Las cenizas del funesto recuerdo

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La mañana del 9 de enero, una madre y su pequeña hija regresaban en paz a su casa. Desde que salió el sol, escuchaban el llanto de un perro que se había caído en una alcantarilla sin tapa en Cuatro Reinas de Tibás.

Su manada amaneció a su lado, pero se cansó de esperar. El animal tenía medio cuerpo sumergido en agua sucia y no dejaba de temblar. Gracias a la acción de los bomberos, el perro se salvó de la agonía y se perdió entre los matorrales meneando la cola.

Sin embargo, el trabajo de este cuerpo de rescatistas no siempre es tan satisfactorio.

Dos meses antes, la mañana del 5 de noviembre, el bombero Kenneth Bolaños viajaba en moto para entrar a su turno, cuando escuchó a través del radiocomunicador un despacho a un incendio en Tambor de Alajuela. La información agregaba que había tres menores en la vivienda.

“Cuando a uno lo despachan a un incendio, va con toda la adrenalina, pero cuando escucha que hay personas adentro, todo cambia”, asegura Bolaños.

El fuego avanzó rápido y para cuando llegaron, ya no había nada que hacer.

“Tranquilo, hicieron un buen trabajo”, le dijo su colega Yorleny Calderón, apenas salió de la estructura.

Bolaños recuerda esa emergencia como la más impactante de su trayectoria como bombero. Trata de no pensar en ese día, ni en los tres hermanitos que fallecieron mientras estaban al cuidado de su abuela.

“Lo más difícil de este trabajo es tener que ir a decirle a una mamá que encontramos a su hijo muerto en el incendio”, dice, cabizbajo, Ronny Luna, capitán de la escuadra de San José.

“Con solo que le ven a uno la mirada cuando viene caminando, ya pegan aquellos gritos. Ni quiero recordar esos gritos. No sé cómo explicarlo, es que todos tienen como el mismo tono”, agrega.

En los 23 años en los que Luna ha servido como bombero, una de las historias más desgarradoras fue la ocurrida el 4 de enero de 1994 en Tres Ríos. Dos de sus camaradas intentaban convencer a un hombre de abandonar su casa durante una inundación.

El piso se desplomó y una cabeza de agua se llevó a los bomberos Jorge Garita y Leonardo Calvo, mientras el dueño de la casa quedó sano y salvo.

A Luis Diego Chaves, de Alajuela, también le tocó ver a un compañero caído en labores. A él le habían pedido que entrara temprano para que se fuera a cargo de un equipo de bomberos a un incendio forestal en Turrubares, suscitado en marzo del 2013.

“Uno no se imagina que vaya a pasar algo por el estilo. Ese bombero (Andrés Cruz, mejor conocido en su gremio como Pata) era voluntario y ese día no le tocaba”, relató.

Por alguna razón, las comunicaciones fallaron y nadie escuchó a Cruz pedir auxilio a través del radiocomunicador.

Andrés iba acompañado por otro bombero, quien intentó sacarlo con vida de la zona. Por desgracia, el viento cambió de dirección y avanzó con furia hacia donde ellos estaban. Al muchacho no le quedó más remedio que abandonarlo ahí y salvaguardar su propia vida.

Todo lo que recuerda Chaves es que ese otro bombero llegó llorando. “¡Pata se murió!”, gritaba.

Chaves quedó muy afectado y aún le cuesta hablar de este tema. “Visualmente fue chocante. Llegamos y vimos a una persona fallecida... con el uniforme de bomberos puesto”.