La novela que JK Rowling escribió, pero no firmó

La famosa JK Rowling publicó una novela de crimen bajo un seudónimo y fue descubierta tres meses después. ¿Quién la delató y qué pasará con el supuesto autor, Robert Galbraith?

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En la edición impresa del inglés The Sunday Times ( ST ) del 14 de julio venía la noticia: JK Rowling, la autora de la serie Harry Potter , había publicado un libro bajo el seudónimo de Robert Galbraith.

Rowling confesó con tristeza: “Esperaba mantener el secreto un tiempo más, porque ser Robert Galbraith ha sido una experiencia liberadora”.

Publicado en abril como la ópera prima de Galbraith, The Cuckoo’s Calling es una novela de misterio alrededor de un militar retirado y convertido en investigador privado que indaga el sospechoso suicidio de una modelo en Londres.

La obra desataría dos nuevas tramas: la del periodista con gabardina de detective que salió a buscar al autor tras el seudónimo y, después, la frenética cacería de la persona que filtró la información.

El día de la publicación y tras una entrevista que The New York Times le hizo al inquisitivo editor que siguió las pistas, el sitio web Business Insider publicó otra pieza del misterio: la filtración la hizo por Twitter una mujer identificada como @judecallegari, quien unas horas después había desaparecido de la red social sin dejar rastro.

Entonces, al final del domingo 14 de julio, los lectores teníamos esto: un libro de bajo perfil escrito por la autora más acaudalada del siglo XXI, oculta tras un seudónimo; una metatextual trama de misterio y un fantasma cibernético e inubicable que había delatado a Rowling en menos de 140 caracteres.

¿Quién era este tuitero y qué pasaría con la novela?

Al descubierto

Lo primero que pasó fue que vendió todo lo que pudo y más, al punto de que subió del puesto 4.709 al puesto uno del bestseller de Amazon. Pero no nos apresuremos.

En algún momento antes de abril del 2013, JK Rowling empezó a circular el texto de manera anónima hasta que Sphere Books, una editorial subsidiaria de Little, Brown & Company aceptó el libro.

Cuando la autora le reveló al editor quién era en realidad, el ejecutivo respondió con sorpresa: “Nunca hubiera imaginado que una mujer escribiera eso”.

Ese era el objetivo, confesó Rowling. ¿Y por qué ese seudónimo? Robert es uno de sus nombres masculinos favoritos –en parte por Robert F. Kennedy– y el apellido tiene una razón curiosa. “Cuando era niña, realmente me quería llamar Ella Galbraith y no tengo idea del porqué”.

La autora pasó un fin de semana practicando el autógrafo de Galbraight (“mi firma es consistente”, dice) y le creó una historia como exmilitar, de modo que era comprensible que escribiera con claridad de esos temas.

Se firmaron cláusulas de confidencialidad, se hizo una doble impresión en Estados Unidos e Inglaterra, y como los abogados de Rowling vieron que esto era bueno, en abril salió a las estanterías.

La crítica fue tremenda. A pesar de que solo se vendieron 1.500 unidades, las reseñas aplaudían a la joven promesa y algunos miraban con suspicacia la soltura que mostraba un autor novato.

Todo iba bien hasta que apareció @judecallegari.

La verdadera Jude Callegari (no hay seudónimos aquí) vive en el condado de Surrey, al sureste de Inglaterra, tiene dos hijos y está casada con Paul Callegari, un abogado de la firma K&L Gates, que en Londres tiene clientes de la talla de Microsoft y Starbucks.

Pero, antes de llegar a Callegari, debemos volver al Sunday Times .

Twitter

Es necesario hacer una parada en el perfil de Twitter de India Knight, columnista estrella del ST y quien el 10 de julio publicó este tuit: “El libro que estoy leyendo (novela de detectives llamada The Cuckoo’s Call , Robert Galbrait) merece ++”.

Callegari aparentemente le contestó, pues los próximos dos tuits de Knight fueron “@judecallegari: Eh?” y “@judecallegari: En serio? Cómo lo sabes?”.

Lo próximo que sabemos es que Richard Brooks, editor de artes del medio inglés, se puso a atar cabos.

Descubrió que Little, Brown & Company había sido la empresa que editó The Casual Vacancy , la anterior novela de Rowling, y que ambos libros tenían el mismo agente (Neil Blair) y el mismo editor, David Shelley, quien es ejecutivo senior en la editorial. Se entiende que se asigne al editor uno de los libros más esperados en años, pero ¿una novela de autor desconocido? Además, de toda la editorial, Galbraith era (y es) el único sin foto en el sitio web.

De manera paralela, Brooks convocó a dos especialistas en lingüística forense para que analizaran los libros. Ambos respaldaron la sospecha tras revisar varias obras. Así, el editor se envalentonó y escribió a la vocera de la autora la noche del viernes 12: “Creo que Robert Galbraight es, en realidad, JK Rowling. ¿Me podría contestar con una respuesta directa?”. La mañana del sábado, la escritora capituló, el domingo apareció el impreso por la mañana, y en la tarde ya rodaba el rumor de los tuits.

A todo esto algo faltaba: ¿quién era @judecallegari?

Unos Dursley

La prensa británica dedicó el poco tiempo que le dejaba libre el inminente bebé real para indagar en el tema.

El usuario había desaparecido de Twitter pero el daño estaba hecho y, dos días después de la publicación, el matutino CityAM reportó que nadie contestaba en la casa de los Callegari. El intercomunicador de la casa estaba en silencio, reportó otro medio.

Finalmente, el jueves 18, una firma legal londinense publicó un mea culpa . En un breve comunicado, la firma Russells, que representa a Rowling, aseguró que Chris Cassage, uno de sus socios, reveló la identidad de Galbraith a Callegari, la mejor amiga de su esposa. En eso quedó; nadie ha dado más explicaciones, salvo Rowling, quien afirmó que “decepcionada sería quedarse corto”.

Lo que siguen moviéndose son las ventas del libro y Rowling tiene lista una secuela que viene el próximo año. Forbes reportó que las ventas en Amazon subieron 158.000% tras la publicación; la casa editorial sacó nuevas reimpresiones y las primeras ediciones autografiadas por “Galbraith” se subastan por miles de libras esterlinas.

¿Fue un plan de Rowling? Tal vez nunca se sepa. Lo evidente es que un ligero empujón de celebridad basta para enloquecer a un planeta. Prueba de ello es este artículo: pocos libros de autores desconocidos obtendrían este espacio en una revista a medio mundo de distancia.