La política no me importa

La rebeldía tenemos que enfocarla en la dirección correcta

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¿Ha escuchado esa expresión? Por dicha no es generalizada, pero sí se ha vuelto recurrente, especialmente entre gente joven. Por alguna razón –o por muchas y sobradas–, se usa casi como una declaración de intenciones, un eslogan de malentendida rebeldía que hasta pretende sonar cool . Un error.

Siempre he creído que a nadie deberían importarle más las decisiones políticas que marcan el rumbo del país que a “las nuevas generaciones”.

A los que tenemos por delante la construcción del resto de nuestra vida. No solo porque de ello dependerán las condiciones en las que nos va a tocar vivir, que pueden ser más o menos jodidas; sino porque las circunstancias nos otorgan una responsabilidad particular.

En la elección del 2010, los menores de 34 años representamos casi el 42% del padrón electoral, y un cálculo simple basado en las proyecciones de población del INEC , permite intuir que, para la elección del 2014, el porcentaje será similar. La conclusión no es temeraria: hoy en Costa Rica, quién alcanza la presidencia de la República, es una decisión que en buena medida recae en los jóvenes.

Sin embargo, la historia reciente aporta un dato poco alentador: el segmento que reporta mayor índice de abstencionismo es precisamente el de los veinteañeros. Por ejemplo, el estudio “Comportamiento del electorado costarricense” publicado por el TSE y la UCR en el 2010, analizó el comportamiento de los electores entre 1994 y el 2006, y encontró que tras un ímpetu inicial (a los 18 ó 19 años) el interés por ir a votar tiende a disminuir, y repunta cerca de los 30 años de edad.

Las razones que aportan los académicos son variadas: el efecto de los escándalos de corrupción, la pérdida de credibilidad del sistema, la crisis de los partidos políticos, etcétera.

Uno podría sumar otras: una mediocre educación para la participación ciudadana, el enfoque acartonado de la política por parte de la mayoría de los medios de comunicación, el poco carisma de candidatos insalvables, la escandalosa ausencia de resultados, y podríamos seguir.

Pero lo que resulta más inquietante no es necesariamente la ausencia de los jóvenes en las urnas. El voto es solo una de las formas de participación y de incidencia. Crucial, pero no la única.

Lo crítico es que la reacción sea la indiferencia, travestida de una suerte de inmunidad: “como no me importa, tampoco me afecta”. ¡A la mierda los pastores!

La rebeldía tenemos que enfocarla en la dirección correcta: en resistirnos a que sean otros los que decidan arruinar el futuro; y lo arruinen.