Obituario 2020: Kirk Douglas, primera superestrella

Actor, productor, director y escritor estadounidense, 1916 - 5 de febrero 2020

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Podría decirse que el término “superestrella” fue creado para Kirk Douglas. Muchos años antes de que se utilizara, él ya contaba con un largo camino recorrido dentro de la era dorada del cine norteamericano, donde se caracterizó por interpretar frecuentemente a personajes rudos y atormentados.

El penúltimo actor más longevo de Hollywood falleció a los 103 años, el 5 de febrero de 2020 en Los Angeles, California.

Hijo de campesinos inmigrantes judíos oriundos de Bielorrusia, Kirk Douglas (Issur Danielovitch Demsky, su verdadero nombre) nació el 9 de diciembre de 1916 en Amsterdam, Nueva York.

Tras el abandono de su padre, cuando Kirk tenía cinco años, la pobreza y la adversidad golpearon de forma más profunda su núcleo familiar.

Por esta razón, desde muy joven, Kirk tuvo que dedicarse a distintos oficios con el fin de contribuir al sustento de su madre y seis hermanas. Aun en medio de una infancia infeliz y llena de carencias, Kirk siempre tuvo una habilidad extraordinaria para la oratoria y la interpretación. Por años, esto alimentó su sueño de convertirse en actor.

Mientras cursaba su educación secundaria, constantemente obtuvo calificaciones sobresalientes y nunca desaprovechó la oportunidad de participar en obras de teatro locales.

Gracias a esto, eventualmente su talento fue lo suficientemente reconocido para aplicar por una beca en la Academia de Artes Dramáticas en Nueva York. Trabajó en teatro y haciendo comerciales para radio durante algún tiempo, hasta que en 1946 (con ayuda de su gran amiga y compañera de estudio en la Academia, Lauren Bacall), Kirk Douglas debutó como actor de cine en la película The Strange Love of Martha Ivers.

Muchos roles de cine llegaron a Kirk después de ese momento, también la gran oportunidad de incursionar en la escena de teatro en Broadway, hasta que en las décadas de 1950 y 1960 se posicionó como uno de los actores más cotizados y famosos de la época.

Trabajó arduamente y con disciplina en la creación de un cine de nicho para sí mismo, con personajes genuinamente imperfectos y retadores: el villano clásico, el antihéroe. A su vez, adquirió una fama que lo acompañaría por el resto de su vida, como un actor cuyo ego, convicciones y valores culturales estaban destinados a incomodar a las grandes productoras de la industria cinematográfica.

Su actuación como Espartaco, en la película de 1960 dirigida por Stanley Kubrick, es la más famosa y legendaria en todo su historial. Más que convertirse en un clásico (y, para muchos de nosotros, una película que tradicionalmente vemos en Semana Santa), Espartaco es un gran ejemplo de cine político disfrazado de megaproducción donde se retrata la lucha de clases sociales mientras se fortalecen los opositores al Imperio Romano.

Kirk Douglas no solo interpretó el papel principal para Espartaco, también coprodujo la película e hizo del conocimiento público que el guion había sido escrito por Dalton Trumbo, quien estuviera hasta ese momento en la lista negra de Hollywood, mientras era injustamente perseguido por sus afiliaciones políticas.

Con esto, a pesar de la controversia y censura que Espartaco suscitó dentro de ciertos grupos norteamericanos, Douglas contribuyó al debilitamiento de la lista negra, lo que, posteriormente, ayudaría a que profesionales de la industria del entretenimiento encontraran oportunidades dignas de trabajo.

A lo largo de más de 60 años de carrera (desde 1946 hasta el 2008), Kirk Douglas participó en alrededor de 90 películas y recibió diversos galardones, reconocimientos y su propia estrella en el Paseo de la Fama.

Incluso, fue colocado en la posición número 17 en la lista de los 50 mejores actores del cine clásico emitida por el Instituto Estadounidense de Cine.

Sin embargo, no fue hasta el año 1996 que recibió, por fin, un premio Óscar honorífico por su amplia trayectoria y legado. En algún momento, Kirk Douglas expresó que, al ser finalmente reconocido por su propia industria, vio esto como el triunfo más representativo de todos.

Hoy, visualizo a ese hombre de 79 años en ese momento, escuchando la lluvia de aplausos y sosteniendo en sus manos la estatuilla que simbolizaba la consumación de un sueño que sostuvo el engranaje del arduo trabajo al que dedicó su vida entera. Estoy segura de que, justo ahí, se sintió más gladiador que el mismísimo Espartaco.

La autora es editora y escribe sobre cine y televisión en badhairdays.net