Las ticas que viajaron a Turquía para rescatar animales del caos del terremoto

Cuatro mujeres costarricenses fueron parte de la ayuda humanitaria que llegó hasta Turquía en medio de la tragedia, con la misión de ayudar a otros seres que también necesitaban auxilio: los animales. Perros, gatos y hasta un gallo lograron reunirse con sus familias gracias a sus esfuerzos

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Hay vivencias que marcan para siempre…

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Aunque se podría decir que vivieron lo mismo, cada experiencia se sintió y vio de manera particular. Sus relatos coinciden, pero continúan siendo independientes. Así fue cómo cuatro profesionales costarricenses viajaron a Turquía a salvar animales luego del devastador terremoto que azotó las fronteras de ese país y de Siria, el pasado 6 de febrero. Sofía, Diana, Andrea y Grettel se enfrentaron al dolor, a la desesperanza y a la incertidumbre, pero en medio de tanta tragedia, siempre hubo una una luz de fe que las mantuvo y hoy las llena de satisfacción y gratitud.

¿Por qué fueron?

Ellas trabajan para la ONG Humane Society International (HSI), una organización mundial nacida en Estados Unidos hace 20 años y que está presente en más de 50 países (Costa Rica es la sede para Latinoamérica).

El lema de HSI es “prevenir el sufrimiento animal en todas sus formas”. En Costa Rica, la ONG apoya a diferentes entidades gubernamentales como SENASA, OIJ y SENAC.

HSI promueve el vínculo humano-animal, rescata y protege perros y gatos; mejora el bienestar de animales de granja; conserva la vida silvestre, y brinda atención en casos de desastres naturales. La agrupación antes ha atendido otras catástrofes en Guatemala, Nepal, Ecuador, México, India y ha apoyado a personas refugiadas que escaparon junto a sus animales de la guerra en Ucrania.

Además de ellas, a Turquía acudieron equipos de HSI provenientes de México, Colombia, India, Estados Unidos y Europa.

Tras participar en las labores de rescate en Turquía, la psicóloga Grettel Delgadillo viajó hasta Corea del Sur, donde fue parte de la liberación de perritos que estaban en una granja de producción de carne canina.

Los relatos de las rescatistas son impresionantes, así como la serenidad y compromiso con que hablan.

Las ticas llegaron a Turquía a colaborar con las diferentes instituciones que ya estaban operando allá. Su labor consistió, principalmente, en tratar de reunir a las personas con las mascotas que perdieron durante el terremoto.

El gato huyó de la guerra y sobrevivió al terremoto

Dicen que los gatos tienen siete vidas. Y si bien la aseveración es una mera creencia popular, el gatito de esta historia sí que se ha librado de la muerte en varias ocasiones. El felino huyó de la guerra de Ucrania junto a su familia y llegó a Turquía, donde sobrevivió un terremoto.

Él estaba perdido, pero en su búsqueda colaboró Sofía Herra, de 34 años, una costarricense que viajó hasta Europa para ayudar a salvar animales. Herra trabaja como gerente del programa de animales de compañía y prevención de la crueldad en HSI. Ella es veterinaria y más allá de anhelar desenvolverse en la parte clínica, la profesional siempre tuvo el deseo de trabajar en prevención.

“Veía situaciones en las que pensaba que si la persona hubiera sabido tal cosa, o si se trabajara más la empatía o la educación, muchas cosas serían diferentes. Me llené de muchos ‘si tan solo’”, comenta. Así fue como empezó un emprendimiento más enfocado en veterinaria social.

Participó en el programa de bienestar animal de la Municipalidad de Curridabat y el camino la llevó hasta HSI, organización en la que siempre quiso participar.

“Por muchos años fue mi sueño. Me parece increíble que exista una plataforma que tiene recursos para impactar el entorno de manera tan integral, donde las personas ponen sus capacidades y generan programas completos basados en la realidad de cada país. Trabajar aquí no se siente trabajo: es bonito, dinámico e interactivo. Yo agradezco constantemente estar en esta institución”, agregó Sofía solo días después de regresar de Turquía.

Ella fue en un segundo grupo de rescatistas ticas de animales, junto a su compañera de HSI, Diana Mena. Arribaron a Turquía la tercera semana post terremoto y antes allí estuvieron ayudando como primeras enviadas costarricenses Andrea Induni y Grettel Delgadillo.

Sofía recordó sus sentimientos al llegar y enfrentarse al desastre y desolación de un país devastado. Rememora que desde el segundo uno se sintió abrumada: nunca había presenciado tal nivel de desastre.

“Esto va a quedarse con uno para siempre. En mi caso, por ser veterinaria (a diferencia de sus otras tres compañeras) la experiencia fue un poco diferente. Algunos días colaboré en la clínica móvil con un equipo de veterinarios locales”.

En un escenario plagado por la necesidad, no había mucho tiempo para pensar: había que actuar. Así fue como la costarricense tomó consulta en turco, ayudada por el traductor de su celular.

Además de impresionarse por la situación de las personas y sus mascotas, Sofía se admiraba por la mística de sus colegas turcos, profesionales jóvenes, muchos recién graduados, que acababan de estrenar su negocio y que aún después de perderlo todo, estaban levantando una clínica móvil.

“Es impresionante y al mismo tiempo difícil de asimilar como ellos dan la cara por todos. Eso es parte de lo difícil, involucrarse con tantas personas y casos y tener que soltarlo tan rápido. Había que volver y seguir ayudando a distancia”.

Si bien Sofía y su compañera Diana Mena llegaron 22 días después del terremoto, se asombraron de aún poder rescatar animales y regresarlos con sus familias. Desde su experiencia en el área de la salud, resulta increíble cómo estas criaturas sobrevivieron por tanto tiempo en medio de la destrucción, en muchos casos gracias a que sus humanos llegaban a lanzarles comida, aunque no los veían, pues sabían que estaban atrapados entre los escombros.

“Devolverlos con sus tutores, llevarlos con vida a sus hogares me sorprendió y me dio esperanza. La lógica podía decir que no estarían vivos. Esta fue una enorme lección de esperanza”, dice la veterinaria.

Fue justo la esperanza lo que les ayudó a rescatar al gato con el que iniciamos esta historia. Tras el desastre, el animal quedó atrapado en un apartamento: sus dueños trataron hasta la desesperación de rescatarlo, pero era imposible y el edificio estaba a punto de colapsar. Fue entonces cuando acudieron a la rescatista costarricense y su equipo de trabajo.

Desde el inicio todo parecía inútil. El minino no se veía por ninguna parte pero, aún así, les autorizaron a poner una jaula trampa en la edificación a punto del derrumbe. Contra todo pronóstico lo salvaron.

“Es el gato que huyó de la guerra y sobrevivió al terremoto”, destacó Sofía, quien espera no tener que volver a experimentar una vivencia como estas por lo trágico que resulta para las personas y los animales.

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Luego de esta vivencia, Sofía ve una gran oportunidad para trabajar en que las personas contemplen a las mascotas en los planes de emergencia a seguir en caso de desastre.

Tras lo vivido se siente agradecida: su trabajo le permitió rescatar al gatito que huyó de la guerra y que sobrevivió al terremoto, pero además, considera un privilegio ser parte de una ONG que “impacta la política pública del país y de la región”.

De liberar monos en Guatemala, a salvar a Leila en Turquía

En tres meses Andrea Induni ha vivido momentos impactantes. La ingeniera agrónoma especializada en Zootecnia supo toda la vida que quería dedicarse al bienestar animal y desde que es parte de HSI ha vivido momentos increíbles.

Apenas regresaba de liberar monos araña en la selva de Guatemala, cuando tuvo que prepararse para realizar trabajo de rescate en Turquía: la vocación por servir y ayudar han sido sus compañeras durante muchos años.

Lo vivido en Turquía fue impactante para ella. Aún semanas después de regresar a suelo tico, en su mente se pasean las imágenes de kilómetros interminables de destrucción. Sin importar que el desastre estuviera en cada metro, ella había llegado allí a ayudar y ese era su pensamiento principal.

“Íbamos pensando en ayudar a los animales que encontráramos. Siempre estaba ese riesgo de que un edificio se desplomara. Los militares y la gente de atención de desastres nos dejaron claro de que no podíamos entrar. Había que buscar otros métodos para atraer a los gatos y a los perros”, recuerda la asistente de campo, quien en medio de su labor vivió un terremoto.

“Eso me marcó mucho, por suerte estábamos en un lugar seguro. El terremoto fue de 6,4 grados y fue muy impactante porque se fueron todas las luces. La tierra no solo se movía, sino que todo empezó a crujir. Sonaba demasiado fuerte. Sonaban ambulancias, la gente gritaba. Esa noche se cayeron un montón de edificios”.

Cuando el terremoto pasó, muchos perritos callejeros llegaron al campamento en el que estaba Andrea con el equipo de trabajo. Los animales tenían miedo y buscaban protección.

De vuelta a Costa Rica sí ha sentido la carga emocional. Las noticias han mermado el seguimiento a lo que pasa en Turquía, pero la mente de esta costarricense continúa allá.

Lo experimentado fue duro pero también gratificante.

“Hubo muchos casos divinos donde veía a las personas reuniéndose con sus mascotas. Esa es la principal recompensa”, resalta Andrea Induni.

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De los rescates hubo uno que la marcó por todo lo que involucró: la resiliencia de una gatita y la fe de su dueña, quien estaba herida en un hospital.

“Leila era una gata que estaba como a una hora de donde estábamos. Su dueña estaba hospitalizada porque se lastimó las piernas y enviaba audios para su gata. El tema es que el edificio donde vivía ella con Leila no existía, eran escombros, pero al parecer Leila andaba por ahí. Fuimos en la tarde y no salió, al otro día fuimos en la noche y gracias a los audios con la voz de su dueña se logró atrapar. Fue demasiado. Uno piensa en qué pasaría si fuera el gato o perrito de uno el que está ahí. Fue demasiado satisfactorio cuando un animal se reencontraba con sus dueños”, agregó Induni , quien participó en la primera misión de rescate en Turquía, junto a Grettel Delgadillo.

El gallo que devolvió la esperanza

Un ser querido es un ser querido, no importa si es peludo o si tiene plumas. Esto lo aprendió Diana Mena, de 34 años, una socióloga y maestra de preescolar que trabaja en HSI, demostrando que en una organización que apoya animales no solamente laboran biólogos y veterinarios.

Esta vecina de San José ha amado a los animales desde que tiene memoria y hace unas semanas tuvo la tarea de viajar junto a su compañera (y amiga) Sofía Herra hasta Turquía para ayudar a rescatar mascotas.

La asistente de programas de HSI se siente complacida de trabajar en un lugar que tiene como lema “proteger a todos los animales del mundo”.

“Es valioso que con el conocimiento y la experiencia de vida se pueda brindar un granito de arena para ayudar a las personas en su día a día a mejorar la convivencia (con los animales). Es ayudar a nuestros hermanos menores como decía San Francisco de Asís”, comentó acerca del trabajo que realiza desde hace un año.

La vivencia en Turquía es sin duda una de las que más la ha marcado en su ejercicio. Llegó con la disposición de ayudar en lo que se pudiera.

Nunca había visto nada similar, la devastación le causó dolor, pero se fortalecía al ver a las personas buscando a sus seres queridos: a sus animales. También la motivaba saber que había recorrido casi 12.000 kilómetros para brindar su mano, así fuera dependiendo del traductor del celular.

Sofía y ella se unieron con colegas de la misma organización que llegaron a Turquía desde otros países, así como con socios locales. Todos tenían el mismo fin, la noción de los días se perdía y la adrenalina no hacía notar el trabajo “de sol a sol”.

Diana es franca y reconoce que hubo momentos amargos, pues había animales que no se podían auxiliar porque los edificios en los que estaban ya habían sido clausurados y el ingreso era imposible.

“Era doloroso saber que ahí estaba y no se podía lograr. A veces lo lográbamos, hacíamos todos los intentos, incluso usando audios que mandaban los dueños. A veces dábamos seguimiento a casos que había trabajado el primer equipo”.

La premisa siempre fue ayudar a la mayor cantidad de animales… entre ellos un gallo.

“Me marcó muchísimo una señora que se acercó diciendo: ‘necesito apoyo para buscar a mi gallo’. Su casa estaba destrozada, eran escombros: ahí estaba el gallo, tratamos de rescatarlo, pero debíamos tener cuidado porque hay que velar por la seguridad de todos. Cuando salíamos de los escombros ella dijo que perdió a sus seres queridos, a sus vecinos; contó que tenía seis pollitos que eran sus bebés, ella logró rescatar a cuatro”, recuerda Diana.

“Después de varios días, de intentos complicados, de distintas estrategias y con el apoyo de la policía animal de Turquía, logramos rescatar al gallo. Fue impresionante. Ella no paraba de agradecernos desde que hacíamos los intentos de rescate. Nos dio todas las bendiciones que te podés imaginar”, rememora la rescatista, quien fue testigo de cómo después de perderlo todo, el reencuentro con los animales fue un alivio para las personas.

Salvar animales en Europa y Asia en menos de un mes

Grettel Delgadillo Molina, de 42 años, vivió intensas emociones entre febrero y principios de marzo. Ella y Andrea Induni fueron las primeras rescatistas costarricenses de animales en llegar a Turquía, país en el que trabajaron desde el 16 de febrero y hasta el día 27 de ese mes.

La psicóloga suma 16 años trabajando en HSI . Desde que empezó con su profesión se interesó por vincularla con temas relacionados con animales y el ambiente. En la organización ha trabajado con vida silvestre y bienestar animal en general; ha sido una aventura de crecimiento tanto profesional como personalmente.

En su labor ha podido aplicar herramientas de psicología, empezando por el vínculo que existe entre las personas y los animales.

En tantos años con HSI, Grettel ha vivido misiones de todo tipo. Las más recientes y también impactantes se desarrollaron en Turquía y en Corea del Sur.

Al primer país llegó para apoyar en el rescate de animales tras el terremoto. Al ser parte del primer equipo, que llegó una semana después de la tragedia, aún encontraban personas con vida entre los escombros.

Al unirse al rescate su trabajo tenía que ser rápido, así que en medio de las labores frenéticas se empapaba de lo que sucedía. Cuerpos de emergencia, policías, el ejército, entre otros, eran parte de la lucha desesperada por encontrar sobrevivientes.

“Una de las necesidades más grandes que existe es buscar a animales afectados. Estuvimos en Antakya, la región fronteriza con Siria, no hicimos intervención en el lado sirio, los esfuerzos fueron para la región más afectada. El 85% de la ciudad estaba en escombros”, recuerda Grettel, quien resalta la mística de quienes habiéndolo perdido todo daban lo que tenían para ayudar a los demás.

En los rescates de animales participaron, algunas veces, los propietarios, quienes evidenciaban el vínculo con sus animales al llamarlos de las maneras más tiernas.

Cuando buscaban a algún animal, de repente aparecían muchos otros, sobre todo, gatos que nadie estaba buscando.

“Fue emocionalmente difícil, una experiencia bastante fuerte. Mezcla de todas esas emociones: incertidumbre, esperanza, muchas ganas de que de verdad los encontremos, a final de cuentas se trata de aliviar el dolor de quienes perdieron todo ahí. Los animales también perdieron a sus personas, entonces se hace enlace con otros grupos para buscar adoptantes”.

En medio de la destrucción y de un ambiente desolado, la esperanza siempre encuentra espacio. Esta vez la alegría llegó a través de Dust, un perro atrapado en la azotea de un edificio del que no quedaba nada.

“El perro estaba aterrado. Luego el dueño vio una publicación nuestra y dijo que era Dust, hizo toda una triangulación y finalmente se dio el reencuentro.

“Destacamos el calor humano que había ahí. Las personas son extremadamente especiales. Nos agradecían mucho lo que hacíamos, nos comunicábamos con el traductor de Google. Sin duda la mayor recompensa fue ver a la gente sonreír y llorar de felicidad. Muchos que lo perdieron todo estaban felices (junto a las mascotas). Uno ve que eso alivia un poco el sufrimiento que pasan”, agregó Grettel.

Apenas tratando de reponerse de lo vivido en Turquía, Grettel tuvo que ir días después hasta Corea del Sur, donde participó en el cierre de una granja de carne de perro.

Lo visto por la psicóloga fue muy duro, empezando por el choque cultural. En espacios mínimos y en condiciones extremas e insalubres había casi 200 perritos que nunca habían sido socializados.

“Fue algo impactante, había muchos cachorros con su mamá: ya no cabían, ni podían pararse bien. Había centímetros de piso de excremento, aguas insalubres, fue una situación muy extrema. En 16 años en la organización nunca vi algo tan extremo”, comentó.

¿Cómo se enfrentan al dolor y la crueldad?

Para ambas intervenciones, Grettel contó que se preparó porque nunca se sabe qué se va a ver. Dice que los espacios de catarsis entre el mismo equipo son valiosos, además, entre todas se apoyan en temas de salud mental.

“La organización promueve el autocuidado. Hay que hacer un trabajo de introspección, de autoexamen. Ser muy humilde al decir ‘necesito ayuda’, hacer catarsis con respecto a este tema. (...) Es importantísimo tener una red de apoyo alrededor de uno: familiar, laboral y así ir sacando estas imágenes que se tienen muy presentes, uno tiene que trabajarlo, no podemos solo guardarlo. Hay qye abordarlo, sacarlo y tener fortaleza”.

Alejandra Zúñiga, quien se encarga de la comunicación de HSI, destaca la fortaleza y resiliencia del equipo que generalmente trabaja en situaciones adversas.