La marcha de las hijas de los genocidas

Hijas de represores de la sangrienta dictadura que gobernó Argentina marcharon para denunciar los delitos y abusos que cometieron sus padres

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Mujeres sostienen rótulos con rostros de víctimas de violencia de género en Argentina. ( AP/NATACHA PISARENKO)

Jorge Rafael Videla, dictador en Argentina durante 1976 y 1981, solía decir: “Si no están, no existen, y como no existen no están. Los desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos”.

Durante los años en que Videla mantuvo su mandato, estudiantes, sindicalistas, intelectuales, obreros, científicos, profesionales y otros fueron secuestrados, asesinados y desaparecidos.

Muchas mujeres también sufrieron abusos, incluso, algunas que estaban embarazadas. La prueba de estos eventos está en los relatos de sobrevivientes que, una vez finalizada la dictadura, contaron lo que vivieron dentro de centros de detención y tortura en los que las mujeres eran desde golpeadas en las rodillas para inmovilizarlas, hasta vendadas en los ojos para luego ser violadas por militares.

111 crímenes. En Argentina, una mujer fue víctima de femicidio cada 25 horas entre el 1° de enero y el 27 de abril de 2017. (AP/NATACHA PISARENKO)

La dictadura justificó sus acciones con el argumento de que estaban enfrentando el terrorismo. Sin embargo, la falacia de esta justificación ha sido motivo de indignación y estupor durante décadas hasta llegar a las nuevas generaciones.

El pasado 3 de junio, hijas de genocidas argentinos aprovecharon la marcha ‘Ni una menos’, un movimiento que protesta contra la violencia machista, para proclamar que eligieron un camino distinto, el de desobedecer el mandato paterno.

Su valentía fue reconocida y aplaudida por la nación, y otras partes del mundo.

Las hijas

Se reconocen como hijas de genocidas y juntas marcharon por primera vez (el sábado 3 de junio) en Argentina “por la memoria, la verdad y la justicia” de aquellos a quienes su padres secuestraron, torturaron y asesinaron durante la dictadura de Videla (1976-1983).

Algunas se atrevieron a darle su apellido a la agencia de noticias AFP , pero otras callaron por miedo a la reacción de una sociedad que aún juzga a los responsables de unos 30.000 desaparecidos.

“Historias desobedientes. 30 mil motivos. Hijos e hijas de genocidas por la memoria, la verdad y la justicia”, rezaba la bandera que portaba un grupo de siete mujeres de entre 40 y 60 años.

Erika Lederer, hija de un militar que torturó mujeres durante la dictadura. (AFP / EMILIANO LASALVIA)

Su paso fue trémulo en medio de la marcha ‘Ni una menos’, el evento que eligieron para debutar públicamente como organización. A su paso, se generó el silencio y la sorpresa de todos.

Luego el aplauso, la emoción y las lágrimas.

#Niunamenos es un movimiento de protesta contra la violencia hacia las mujeres. (AP/NATACHA PISARENKO)

“Son muy valientes. Desde su historia personal y desde su conciencia del genocidio”, comentó Martina Miraballes, una docente de 53 años que aplaudió a este grupo de mujeres.

Torturadas

En la marcha se encontraba Patricia Isasa, quien abrazaba a las hijas, y lloraba con ellas. Isasa llevaba en el cuello un cartel que decía:

“Soy víctima de terrorismo de Estado y de los PADRES TORTURADORES de ESTAS MUJERES que ABRAZO. Juntas decimos NUNCA MÁS”.

Isasa fue secuestrada a los 16 años por su militancia estudiantil. Estuvo encarcelada hasta los 19.

Sobrevivió.

“Estuve en tres campos de concentración, me pasó de todo, me violaron, me torturaron”, relató.

Sus torturadores fueron juzgados y condenados.

“Es histórico que las hijas de los represores hagan un esfuerzo enorme por superar el patriarcado y denuncien a sus padres. Vivieron en carne propia el maltrato y el abuso. Todos somos víctimas de estos hombres crueles”, dijo Patricia.

Por otra parte, Erika Lederer, de 40 años y militante de un partido de izquierda, también compartió su sentir durante la intensidad de la marcha.

“Soy hija de un médico obstetra, carapintada (golpista) e involucrado en delitos de ‘lesa’”, le contó a AFP .

(Es crimen de lesa humanidad todo acto tipificado como asesinato, exterminio, esclavitud, deportación o traslado forzoso de población, encarcelación u otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales del derecho internacional).

Su padre, Ricardo Lederer, era segundo jefe en la maternidad clandestina que funcionó en el Hospital militar de Campo de Mayo, en Argentina, donde las prisioneras daban a luz y los bebés eran robados como botín de guerra ( bienes tomados al enemigo por los soldados).

En la ciudad argentina de Rosario, se informó que entre enero y abril de este año se registraron 2.120 llamadas al Teléfono Verde de la Municipalidad, para consultas sobre violencia machista, según 'El País'. (AP/Natacha Pisarenko)

Cuando Lederer se vio acorralado por la justicia prefirió el suicidio.

Murió sin condena.

“En casa había mucha violencia intrafamiliar, entonces vos decís, si a mí me hace estas cosas, con gente que no conoce debe ser mucho más”.

Una vez que Erika supo toda la verdad sintió “vergüenza y soledad”.

“Soledad porque son temas que no podés hablar con nadie y vergüenza porque sabes que estaba haciendo cosas malas. Yo recuerdo el (mandamiento) ‘no matarás’”, dijo.

Le reprochó “mil veces” su papel en la dictadura.

“Le preguntaba ‘y, ¿te arrepentís de algo?’. Pero no, nunca asumió la culpa”.

Liliana Furio, también hija de un represor de la última dictadura militar de Argentina. (AFP / EMILIANO LASALVIA)

Otras de las mujeres presentes el sábado fue Liliana Furió, de 54 años. Tiene tres hijos, una esposa alemana y se define como militante feminista. Su padre, el exteniente Paulino Furió cumple prisión domiciliaria condenado a perpetuidad en 2013 por delitos de lesa humanidad en la provincia de Mendoza.

“Repudio con todas mis fuerzas lo que significó formar parte de ese ejército genocida, pero tiene un costo muy alto porque yo lo quiero más allá de ese horror. Entonces uno se siente muy vulnerable, partido al medio”, explicó.

Para Furió, aceptarlo fue un proceso largo.

“Le pedí que por favor me dijera dónde están los cuerpos, los archivos, para saber dónde están los nietos que faltan encontrar, pero la respuesta fue el pacto de silencio que no podemos comprender”.

¿Por qué se marcha?

Marcela Patricia María Huaita, exministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables del Perú, dijo en una entrevista que “el femicidio no solamente se da cuando las mujeres tienen una relación en pareja establecida. Un femicidio también comprende otros casos de muertes de mujeres solo por el hecho de ser mujeres”.

Es por esto que las marchas de ‘Ni una menos’ contiene tanta furia, y valor. Es importante recordar a todas las mujeres que han sido asesinadas en el contexto de la violencia de género.

En 1995 la mexicana Susana Chávez escribió un poema con la frase “Ni una muerta más” para protestar por los feminicidios en Ciudad Juárez, México. En 2011, la poetisa fue una víctima de femicidio. ( AP/NATACHA PISARENKO)

Solamente en abril de este año, Argentina tuvo un femicidio por día, de acuerdo con datos del periódico La Nación , de ese país.

“Lejos de tener mayores respuestas del Estado, pareciera darse un intento de disciplinamiento contra las mujeres y este colectivo pudo ponerle nombre a las violencias y desigualdades cotidianas desde la visibilización del trabajo doméstico y la profundización de la feminización de la pobreza hasta plantear que el acoso callejero y el piropo es violencia”, dijo durante la marcha Majo Gerez, referente del colectivo ‘Ni una menos Rosario’.

En la ciudad argentina de Rosario, se informó que entre enero y abril de este año se registraron 2.120 llamadas al Teléfono Verde de la Municipalidad, para consultas sobre violencia machista, según El País.

Liliana Furio, también hija de un represor de la última dictadura militar de Argentina. (AFP / EMILIANO LASALVIA)

Pero, además, durante los cinco primeros meses de 2017, la Fiscalía de la Ciudad de Argentina, registró una cifra récord: 8982 víctimas de violencia, lo que equivale a un promedio de cinco víctimas cada dos horas.

El detonante detrás de la agresión en estos casos: ser mujer.