La historia en 100 objetos

El director del British Museum ha construido UNA HISTORIA ALTERNATIVA DE LA HUMANIDAD a través de una serie de objetos como piedras, relieves y astrolabios.

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No solo con batallas, reyes y tratados diplomáticos se construye la historia. Los seres anónimos se van abriendo paso, aunque el misterio de sus vidas se perpetúe hasta la eternidad. Imposible conocer la identidad del tallador del primer cuchillo que empleó la raza humana, del burócrata que inventó la escritura para facilitarse la vida o del indígena que convirtió una vasija de arcilla en una obra de arte. Las cosas fabricadas por desconocidos hablan de sus costumbres, creencias y ritos.

Neil MacGregor (Glasgow, 1946) ha aprovechado el infinito arsenal del British Museum, del cual es el director, para escribir La historia del mundo en 100 objetos.

Su libro arranca con los objetos hallados en la garganta tanzana de Olduvai, donde empezó todo, y concluye con una lámpara solar que facilita la vida en lugares donde parece imposible. “Usar cosas es lo que nos convierte en seres humanos”, sentencia MacGregor.

Entre la herramienta prehistórica y la tecnología basada en energías renovables, desfilan objetos esenciales como la piedra Rosetta, una metopa del Partenón, una momia de Tebas, una estatua de Buda, un relieve maya y un tugra de Solimán el Magnífico, por citar algunos, así como joyas menos conocidas, como la cerámica superviviente más antigua del mundo, fabricada en Japón hace 7.000 años (la vasija Jomon), o el escudo de corteza de árbol arrojado por un australiano anónimo cuando se encontró por primera vez con James Cook.

Contar una historia a partir de objetos democratiza el relato porque lo común es que las sociedades que carecen de textos estén excluidas de la historia. “Por mucho tiempo, Europa ha sido el centro porque tiene textos. Hay civilizaciones que quizá no tengan textos, mas poseen objetos, y estos ayudan a contar su historia”, razona MacGregor.

El tesoro del British es poco británico: ellos almacenan colosales legados monumentales y artísticos de Súmer, Asiria, Persia, Egipto y Grecia.

En la colección hay un astrolabio judío del siglo XIV, que parece un reloj de bolsillo de gran tamaño. Se ignora quién fue su dueño, pero este objeto habla de un tiempo en que cristianismo, judaísmo e islam coexistieron pacíficamente. Prueba de ello es que tiene caracteres hebreos, palabras españolas y nombra a las estrellas en árabe. “Las tres confesiones convivieron en provechosa fricción, y entre las tres, hicieron de la España medieval el motor intelectual de Europa”, añade el libro.

Menos idílico es el relato de la colonización española en América y de cómo el real de a ocho se convirtió en la primera moneda global de la historia durante cuatro siglos.