Laura Chinchilla, el símbolo verde en la vida de José María Villalta

La pareja del candidato presidencial del Frente Amplio, José María Villalta, es combativa e intelectual a todas luces. En una conversación de una hora, se le escucha hablar una y otra vez sobre luchas en defensa del ambiente, sobre género y sobre el derecho a la comunicación.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Laura Chinchilla tiene los ojos verdes. Del mismo color es su visión de mundo, tan acorde con su papel como productora del programa Era Verde , en canal 15. Hasta lleva el mismo nombre de la mandataria verdiblanca.

Lo único en ella que no es verde es su adhesión política, pues solo en este caso lleva puesta la camiseta amarilla.

La pareja del candidato presidencial del Frente Amplio, José María Villalta, es combativa e intelectual a todas luces. En una conversación de una hora, se le escucha hablar una y otra vez sobre luchas en defensa del ambiente, sobre género y sobre el derecho a la comunicación.

Así conoció al político con quien vive en Sabanilla desde hace casi seis años. Ambos son los padres del pequeño Emiliano y ahora esperan a su segundo hijo, aún sin nombre porque hasta la próxima semana sabrán si es niño o niña.

En 1998, él era representante de la Federación de Estudiantes de la UCR (Feucr) ante el Consejo Universitario, mientras ella era secretaria de comunicación.

Para Villalta, aquella muchacha era “el combo completo”: inteligente, interesante y, además, guapísima. En un taxi le dio el primer beso, justo cuando ella volvía de estudiar en Francia.

Chinchilla no es de esas mujeres que llevan las cuentas exactas entre las páginas de los calendarios y apenas puede sacar cálculos de las fechas. Villalta, en cambio, lo recuerda a la perfección: mediados de diciembre de 1999.

Ella tampoco pertenece al grupo de las que sueñan con un velo y un vestido blanco. “No hemos necesitado ese reconocimiento legal de un compromiso que para nosotros trasciende eso. Es muy lindo poder decidir todos los días estar con la persona con la que estás”, asegura.

El título de primera dama no la ilusiona del todo, pues su charco está detrás de cámaras. Eso sí, sabe que sería la oportunidad perfecta para impulsar las luchas que siempre le han interesado.

“Si quisiera ser presidenta, sería una excelente presidenta”, dice Villata.

–¿Y quién de los dos sería mejor?

–Ella; reconoce entre risas.