los analistas deportivos.

Para él, la entrada prodigiosa de Hernán Medford y Alexandre Guimaraes como cambios de lujo en el juegazo que Costa Rica le ganó a Suecia en el mundial de Italia 90 explican por qué a veces hay que esperar por el momento propicio para introducir variables, tanto en el fútbol como en la política... o en la vida. “Mucho de lo que le toca a uno es administrar los tiempos, cuándo se van dando las cosas”.

Esa visión del juego suya no la comparten todos. Y es consciente que algunos incluso le desean que pierda el partido, y ojalá por goleada.

“Una cosa que sí me da miedo es la tentación de algún grupo de que fracasemos. Porque en esta circunstancia un fracaso será mío, del gobierno y probablemente del partido que me trajo al gobierno, que de paso, y lo que leo es que quieren que se desaparezca y nunca vuelva a gobernar en su vida, pero la que va a sufrir es Costa Rica. Esa tentación de que nos vaya mal es algo que hay que mitigar con un corazón generoso que haga las cosas por el bien del país, y yo confío en eso, eso tiene que ser más grande.

“Lo importante son las soluciones, lo importante es Costa Rica, lo importante no es Carlos Alvarado. El presidente es un instrumento, no es un fin en sí mismo, es un instrumento para hacer las cosas que necesita el país, y el fin del presidente no es ser amado, es ser útil a la gente, aún en los casos en los que cuesta que se entienda por qué. En eso será el tiempo el que dicte si uno fue útil o no”.

Pitazo final. La videollamada se nos extendió más de lo pactado con el equipo de prensa de Zapote y me despido del Presidente.

Sin embargo, él no corta la comunicación pues todavía tiene algo más para contar y se le ilumina el rostro, dado que tiene que ver con su compinche de videojuegos, ese por el que Carlos Alvarado corre todas las noches para llegar a tiempo de contarle un cuento. “Me ha estado preguntando Gabriel...”, y reproduce el diálogo entre ellos.

- Papá. ¿y en qué vas a trabajar cuando dejes de ser presidente?

- No sé, mi amor, tengo que trabajar.

- Podrías vender pan o podrías pintar casas...

- Mi amor, creo que lo que puedo hacer es dar clases.

- ¿En qué escuela darías clases?

- No sé, aún no tengo la escuela.

- Bueno, en todo caso, lo importante del trabajo que escojas, es que llegues temprano.

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