Obituario 2020: Diego Armando Maradona, la gloria del Diez, dios de los pecados

Futbolista y director técnico argentino, 1960 - 25 de noviembre 2020

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“Los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean” E. Galeano.

Si a este cronista deportivo de la época del diario del día siguiente y orfebre de la pirámide invertida en cuartillas de papel, la Revista Dominical le hubiese solicitado escribir, con estricta objetividad, acerca de la muerte de Diego Armando Maradona, habría tenido que eludir el reto de teclear este obituario en memoria del futbolista cuyo fallecimiento (25 de noviembre) estremeció dos esferas, la del fútbol y la del planeta azul. Sencillamente, me hubiese resultado imposible responder, con distancia periodística, las seis preguntas básicas del qué, quién, dónde, cómo, cuándo y por qué, tanto como explicar las razones del ascenso de un ídolo con la extraordinaria dimensión del pibe que trascendió del picado en Villa Fiorito a las gramillas del fútbol internacional y enumerar, además, el frío inventario de las caídas del dios pagano a los bajos fondos.

“Me pregunto si los argentinos todavía me quieren”, había dicho Diego en una entrevista reciente. Parecía lógica su inquietud, pues la manifestaba un Maradona decadente, ajeno y lejano del novio adolescente de la Claudia, la piba de un colegio de monjas que se enamoró de él y lo siguió hasta donde alcanzaron sus fuerzas. Los Maradona Villafañe, léase Diego, Claudia, Dalma y Giannina, vivieron días de sol, cumbres idílicas y abismos tormentosos de agresión y abandono, tras la acelerada transformación del Diego de la gente en el Pelusa oscuro y olvidadizo de sus frases célebres y enunciados certeros: “La pelota no se mancha”.

Contundente, irrefutable, la respuesta a su pregunta le llegó al Diego cuando él ya no la podía comprobar por sí mismo, certificada con creces por un millón de dolientes apostados en las inmediaciones del Obelisco bonaerense y la Casa Rosada, protagonistas del dolor y el drama en los enfrentamientos con la policía, después de que se conoció que únicamente un reducido grupo de familiares y personas allegadas despediría al ídolo en una ceremonia íntima, al borde de su sepultura.

Tendrá que transcurrir el tiempo para aquilatar la evolución de su leyenda. Con los años se sabrá si, como Gardel, Perón y Evita… Maradona. Al Zorzal Criollo, sus fans le siguen colocando diariamente un cigarrillo entre los dedos en su mausoleo, e insisten, hasta el cansancio, que Gardel canta cada día mejor. A Juan Domingo Perón lo recuerda un pueblo entero y Evita Perón fue la patrona de los descamisados. Esos, precisamente, los descamisados que adoraban a Evita, son ahora los desposeídos que siguen por televisión la fantasía de Maradona con sus narices pegadas a las vitrinas de los almacenes y también los millones de aficionados ricos y pobres en Argentina y en todo el mundo que visten, en la cancha, en la calle y doquiera que vayan, las camisetas del número diez con los colores de Boca Juniors y la selección albiceleste.

Como Evita y Gardel, Maradona. ¿Habrá un paralelismo entre ellos? Eva Perón fue una mujer sensible, solidaria y benefactora de los olvidados, proveedora de pan, afecto y pequeñas alegrías, esas que también pudo ofrecer Maradona en la cancha desparramando rivales con sus fintas indescifrables, el prodigio de la zurda con el balón pegado al pie, sus mortíferos tiros libres, asistencias y goles sensacionales. La similitud con Gardel podría hallar asidero en la musicalidad del juego de Maradona, un auténtico divo en la gramilla. De Gardel queda el tango, identitario, sentimental, sempiterno; de los Perón, fotografías y documentales, el caudal político de un país que rinde culto a sus forjadores. Al morir, Diego Armando Maradona deja expuesta su vida llena de contradicciones; la gloria del Diez, el dios de los pecados.

Cerca de poner el punto final en este obituario, me coloco los audífonos y escucho en mi computadora la canción de Rodrigo, el intérprete de La mano de Dios, bellísima balada compuesta por Alejandro Romero. Es una escena en un bar, fragmento del largometraje documental Maradona by Kusturica, del cineasta serbio Emir Kusturica. Mientras Diego Armando interpreta esa pieza musical con su afinada voz, porque cantaba muy bien, Claudia sigue el coro y lo mira con emoción, con algún resentimiento y evidente nostalgia. Dalma y Giannina, adolescentes, se acercan al micrófono y el Pelusa, sin dejar de cantar, las abraza. Conmovido, yo enjugo una lágrima y rezo por su vuelo a la eternidad. ¿Objetividad periodística? Imposible.

El autor es periodista.