María Mayela Padilla: Una maicera enamorada de sus raíces

La folclorista disfruta de su pensión en Acosta, luego de que el estrés citadino casi le cuesta su salud. Hoy le preocupa la falta de apoyo a la divulgación cultural y extraña a su amor Miguel Salguero

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No hay mejor aire que el que se respira cuando se es feliz, pleno. Ese aire, esa brisa son los que cada mañana acarician a María Mayela Padilla Monge, quien desde hace cerca de un mes no se separa de su natal Tablazo, en San Ignacio de Acosta, luego de acogerse a su pensión tras laborar por 30 años en el Ministerio de Agricultura y Ganadería.

La reconocida folclorista vive en una casa de madera que está pintada de verde agua, tiene bancas en el corredor y está rodeada de árboles frutales. La vivienda fue construida por su papá, Ananías Padilla Mora y su mamá Evangelina Monge Azofeifa –ambos ya fallecidos–, hace cinco décadas.

Sentada junto a una ventana que le permite ver la inmensidad de la montaña, Padilla recuerda con facilidad los momentos más dulces de su infancia, aquellos instantes en los que mezcló el trabajo con el estudio y en los que cada palpitar, en cada correteo por la finca y en cada leyenda e historia que escuchaba la hicieron enamorarse de sus raíces campesinas, las mismas que ha preservado siempre.

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María Mayela llegó al mundo con una chispa especial. Cuando su mamá tenía siete meses de gestación ella nació; antes su madre había tenido dos pérdidas. “Casi no nazco”, dice.

Es la menor de 16 hermanos y siempre estuvo muy apegada a sus papás, principalmente su padre quien le enseñó el trabajo del campo: a coger café, a usar la pala y el pico.

De Ananías y Evangelina aprendió sus valores, costumbres y la forma de expresarse. Lo que la define.

Con 62 años es una orgullosa maicera. Y aunque pase el tiempo, cambie el mundo y su pueblo es interrumpido constantemente por lo que le parecen impertinentes motores de carros y motos; su esencia permanece.

“Yo siempre he dicho: que me digan maicera no es una ofensa, es el piropo más lindo que me pueden decir porque maicero es todo lo que me heredaron mis papás, todo lo que ellos eran, la humildad de ellos, la sinceridad, el trabajo, luchar, para mí eso es ser maicero”, aseveró.

Del campo al estudio

La vivaz carajilla siempre destacó. Desde pequeña su mamá la mandaba a dejar almuerzos y poco después ayudaba a su papá a hacer las planillas de la finca que administraba. Como fue la menor de la casa, tuvo la oportunidad de ir a la escuela. Su maestra Daisy siempre le dijo que ella debía estudiar, y las redacciones impecables y su facilidad de improvisación permitieron ver las cualidades en aquella niña.

Entre la escuela, el trabajo en el campo y los juegos infantiles afloraba el talento nato de Mayelita, como la llamaban sus papás. Ella recuerda que mientras realizaba sus quehaceres interpretaba canciones que inventaba. Cada noche la familia se reunía para contar cuentos y leyendas. Aquellos relatos quedaron en la memoria de María Mayela y luego los plasmaría en sus poemas, canciones y libros.

“Desde la escuela empecé a tener buenas notas y mi maestra Daisy decía que yo no podía dejar de estudiar. Yo decía que papá y mamá eran muy pobres y que no podían pagarme nada del colegio. Ella me dijo que daban becas. Yo entré al colegio y me iban a sacar porque no podían comprarme los cuadernos... y mis hermanos decían que eso era una vagancia, que ‘ellos se mataban en la finca y esa vaga andaba con unos cuadernitos para el colegio’.

Un día el profesor guía vino a hablar con mis papás. Él consiguió una beca con los padres de familia del colegio para que me ayudaran a comprar los cuadernos. Yo iba a pie, ahora hay microbuses para los estudiantes. Logré seguir. Era uno de los mejores promedios. Para que mis hermanos no reclamaran yo tenía que ir a trabajar en la finca de 6 a. m. a 10 a. m. y luego corría a la casa, me alistaba y me iba al colegio. En la noche hacía la tarea con candela. Ha sido bastante duro. Pero era la única manera”, recordó.

Padilla contó que una de sus hermanas sacó diploma de escuela, pero sus otros hermanos no tuvieron la oportunidad de estudiar (de los 16 hijos sobreviven cuatro hombres y seis mujeres).

“Ellos no pudieron estudiar y con cierta razón se quejaban. Ellos creían que era fácil para mí, pero era doble esfuerzo que tenía que hacer”.

El sacrificio

Como alumna destacada y ya reconocida como una artista estudiantil por sus declamaciones folclóricas, María Mayela concluyó su bachillerato en el Liceo de Acosta. La universidad era su próxima meta. Inicialmente entró a la carrera de Filología en la Universidad de Costa Rica, porque sus profesores destacaban sus habilidades como escritora y la vislumbraban como una buena profesora de español.

“Yo me metí a la UCR a esa carrera, me fui con una familia que era de Acosta y que se fue a vivir a Desamparados: ellos me dieron posada y me cobraban una suma bajita, pero mis papás no podían pagar, entonces estuve trabajando hasta en una casa como empleada doméstica. La cosa es que conseguí beca 10 en la UCR, no pagaba nada y me daban el almuerzo. El latín y el griego me aburrieron… y siempre quise trabajar en la agencia de extensión del MAG; yo de niña iba con papá a esa oficina, él iba a que le dieran semillas. Había un ingeniero agrónomo, y papá se admiraba de los consejos que él daba y yo crecí queriendo ayudar a los productores, a aconsejarlos. Entonces me cambié a agronomía”.

Todos los fines de semana Padilla iba a quedarse a su casa en Acosta. Un día mientras estaba en la finca llegó quien hace más de 40 años era el Contralor de la República, Rafael Ángel Chinchilla, quien conocía esa propiedad y quería evocar sus recuerdos forjados ahí. La joven le contó que estaba estudiando y él le dijo que podía ayudarla a conseguir trabajo en la Contraloría, pero primero debía sacar un curso de mecanografía.

“Trabajé de oficinista en la Contraloría. Siempre trabajé y estudié; salía a las 4 p. m. y me iba a la U. Estaba en Generales y empecé a ahorrar. Para poder empezar la carrera tenía que renunciar (al trabajo) porque los cursos eran de día. Yo me había hecho un cálculo y sabía que con ¢20 diarios podía vivir. Ahorré para toda la carrera. Renuncié. Cuando iba terminando la precarrera, empezó el gobierno de Carazo y el dólar pasó de ocho y algo a 14 o 15 y siguió subiendo ,entonces no me alcanzó la plata”, rememoró.

Por supuesto, pronto hallaría una solución.

Amando lo que hace

Entre el estudio y el trabajo , María Mayela siempre encontró ocasión para escribir leyendas, poesías y canciones; todas relacionadas con su vida en el campo y el rescate de sus raíces rurales.

“Desde pequeña escribía novelas como las de Corín Tellado... Yo seguía a Lencho Salazar en radio y a Aquileo Echeverría le leía las concherías.

Siempre he sido supermiedosa; en la escuela me quedé muda y no podía decir una poesía del susto. Ya en el colegio declamé La carta. Fue un pegue. La gente me veía y se acercaba a escucharme, ponían atención. Me aplaudieron y me decían ‘la artista del Liceo de Acosta’”.

Decidida a resaltar el costumbrismo, a los 20 años Padilla se animó a llevar sus creaciones a Radio Nacional. Se había enterado que en el programa Somos como somos presentaba todos aquellos temas que fueran originales.

“Yo decía que si a otros le grababan que a lo mejor a mí también. Empecé a grabar las poesías en una grabadorcilla, me fui a Radio Nacional y llevé un casete… me devolví de la puerta de la emisora como tres veces por miedo de que me dijeran que eso no servía. Pero como siempre, al final me animé.

Esa vez me recibieron Ronald Alfaro y Dionisio Cabal. Me escucharon y me invitaron al programa en vivo. Me dio miedo pero fui. Hasta Lencho llamó ese día. Yo no cabía de la alegría. Tanta gente llamando, fue un exitazo. Me llevaron a grabar al estudio. Les dije que tenía canciones y empezaron a llamar tríos para que me acompañaran con la música, eso fue otro batazo. A la gente le encantaba la originalidad”, destacó.

La inspiración de María Mayela es el campo. Siempre quiso escribir un libro y en un taller literario de la universidad una profesora le dijo que lo que hacía “estaba pasado de moda”. Por dicha se animó, dice, por dicha no permitió que esa negativa le quitara los ánimos de llevar sus creaciones a la radio, espacio donde empezaron a sonar.

A partir de su debut radiofónico todo empezó a fluir. Ser pulseadora llevó a María Mayela de una oportunidad a otra. La muchacha maicera, la campesina a la que sus compañeros de la U vacilaban preguntándole por el bejuco y a quien le señalaban su marcado acento, estaba logrando lo que quería: difundir la vida del campo.

“En Radio Nacional conocí a Zoilo Peñaranda, el de El barbero de la villa de Canal 13 y me invitó a trabajar con él. Ahí debuté como actriz y yo con ese susto, por supuesto. Yo ayudaba a barrer la barbería y me encajaron a Naín (Wilberth Delgado) como novio.

En ese tiempo estaba El fogón de doña Chinda y yo decía que qué lindo trabajar ahí. La cosa es que un día andaba en el Ministerio de Cultura y estaba Mía Gallegos, ella me había visto y me conocía por las grabaciones. Me decía que qué lindo seguir adelante. Yo le dije que quería trabajar en El fogón... entonces me hizo una carta de recomendación. ¡Chará que no la tengo! Yo se la llevé a Miguel Salguero (con quien se casó dos veces). Él tenía una oficina con Gentes y Paisajes por el Colegio de Señoritas. Miguel se moría de risa y contaba que yo le llegué con una carta de recomendación. Él me dijo: ’ayy mi’hijita, usted no necesita carta de recomendación, su mejor recomendación es usted misma... ya la he visto y usted es excelente, si quiere llegue a Puriscal el domingo.

“Llegué y estaban todos a quienes admiraba y admiro: Lencho Salazar, Emeterio Viales, Olegario Mena, ¡toda la pelota de lo máximo del folclor! Yo los admiraba tanto. Para mí era algo soñado y no tengo fotos de eso. Fuimos al estudio de grabación y Miguel me dijo que si podía volver, me adoptó dentro del elenco y en adelante yo era titular”, cuenta entusiasmada.

Luego de incorporarse a El Fogón de doña Chinda , María Mayela Padilla participó en las producciones televisivas Gentes y Paisajes, Familia Mena Mora; debutó en cine con Los secretos de Isolina y hasta fue la figura de anuncios de natilla Dos Pinos en radio y tele. Allí creció su popularidad y con lo que ganaba actuando, aunque no era mucho, pudo solventarse sus gastos estudiantiles.

Un premio al rescate

Entre grabaciones, trabajo y estudio, María Mayela sacó su carrera como ingeniera agrónoma y consiguió trabajo como profesora de Agricultura en el Conservatorio Castella.

Aparte de su carrera en tele y radio, cuenta con su propia discografía y ha escrito varios libros. Lamenta que sus discos no sean tan conocidos, no por ser famosa, sino porque estima que la música típica podría difundirse más en radio.

“Mis discos no son muy conocidos pero algunos temas sí: como Pájaro carpintero, ese lo usan para Festivales de Arte del Ministerio de Educación Pública... Por eso nos llaman ticos, Me está esperando Felipe, son otros de las más conocidos. Cuando comparto esas canciones en Facebook la gente no entiende por qué no se escuchan en las emisoras.

En cuanto a los libros tengo Por los trillos de la finca, Dichos y refranes de los ticos, que ese estuvo a principios como best seller. ”, dice.

Ella es modesta y jamás se ha creído una estrella, aunque decirlo esté de más: la sencillez de María Mayela es tan auténtica como ella.

Cada día se despierta con la ilusión de ver cómo crecen sus matitas de maíz y con la gran satisfacción de saber que su esfuerzo fue reconocido en el 2015 cuando recibió el Premio Nacional Cultural Inmaterial Emilia Prieto.

“La gran sorpresa para mí fue recibir el Premio Nacional de Cultura. Es el máximo reconocimiento que le pueden dar a un artista y yo tuve la dicha”.

El amor

María Mayela Padilla es viuda. En mayo anterior murió quien fue su esposo dos veces: el periodista, folclorista, cineasta y retratista del costumbrismo costarricense, Miguel Salguero.

“Nos casamos a lo civil (no precisa cuánto tiempo después de conocerlo). Él era muy enamorado. Sé que él se divorció y luego enviudó, entonces nos casamos por la iglesia. Luego nos divorciamos y nos volvimos a casar. Fue un matrimonio bonito porque siempre hicimos yunta en el aspecto cultural”, afirmó.

Miguel Salguero se le fue antes de tiempo. Ella deseaba pensionarse para dedicarse a pasear y a compartir con él sus días.

Fruto de ese matrimonio nacieron dos hijos: María Mayela y Mauricio. Ella es psicóloga y trabaja como jefa de personal en una empresa internacional y ya está casada. Él es estudiante de Derecho. María Mayela aun no tiene nietos.

Vida en la montaña

Visitamos a María Mayela el 25 de mayo anterior. Recién cumplía un mes de haberse pensionado de su trabajo en el departamento de prensa del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). Allí trabajaba como productora audiovisual del Servicio Fitosanitario.

Como mujer de trabajo duro y armas tomar, cumplió su anhelo de aconsejar a los productores agrícolas: a los más poderosos y a los humildes. Con lenguaje sencillo y mediante teatro radial transmitía todos los conocimientos que ellos deberían tener.

Por medio de su trabajo en el MAG, Padilla completó el circulo que se inició cuando siendo una niña iba a pedir semillas junto a su papá a la oficina de extensión de Acosta.

Incluso, luego de agronomía, María Mayela también cursó la carrera de periodismo y así contar con las atestados para vincularse a la oficina de prensa del ministerio de Agricultura.

En el MAG trabajó por 30 años. Su labor la llenó de satisfacciones, sin embargo, en el último año hubo dos detonantes que hicieron estallar su paciencia: las presas y el ruido de San José. El estrés por el caos capitalino fue tal que sufrió una parálisis facial.

“Me pusieron la entrada a las 7 a. m, ya no podía más (en ese momento vivía en San Rafael Abajo de Desamparados). Los doctores me dijeron que me podía morir de estrés, que si no paraba me podía dar algo peor. Me faltaban nueve meses para terminar con las cuotas (de la pensión), pero uno puede salirse antes y yo lo hice. Aquí estoy sembrando. Salí hace menos de un mes. Se necesitan varios meses para bajar el estrés acumulado. Apenas me creo que soy libre. Que puedo hacer lo que me dé la gana”, dice sonriendo, sin quitarle los ojos a las verdes montañas.

Y si bien el descanso le sienta de maravilla, María Mayela no le cerró la puerta a la comunicación, e incluso ya ha recibido propuestas para volver a la radio.

Sinsabor

María Mayela es de quienes creen que nunca se puede afirmar que se es completamente feliz o desafortunado.

En su vida, eso sí, se siente realizada por el camino trazado. “Puedo decir que fui feliz cuando trabajé en el MAG. Me siento realizada porque combiné las dos carreras, me ha encantado trabajar en radio y televisión. Me siento realizada como escritora, como cantautora y como campesina. Sembrando soy la mujer más feliz. Lo que me quita la paz son los sonidos de las motos, los cuadraciclos. Las presas me estresan. En lo demás, he sido feliz”.

Además de la insufrible vida citadina, algo más le roba la paz a María Mayela: la falta de apoyo al folclor y costumbrismo costarricense.

-Pioneros de la preservación de la cultura popular han fallecido, como don Miguel Salguero. Sabemos que don Lencho Salazar no ejerce por una enfermedad... ¿Qué piensa de la cultura popular actual?

“Desgraciadamente no veo un futuro muy halagüeño para la preservación de nuestra cultura y de nuestros orígenes. No veo apoyo en medios de comunicación, no veo apoyo en los programas de los ministerios a los que le toca. Los creadores o creativos no tenemos nada.

“En mi misma historia se puede notar que lo que he podido lograr en la vida es a puro esfuerzo personal. Lo mismo que hizo Miguel Salguero en sus programas, todo fue su esfuerzo, había que conseguir patrocinadores. Económicamente no es rentable, cuando la gente ve que es algo cultural cree que hay que hacerlo gratis. Hay gente que adora estos temas, le encantan. Ojalá la gente joven encuentre el apoyo que no hemos encontrado nosotros”.

El panorama es complicado según lo que usted plantea, ¿cómo cree que se puede preservar el folclor?

“La radio y la tele son medios importantes para divulgar las canciones y el modo de andar que hemos heredado. Los programas que tuvimos fueron muy gustados; sí se pueden vender en radio y televisión. Pero como que no existe la voluntad de quienes tienen el poder en sus manos... y para uno es muy agotador, tras de que uno tiene que investigar, rescatar y escribir las cosas; hay que financiarse los libros y los discos y eso es demasiado duro, sobre todo cuando uno está cansado.

“Debería de haber consciencia en los medios de comunicación. Esto no es algo que tiene que dejar mucha plata, sino que debe ser un aporte para el país, para promover lo nuestro. Pueden sacar su costo operativo y salir tablas. Creo que es falta de apoyo, sobre todo. La gente está ansiosa de tener programas así en radio y televisión”, aseveró.

María Mayela por su parte seguirá con su folclor, con su costumbrismo, con ese ADN que la mantiene vigorosa y con toda la potencia para seguir visibilizando y honrando las raíces que la hacen sentirse la maicera más feliz y chiquiona (orgullosa).