Las finanzas de Judas, más que 30 piezas de plata

Aquella infame bolsa del relato bíblico no solo estuvo llena de traición, sino también con una historia de dominación imperial y de política religiosa. ¿Cuáles eran las monedas de Judas?

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Se intercambian los besos y las monedas. Ambos se han convertido en símbolos de traición gracias a un solo relato.

Mateo, el evangelista, refiere la historia del beso infame que le sirvió a Judas Iscariote para marcar a su maestro. Ese gesto se convertiría en el sello de una sentencia. El pago de su traición sería en metálico: “...y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata”.

Los besos pertenecen al viento; las monedas, a la tierra, y solo ellas permanecen.

Durante algún tiempo hubo controversia sobre cuáles exactamente habrían sido las monedas de las que tan ambiguamente escribió Mateo en su relato. Sin embargo, el coleccionista nacional de monedas antiguas Pablo Sánchez afirma que, de acuerdo con los últimos estudios, hay bastante consenso en que las piezas fueron siclos de Tiro (o shékels de Tiro). Estas monedas solían usarse para que los fieles pagaran el tributo en el templo de Jerusalén en los primeros años de nuestra era.

Pablo Sánchez adquirió recientemente un ejemplar de estas monedas, estrella en una colección ya de por sí impresionante que él empezó hace solo cuatro años, pero que se extiende a tiempos añejos, con piezas de hace 36 siglos.

Sánchez es profesor de Botánica en la Universidad Nacional, y su espíritu metódico en la catalogación de especies se nota también en la numismática antigua.

“Yo llegué a esto de las monedas porque fumaba mucho; en realidad porque dejé de fumar”, cuenta Sánchez, quien afirma que hizo cuentas del ahorro que tendría por dejar el vicio y decidió dedicarlo a una pasión igualmente adictiva.

Así empezó a invertir dinero moderno para que le dieran plata vieja. Los cigarrillos pertenecen al viento, pero las monedas, ya lo sabemos, permanecen.

Moneda de la pasión

Mientras el Imperio Romano mantuvo su hierro por el mundo antiguo, por las tierras del Mediterráneo usaba dos tipos de divisas oficiales, una de las cuales era el siclo de Tiro. Tiro es una urbe que todavía existe en el sur del Líbano, y su más famosa moneda se refiere a ella como “la sagrada y la ciudad del refugio”. Esta leyenda la exhibe en la cara que muestra un águila posando como quien camina la pasarela.

Del otro lado, la pieza muestra la efigie del dios Melkart, patrono de la ciudad. En la tradición griega, a Melkart se lo identifica como el mismísimo Hércules.

Entonces sí: Judas habría llevado una bolsa llena de caras de Hércules, así como nosotros querríamos que Carmen Lyra, y ojalá Ricardo Jiménez, nos sonriera cada vez que abrimos la billetera.

Treinta piezas de estas monedas eran mucha plata. El sitio Numismático Digital calcula que, al tipo de cambio de la época, 30 siclos equivalían a 120 denarios de plata. Un legionario romano solía cobrar 18 denarios al mes, por lo que el precio del delator habría sido de poco más de medio año de salario de un soldado del imperio.

El relato bíblico cuenta lo resabido: Judas se arrepiente, devuelve el dinero a los sacerdotes y después se cuelga.

Los sacerdotes no podían poner la plata en las arcas del templo porque era “precio de sangre”, así que finalmente habrían comprado el “campo del alfarero”, que era un terreno arcilloso no apto para la agricultura, y que se usaría para enterrar a los indigentes.

Hasta ahí, la historia bíblica con el siclo de Tiro, pero la pieza tiene más cuento.

Originalmente, las monedas se acuñaban propiamente en Tiro, pero en el año 19 a. C. los romanos empezaron a importar otra pieza de menor valor, la cual tenía solo un 80% de plata. El siclo de Tiro tenía un 95% de pureza, y solía ser la única aceptada en el templo de Jerusalén para el tributo.

Ante ello, los sumos sacerdotes judíos pidieron permiso a la autoridad imperial para acuñar sus propias monedas de mayor pureza. Los romanos aceptaron, siempre que usaran como modelo la antigua moneda de Tiro, ya que no querían enviar un mensaje erróneo de que se les daba autonomía a los habitantes de Palestina.

Así consta en el sitio de recuperación de la tradición judía Beged Ivri. Es posible que las monedas del relato bíblico fueran siclos de Tiro, pero no procedentes de Tiro, sino de la propia Jerusalén.

El hecho de que las mismas autoridades religiosas judías estuvieran acuñando monedas de un dios –o semidiós– pagano ya era conflictivo, pero aquello es otra historia que se resolvería con la revuelta de los macabeos muchos años después.

En su colección, Pablo Sánchez tiene otros ejemplares que refieren a otros relatos bíblicos. Por ejemplo tiene “el denario del tributo” (“Dad al César lo que es del César”), o las humildes “monedas de la viuda” (“Y llegó una viuda pobre y echó dos pequeñas monedas de cobre...”). También tiene varias de las que acuñó Poncio Pilato, pero en su colección se nota que la moneda estrella es el siclo de Tiro.

Insistimos en saber cuánto le costó ese ejemplar en plata de hoy, pero Sánchez declina responder.

“Su valor es histórico”, dice con convicción. ¿Y adivinan qué? Él, a sus convicciones, no las traiciona.