Los beneficios de la prueba de esfuerzo físico

Mediante este examen es posible detectar problemas cardíacos y prevenir infartos tanto en deportistas impulsivos como en sedentarios despreocupados.

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No basta con ponerse tenis y salir a correr. Para empezar a hacer deporte, se requiere la inteligencia, la mesura y, en algunos casos, la asesoría de profesionales.

Hay quienes, de la noche a la mañana, se vuelven atletas “todoterreno”. Seducidos por la moda runner, se creen indestructibles, y cada vez le exigen más y más revoluciones a su cuerpo.

Esto puede ser contraproducente, pues cuando el corazón es sometido a esfuerzos para los que no está preparado, corre el riesgo de presentar arritmias y hasta una muerte súbita (deja de latir).

Una de las formas de prevenir lo anterior es haciendo un estudio previo del estado del corazón, el cual se puede efectuar con una prueba de esfuerzo físico.

En este examen, se evalúa la respuesta del corazón a un ejercicio físico progresivo y se detectan alteraciones cardiovasculares no presentes mientras la persona está en reposo.

En este procedimiento, se le colocan a la persona diez electrodos (dos en los brazos, dos en la costilla inferior y los restantes seis, rodeando el corazón) y, acto seguido, se le hace correr sobre una banda durante 21 minutos.

Dicho lapso se divide en etapas de tres minutos. En cada uno de ellas, se va aumentando la intensidad: se empieza con una velocidad de 2,7 kilómetros por hora y una inclinación del 10%. A esta técnica se le conoce como protocolo de Bruce.

La prueba se monitorea mediante un electrocardiograma que registra la actividad eléctrica del corazón y la representa gráficamente sobre un papel milimetrado.

José Andrés Trejos Montoya es promotor Físico y labora en el Laboratorio de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Nacional, donde cada 15 días realizan estas pruebas.

El promotor comentó que, por lo general, las personas no llegan a los 21 minutos, pues la exigencia es muy fuerte, pero que, pese a ello, la prueba arroja resultados certeros. También hay quienes, por el contrario, sobrepasan ese límite. Un ejemplo es el triatlonista Leonardo Chacón, quien fue examinado en dicho laboratorio antes de asistir a las Olimpiadas pasadas.

Además de hallar posibles riesgos cardiovasculares y prevenir, por ejemplo, una angina de pecho o un infarto agudo de miocardio, la prueba señala los parámetros que determinan cómo debe empezar a entrenar el individuo, cuánta intensidad soporta, cuánto y cómo puede ir mejorando su rendimiento físico.

“Antes de empezar a hacer ejercicio competitivo, se debe buscar asesoría. Hay quienes salen a participar todos los domingos en las carreras de atletismo y no saben como está su salud y su corazón. Pueden estar haciéndose un daño sin darse cuenta”, alertó.

Vulnerables

El médico cardiólogo Jaime Tortós Guzmán destacó que los mayores de 40 años o quienes presenten algún síntoma de posibles afecciones cardíacas son los que, necesariamente, deben someterse a la prueba de esfuerzo. Así lo ha dictaminado el Colegio Estadounidense de Cardiología.

“Si la falta el aire al caminar o siente presión en el pecho al subir las gradas, o bien, si va a empezar a practicar deporte competitivo, es bueno que se la efectúe”, aconsejó el experto. Asimismo enfatiza que aquellos que presentan una historia clínica de males del corazón deben primero consultar a un cardiólogo pues, en el caso de ellos, esta prueba podría estar contraindicada.

Por su parte, Trejos agregó que la prueba no solo está destinada a deportistas impetuosos, sino también a sedentarios despreocupados, quienes deben tomar conciencia de su estilo de vida y conocer las capacidades de su cuerpo, para así mejorar su rendimiento.

La prueba tiene un costo de ¢45.000 en la Universidad Nacional (UNA), mientras que en los centros médicos privados oscila entre ¢90.000 y ¢100.000.