Perdido y hallado en el Juan Santamaría

Por el aeropuerto pasa mucha gente atarantada con las manos llenas. ¿Qué sucede cuando las cosas pierden a su dueño?

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Buena parte de los objetos guardados en el Juan Santamaría han sido decomisados en el chequeo de seguridad. Los objetos que no son reclamados posteriormente terminan siendo reciclados. | JORGE ARCE (Jorge Andres ARCE)

Habrá viajeros que no pierden sus vuelos, pero sí que pierden todo lo demás. Si usted es del tipo atarantado, vaya conociendo a Gabriela Hernández, quien será su mejor amiga. Parte de su trabajo es reunir a los dueños con sus pertenencias abandonadas –por descuido u obligación– en el Aeropuerto Juan Santamaría.

Ella es asistente administrativa de Operaciones de la empresa Aeris, que administra el aeropuerto, y la persona encargada de lidiar con viajeros distraídos como usted, que regresan para recuperar lo que tanto les costó o lo que tanto vale, que no es lo mismo. Casi siempre es un trabajo satisfactorio. ¿Cuándo no lo es?

Por ejemplo, cuando la policía aeroportuaria le llevó a su escritorio, y para su resguardo, un dildo extraviado. La congoja de aquel episodio solo fue superada por el día en el que apareció otro.

Ahórrele sonrojos al personal. Cada cosa en su lugar, y los juguetes sexuales tienen su sitio. Nos referimos a que lo empaque en la maleta que se va con la carga del avión, no sea malpensado.

Esta es una época de multitudes en el aeropuerto. No está de más que, si le es imposible cuidar bien sus cosas en la terminal, al menos sepa que – si otro pasajero no se las embolsa primero– estarán bien guardadas.

Está quien olvida que no se puede llevar en la cartera un cuchillo que por poco no es un machete. También tenemos a quien, en medio de la modorra de las salas de espera, olvida llaves, chaqueta, computadora y celular en medio del sprint de la última llamada para el abordaje.

Usted pierde sus cosas, pero, para los efectos locales, son las cosas las que perdieron un dueño. En esta detención involuntaria habrá chunches que encontrarán una nueva casa: otros, simplemente, la destrucción.

Amenazas

En el departamento de objetos perdidos hay dos categorías: los artículos que le fueron confiscados en el punto de chequeo de equipajes de mano, y los que usted olvidó en la terminal.

La anécdota más repetida, pero no por ello menos conmovedora, es la del viajero que regresa a la terminal a recuperar la cuchilla de filo cansado que perteneció al abuelo antes que a su papá y antes que a él mismo.

En estos puestos de control usted también suele perder cinturones y joyería; incluso anillos de matrimonio y de compromiso. Más le vale que su pareja no crea en en el psicoanálisis, porque Freud tendría un par de cosas que anotar.

Los objetos que se sospecha que podrían tener un valor mayor para sus dueños se mantienen durante más tiempo en la oficina de objetos perdidos antes de enviarlos a reciclaje o a donación. | JORGE ARCE (Jorge Andres ARCE)

Uno espera encontrar un cortaúñas, por ejemplo (y ojalá que el viajero no hubiera pensado en usarlo al lado suyo en el avión); pero también aparecen herramientas más pesadas: martillos, llaves de tuercas, strippers para pelar cables. Señora, ¿acaso pensaba hacer una reparación de emergencia en mitad del Pacífico?

En la categoría de armas blancas se puede encontrar una daga muy elegante para abrir cartas (tenemos a un dandi abordo), puñales automáticos (¿a quién pensaba asaltar?) o incluso cuchillos de cocina (señor, que no le guste la comida del avión no quiere decir que pueda prepararse un picadillo).

Si no lo dejan pasar con la espada Excálibur por el puesto de control puede dejar sus datos y recogerla cuando esté de vuelta en el país. Ahora, si no la recoge, sepa que la gente del aeropuerto no puede jugarse el chance de que su juguete sea usado posteriormente para decapitar a un tipo, así que toda arma blanca termina en el reciclaje.

Maldito olvido

El segundo tipo de objetos son los olvidados. Es normal que si usted viaja desde los calores alajuelenses hasta los fríos nórdicos quiera irse en chanclas, pero llevando bufanda, suéter y guantes. También es muy normal que los deje hechos un puño en la butaca de una sala de espera mientras se abanica con el pase de abordaje. Recordará su falta cuando aparezca azul en las primeras fotos en su destino.

En las salas de espera también se olvidan muchas tabletas electrónicas, computadoras personales y celulares. ¿Le dio cólera perder el iPhone en la puerta 6? Ahora imagine la ira de los pasajeros que debieron sufrir un retraso porque a algún atarantado se le olvidó el teléfono, por lo que la policía aeroporturia debió cerrar aquella sección para evaluar una potencial amenaza terrorista.

Juan Belliard, el director de Operaciones de Aeris, explica que todos estos son procedimientos estándar dictados por la Transportation Security Administration, de Estados Unidos.

Ahora, si usted fuera un vivazo y quisiera llevarse una compu ajena solo con llegar a pedirla a la oficina de Aeris, no le va a ser tan fácil. Además del día de la pérdida, la marca y el modelo del aparato, le pedirán detalles como contraseñas o la descripción de la imagen del escritorio en el ordenador.

Gabriela dice que es común que quienes pierden un aparato no estén tan interesados en recuperarlo, sino solo la información que contiene. Ella recuerda el caso de un extranjero a quien terminó por pasarle las fotos de sus vacaciones por correo electrónico, y la cámara nunca la recogió.

Los objetos que no deben ir al reciclaje son donados a instituciones de bien social para su venta.

Por ejemplo, si usted perdió un celular que tardó demasiado en reclamar, puede hacer lo mismo que un gringo atendido por Gabriela. Ella le indicó que su aparato había ido a parar a la organización Al Niño Con Cariño. Hasta allí llegó el señor, quien identificó su aparato, lo recuperó y dejó una donación para la ONG.

Habitualmente, los objetos olvidados se guardan por dos semanas, aunque algunos otros que la administración aeroportuaria considera que son de mayor valor –pecuniario, como una computadora; o sentimental, como una argolla de bodas– se conservan por un mes.

Suponemos que usted ha hecho una escogencia cuidadosa de cada ítem que llevará en un viaje. Por eso, el olvido de algo no solo representa el colerón de perderlo, sino el desperdicio en el esfuerzo de haberlo llevado.

“La gente es aburrida”, piensa uno cuando ve alineados un montón de objetos completamente anodinos como libros, anteojos, sombreros y llaves que han sido perdidos en el aeropuerto.

¿Qué tienen en común un cajón de lustrador de zapatos y una tabla de surf? Absolutamente nada, excepto ser dos de los objetos más raros que han sido encontrados en el Juan Santamaría.

La gente también es divertida.