Para envejecer bien, camine

Nadie discute que caminar es bueno para la salud. Sin embargo, un nuevo estudio asegura que esta práctica aleja a los adultos mayores del riesgo a la discapacidad

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El ejercicio regular, como caminar, reduce significativamente la probabilidad de que una frágil persona mayor se convierta en una discapacitada físicamente, según uno de los estudios más grandes y de mayor duración de su clase.

Los resultados, publicados en mayo en la revista JAMA , refuerzan la necesidad de que se tenga actividad física frecuente a cualquier edad.

Mientras que todo el mundo sabe que el ejercicio es una buena idea, la evidencia concreta y científica acerca de sus beneficios en los viejos y enfermos ha sido sorprendentemente limitada.

“Por primera vez, hemos demostrado directamente que el ejercicio puede disminuir efectivamente o prevenir el desarrollo de una discapacidad física en una población de personas de edad avanzada extremadamente vulnerables”', dijo el Dr. Marco Pahor, quien es el director del Institute on Aging de la Universidad de Florida en Gainesville, y autor principal del estudio.

Atención, sedentarios

Incontables estudios epidemiológicos han encontrado una fuerte correlación entre la actividad física durante la edad avanzada y una vida más larga y saludable. Pero esos estudios no pueden demostrar que el ejercicio mejora la salud de las personas de mayor edad: solamente demuestran que las personas mayores saludables, hacen ejercicio.

Por lo tanto, para este último estudio, científicos de ocho universidades y centros de investigación comenzaron a reclutar voluntarios en el 2010, utilizando un conjunto inusual de criterios de selección. A diferencia de muchos estudios sobre los ejercicios, que tienden a estar llenos de personas con buena salud y que pueden ejercitarse con facilidad, este ensayo utilizó voluntarios sedentarios y enfermos, en la cúspide de la fragilidad.

Se reclutaron 1.635 hombres y mujeres sedentarios, de entre 70 y 89 años, y que puntuaron más bajo que un 9 en una escala de 12 puntos, que en funcionamiento físico se utiliza a menudo para evaluar a las personas mayores. Casi la mitad tuvo un ocho o menos, pero todos eran capaces de caminar 400 metros por su cuenta, punto definido por los investigadores para las personas con discapacidad física.

A continuación fueron asignados, al azar, a un grupo de ejercicios o a un grupo educativo.

A las personas asignadas al grupo educativo se les solicitó que visitaran el centro de investigación una vez al mes para aprender acerca de nutrición, salud y otros temas relacionados con el envejecimiento.

El grupo de ejercicios recibió información sobre el envejecimiento, pero también comenzó un programa de caminatas y entrenamiento ligero con pesas en la parte inferior del cuerpo, en los tobillos, y se les pidió ir al centro de investigación dos veces a la semana para hacer caminatas grupales supervisadas, siendo estas caminatas cada vez más largas.

También se les pidió completar tres o cuatro sesiones más de ejercicios en casa, con un objetivo de 150 minutos de caminata y unas tres sesiones de 10 minutos de ejercicios con pesas cada semana.

El experimento monitoreó a las personas durante un promedio de 2,6 años, que es mucho más tiempo que la mayoría de los estudios de ejercicio.

Al final de ese tiempo, los voluntarios del grupo de ejercicios tuvieron 18 por ciento menos de probabilidades de haber experimentado algún episodio de incapacidad física durante el experimento. También tuvieron 28 por ciento menos de probabilidades de haber tenido una discapacidad permanente, definida como ser incapaces de caminar 400 metros por sí mismos.

Pahor advirtió que el estudio no sugería que los adultos mayores empezaran a hacer ejercicio en solitario, sin supervisión.

“La supervisión médica es importante”, dijo. Aconsejó hablar con el médico personal y tratar de encontrar un grupo de ejercicio, y agregó: “El aspecto social es importante”, añadió.

Mildred Johnston, de 82 años, empleada de oficina y retirada, que se ofreció voluntariamente para el estudio, ha mantenido paseos semanales con otros dos voluntarios que conoció durante el estudio.

“El ejercicio ha cambiado mi concepto respecto a lo que envejecimiento significa”, dijo. “No se trata de la cantidad de ayuda que pueda necesitar de otras personas. Se trata más de lo que puedo hacer por mí misma”.

Además, dijo, chismorrear durante su caminata en grupo “realmente te mantiene comprometido con la vida”.