Mundial vino, se fue y regresó

El Mundial Costa Rica 2014 ya está cerca, pero el proceso de organización no fue sencillo. Hubo que ganar, perder y luego recuperar la sede.

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Nadie dijo que organizar un Campeonato Mundial sería fácil. Pero tampoco que sería tan complicado. Ni siquiera uno Femenino Sub-17.

El próximo año, Costa Rica vivirá algo histórico: será la sede de un torneo planetario de fútbol de FIFA.

Es la primera vez que tiene tal privilegio. Es más, es la primera vez que Centroamérica tiene tal privilegio.

Y saldrá adelante. Hoy, a un tanto menos de tres meses de la inauguración, a los estadios les falta muy poco para estar listos. Ahí era donde existía la mayor preocupación de parte de todos. Lo demás, entiéndase hospitalidad, transporte, mercadeo, voluntariado, comunicación, va sobre ruedas.

Sin duda, Costa Rica saldrá adelante de este “proyecto país”, como el Comité Organizador Local insistió en llamarlo. Pero vaya que el proceso fue duro. Hubo que pedir el Mundial, perderlo y después ponerse de rodillas para recuperarlo. Y a partir de ahí, trabajar siempre con el filo en la garganta.

El camino comenzó en el 2011 cuando la dirigente federativa Yolanda Camacho movió sus contactos en FIFA y puso la idea de traerse el torneo a nuestros 51.100 km2 –los que algunos dicen ser “los más felices del mundo”– en la mesa de los altos ejecutivos del máximo organismo futbolístico del orbe.

El exotismo del destino tropical, algo de currículo futbolístico y bastantes promesas hicieron que el 3 de marzo del 2011 se le ganara el pulso a Ghana, Emiratos Árabes Unidos, Rusia, Macedonia y Uzbekistán. Ese día teníamos Mundial.

Sin embargo, transcurrieron dos años y no pasó nada. No había plata y tampoco había ni pico ni pala.

Entonces, los rumores llegaron: FIFA estaba molesta, preocupada. Enfadamos a una de las organizaciones más poderosas del mundo.

Golpe al ego

A lo que se veía venir, así como cuando una madre severa se acerca al cuarto de su hijo con pisada fuerte y el castigo en los labios, el presidente de la Fedefútbol, Eduardo Li, se anticipó y “confesó la torta”.

Por medio de una carta que llegó a FIFA el 22 de febrero, el jerarca afirmó que no podrían cumplir con las exigencias ni los plazos de organización. Seis días después, no teníamos Mundial.

El golpe al ego fue grande. Igual que la vergüenza y la decepción. Ni qué decir de la crítica que se vino. Pero pudo más el orgullo herido.

Se activó el “tico times”, como más tarde etiquetaría la directora de competiciones femeninas de FIFA, Tatjana Haenni, a esa mala maña costarricense de ponerse el overol y apretar el martillo hasta cuando está al borde del precipicio.

El Gobierno por fin metió la mano que antes tuvo guardada en el bolsillo y pidió otra oportunidad. La Federación garantizó sacudir la alineación del COL y “quitar a los menos activos”. FIFA, la madre, creyó en las súplicas de su “hijo” de que cambiaría, y el 21 de marzo regresó la sede. Una vez más, tuvimos Mundial y ahora sí, gracias a un trabajo intenso, para no soltarlo de nuevo.