Personajes 2019: Carlos Vargas, director general de Tributación: el superhéroe de la recaudación

Este hombre no tiene respuestas calculadas; trabaja para su conciencia. Sus hijos se formaron en educación pública como él, y no logra contener las lágrimas cuando habla de lo que le ablanda.

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En la solapa de su saco Carlos Vargas siempre lleva puesta una pequeña cruz que tiene dos significados esenciales en su vida: el Dios en quien cree y el recordatorio de que su hijo menor está junto a Él. Es un hombre de paso calmo pero con una mente inquieta que no descansa hasta saber que la labor está cumplida, como le enseñó su papá.

Carlos Vargas es el director general de Tributación del ministerio de Hacienda y quien tuvo sobre sus hombros la responsabilidad de implementar las reformas al impuesto sobre la renta y el nuevo tributo al valor agregado (IVA). Es un hombre de bajo perfil quien desde mediados de año empezó a notarse más en los medios de Costa Rica; en sus apariciones detalló todo lo relacionado con la nueva reforma fiscal.

Vargas ha participado en la redacción de propuestas de reforma al Sistema Tributario Costarricense desde el 2000. Finalmente en diciembre 2018 se aprobó la reforma a la Ley 9635 (la de Fortalecimiento a las Finanzas Públicas). Él trabaja en Tributación desde 1998 y asumió la dirección en 2012.

Tiene el pelo tan lacio que no se le queda quieto cuando hay viento, pero también la tranquilidad para acomodarlo todas las veces que lo necesite. Carlos Vargas es sensible y no logra contener las lágrimas cuando habla de algún tema que le toca el alma, como por ejemplo, “los niños de la calle”.

Y es que este abogado especialista en Derecho Público y máster en Derecho Tributario se esmera en ser consecuente con su trabajo y además con lo que cree como ser humano.

A su trabajo le dedica horas extras y uno que otro tiempo en fin de semana; Carlos Vargas, quien solamente responde “que trabaja en Tributación” cuando le preguntan a qué se dedica, garantiza que le gusta su trabajo porque “cree en él”.

Cuando asumió como director declaró que trabajaría fuerte para “llevar adelante la recaudación adecuada de los impuestos existentes y combatir sin tregua la evasión”.

Él confía en la justicia social y en la solidaridad del Estado y en cómo “juega un papel protagónico especialmente para las personas más necesitadas”.

“Lo he dicho en varios foros, no es algo nuevo, de que si yo estoy en esto es porque creo que los impuestos tienen un efecto redistributivo al final. Lo que capto lo retribuyo a la sociedad mediante bienes o servicios. Entonces sí creo que la administración tributaria juega un papel y un rol muy relevante. Es como la primera parte de lo que después tiene que ser el Estado. Por eso es que me gusta. Por eso es que creo en esto. Creo que es una oportunidad de hacer justicia social. Y poder retribuir al estado lo que el estado retribuye a uno. Yo soy producto de la educación pública”, cuenta e inmediatamente recuerda que estudio en la escuela Mauro Fernández y fue al colegio técnico Cedes don Bosco.

Fue sabia decisión de mis papás enviarme a ese colegio que tiene formación en valores y en lo que es trabajar con el ser humano. Eso lo marca a uno. El lema de los salesianos es ‘formar buenos humanos y honrados ciudadanos’. Es muy fuerte”, agrega.

Habla de la justicia social, ¿en su vida personal cree que es importante ayudar a los demás?

—Sí claro. Hace tres años hice un curso en INCAE en un programa de alta gerencia. Uno de los profesores de potencial humano lo que nos decía era que si alguien de verdad quiere dejar un legado no es su nombre, sino lo que se puede hacer por la organización.

—A mí me gusta ayudar; si hay una persona que tiene condiciones para destacar o de surgir, yo le apoyo, le impulso. Si se trata de facilitar documentos yo lo hago. Trato de guiarlos.

¿Y fuera de la oficina?

—“Es parte también por ayudar a las personas por lo que estoy acá. A mí me impacta mucho el tema de los niños de la calle. Yo decía: “no sé qué es lo que quiere Dios de mí” (en este momento su voz se quiebra y brotan algunas lágrimas). Entonces tratar de ayudar en diferentes organizaciones o diferentes situaciones que la vida le presente a uno es casi que una obligación”.

Después de que Carlos Vargas toma un sorbo de agua, continuamos. Este encuentro ocurrió a finales de noviembre en su oficina, en el piso 14 del edificio La Llacuna. El espacio en el que trabaja es amplio y tiene una magna vista de San José, la ciudad que le vio crecer.

En su recinto hay imágenes religiosas y unas cajas con más artículos importantes empacados. Están allí para recordarle que él es temporal.

“Parte de estar en este cargo es estar consciente de que uno es transitorio. El año pasado (2018) con el cambio de gobierno como no sabíamos nada, yo empaqué todo. Es parte de recordarme que soy transitorio”, afirma viendo un mueble adornado por cajas de empaque.

Valor por el trabajo en equipo y oraciones por el bien del país

Como persona, Carlos Vargas se siente satisfecho y realizado por la implementación de la Ley 9635, mas reconoce que el éxito es de todo el equipo con el que trabajó.

“En grupos de jóvenes en los que participé decíamos que nos salvamos en racimo. No solos. El éxito de una organización es producto del trabajo en equipo”, sostiene.

La fe acompañó a este hombre durante el proceso de implementación. Al consultarle si en sus oraciones alguna vez pidió porque la reforma de ley se aprobara, ríe antes de responder.

“Yo lo que decía era: si es lo que necesita el país en este momento, que se apruebe”, dijo.

Antes agregó: “Soy creyente. Creo que mucho que de lo que uno tiene se lo debe a Dios. Le pido todos los días que me guíe para poder tomar las decisiones correctas, porque a veces las decisiones que uno debe tomar tienen impacto muy fuerte (en el país). Pido sabiduría para tomar decisiones correctas en el momento correcto. Y también a Dios rogando y con el mazo dando, no es solo que Él me lo dé, sino también yo prepararme para hacer las cosas correctamente”, afirma.

El año anterior cuando varios sindicatos se fueron a huelga para oponerse a la reforma fiscal, Carlos Vargas dice que nunca sintió angustia. Su sentimiento fue de frustración.

Hablando de otros sucesos ocurridos durante este proceso, el director de tributación se sincera al decir que la salida de la exministra Rocío Aguilar, “duele”. También reconoce las virtudes de los ministros de Hacienda con quienes ha trabajado desde 1998.

“De todos uno aprende algo. A su manera son personas excepcionales. Son intelectuales. Tienen características especiales. Doña Rocío tenía muy claro hacia donde tenía que ir, cuáles eran los pasos. Realmente duele la salida de una persona tan clara y tan buena. Es una persona muy afable con la cual uno puede conversar y compartir ideas y sacar soluciones. Siempre tiene una propuesta que engloba todos los elementos salidos de la conversación”, dice.

Fuera del despacho

Carlos Vargas Durán es hijo de Teresa Durán Santamaría, una ama de casa y diseñadora empírica de ropa, y de Carlos Vargas Barboza (ya fallecido) un talentoso creador de calzado. Sus papás no alcanzaron una alta escolaridad, mas inculcaron en sus cuatro hijos, siendo Carlos el menor, valores que les acompañan siempre.

Cuando el director de Tributación habla de trabajo y del tiempo que dedica a nutrirse con lecturas relacionadas con su oficio, claramente salta la pasión, pero él no adjetiva con esa palabra lo que siente. Lo que él vive todos los días es responsabilidad, enfatiza.

“Siempre me he guiado por una máxima que mi papá me dio: ‘usted siempre haga su máximo esfuerzo por cumplir con sus responsabilidades. Si no se puede, no se puede, pero usted tiene que tener la conciencia tranquila de que hizo el máximo esfuerzo por cumplir adecuadamente, al máximo”.

Carlos Vargas está casado con Sonia Carbonell, quien actualmente se dedica a colaborar con una fundación que ayuda a personas. Juntos son padres de Pedro José, José Gabriel y de José David (falleció una semana antes de nacer).

Tanto Pedro José (21) y José Gabriel (18) cursaron educación pública. El hermano mayor ahorita estudia (contabilidad) y trabaja (por decisión propia) en labores varias de una empresa de vehículos.

La realidad económica de Carlos Vargas y su familia es muy diferente a la que tuvo cuando se crió. Aún así, ha tratado de que sus hijos lleven una crianza similar. Su hijo José Gabriel, recién egresado de sexto año, salió del Cedes Don Bosco como su papá y el comprometido papá lo llevaba todas las mañanas hasta el centro técnico en Alajuelita. Ellos viven en Heredia.

“A mis hijos les he querido inculcar que cuando hagan algo lo hagan porque de verdad creen en lo que están haciendo.

Que sean honestos siempre. Que no le pasen por encima a las personas. Y que lo que ellos quieran hacer de su vida que realmente sea lo que les permita realizarse como personas”, asegura.

Carlos Vargas se despierta a las 4 a. m. para ayudar a preparar los desayunos de la familia. Para lograr sus tareas profesionales y personales, él encontró la solución en dormir poco, eso sí, siempre se va a descansar con la conciencia tranquila.