Jonathan y Normita: protagonistas de un amor puro

Un día cualquiera, 17 años atrás, el destino le puso a este padre una prueba impensable que le dio un vuelco total a su vida y la de su hija. Desde entonces, surgió de su instinto de padre un fuerza interior que ni él mismo conocía. Hoy, entiende y ejecuta con amor inmaculado una misión con la que vino al mundo.

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Jonathan Chavarría festejó el pasado 25 de enero 69 años; el próximo 9 de marzo cumplirá 17 de tener una vida que puso a prueba el calibre de su fortaleza, de su valentía y de su amor de padre: desde entonces es el cuidador de su hija Normita, a la que llama “su chiquita” y quien depende totalmente de él.

Un paro cardiorrespiratorio (PCR), derivado de un fuerte ataque de asma le arrebató a Normita casi todo. No se sabe cuánto tiempo estuvo sin oxígeno, lo cierto es que muchas de sus neuronas murieron y la dejaron en un estado de coma vigil, lo que quiere decir que perdió su movilidad, habla y total control de su cuerpo.

Amor que lo puede todo

Norma Lidieth Chavarría Arguedas, tenía 27 años cuando sufrió el PCR.

“Ella fue a la clínica, estaba siendo nebulizada pero la dejaron sin supervisión, al no recibir atención inmediata sufrió el PCR, la llevaron al hospital San Juan de Dios y ahí estuvo en cuidados intensivos por dos meses”, recuerda don Jonathan.

El 26 de mayo Normita cumplirá 45 años, número simbólico, dado que ella volvió a ser la niña pequeña de su papá o como él le dice en todo momento: “su chiquita”.

El día en el que ocurrió todo, Normita fue con una amiga del trabajo a la clínica; por su condición de asmática fue ingresada antes que su acompañante. Ella, que comunicaba todo a sus padres, esta vez no llamó y ellos se extrañaron. Horas más tarde recibirían la noticia.

“Cuando me avisaron yo estaba trabajando, me dijeron que ella estaba en coma, que se iba a morir, yo laboraba como guarda de seguridad ¡la noche se me hizo eterna!, estaba deseando que amaneciera, me fui para el hospital… me parece estar viendo a mi chiquita toda entubada”.

Por el estado de la joven, los médicos aconsejaron a sus papás que lo mejor sería que ella fuera internada en un centro de atención especial para personas con discapacidad, propuesta a la que don Jonathan se negó rotundamente.

“Les dije a los médicos que no, que yo me la iba a llevar para la casa, por la condición tan delicada y compleja nos enviaron a la mamá de ella y a mí a recibir un curso en el que nos capacitaron para atenderla de la mejor manera, nos enseñaron a bañarla, aspirarla y alimentarla. Los médicos me felicitaron, dijeron que no cualquiera asume la decisión que tomé hace 17 años”.

Albina Arguedas, madre de Normita venía recuperándose de un cáncer de estómago. Siete meses después de lo ocurrido con su hija, ella falleció. Don Jonathan quedó viudo y con toda la responsabilidad de su hija.

“Mi finada esposa estaba superando bien su enfermedad, se recuperó pronto, pero con lo de mi hijita algo se le tuvo que activar y se me fue, ver a Normita en este estado fue el detonante”.

Tras vivir experiencias tan fuertes, don Jonathan afirma convencido que por sus propias fuerzas no hubiera logrado salir adelante.

“Dios me ha ayudado mucho, estar en sus caminos ha sido un baluarte para mí”.

Ni siquiera las circunstancias más adversas hicieron que la fortaleza y gran amor de don Jonathan por su hija flaqueara; cuidar y velar por Normita estaba decidido.

Amor en el tiempo

“Normita siempre fue muy apegada a mí, mi única hija mujer, ahí tengo todas las cosas que ella me regalaba, todas las herramientas, ella era número uno conmigo”.

El asma perjudicó mucho la salud de la muchacha desde temprana edad. Incluso la afección era tal que provocó que su papá la sacara de sus estudios secundarios, esto a pesar de que era una alumna brillante, pero pasaba mucho tiempo en la casa por enfermedad.

Transcurridos varios años, Normita empezó a trabajar en una ferretería. Por más insistencia de sus padres en que dejara el empleo, ella se empecinó en no hacerlo, quería ayudar con los gastos del hogar.

“Siempre fue buena, una chiquita de casa, nunca se le conoció novio. Era una chiquita feliz, metida en la iglesia, siempre andaba danzando”.

Don Jonathan está pensionado hace apenas seis años. Durante casi ocho tuvo que trabajar y cuidar a su hija. Se las arregló lo mejor que pudo. Para empezar, consiguió que le fijaran un horario de 6 a.m. a 2 p.m.. Durante ese lapso pagaba para que vigilaran a su hija; a eso de las 2:30 p.m., llegaba a su casa para atenderla, muchas veces tuvo que ir a trabajar sin haber pegado los ojos, tras asistirla toda la noche.

A Normita le practicaron una traqueotomía para que pueda respirar, además de una gastrostomía, por medio de la cual es alimentada con una jeringa especial.

Don Jonathan le prepara sus alimentos, le da de comer, la baña, le aplica crema para evitar la formación de úlceras, cambia sus pañales, lava su ropa, le pone sábanas limpias a diario, y hasta le corta el cabello a “su chiquita”. Así transcurren sus días.

“Yo le preparo pollo licuado con papa, zanahoria, camote, ayote sazón; para la preparación de sus alimentos todo lo que uso tiene que estar esterilizado. También le doy fruta, he aprendido cuáles son las que le hacen bien y las que le hacen mal. Todos los días me levanto y la atiendo, le doy desayuno, espero un tiempo prudencial para que haga digestión y así poder asearla”.

Mientras estamos con Normita, don Jonathan me muestra una cama especial que le hizo para bañarla. Su rostro se ve cansado, dice que aunque su hija es pequeña y delgada, moverla constantemente lo agota. Tener una silla especial para ella sería de gran ayuda, mas las entradas económicas son muy limitadas.

“Es muy difícil sacarla, para hacerlo tiene que ser en camilla, es muy complicado”.

Los gastos son muchos, la compra de pañales, cremas y alimentación especial para la mujer provocan que en ocasiones don Jonathan quiera trabajar, aunque es consciente de que a su edad difícilmente consiga algo.

“Como ser humano uno tiene sus altibajos, el estrés que lo hace preocuparse, siempre trato de ser positivo, todo tiene una solución, al mal tiempo buena cara, cuando me siento desanimado me pongo a cantar”.

“Esta situación me da una gran enseñanza: darle valor a la vida, la vida vale mucho, a Dios le gusta darnos vida en abundancia. Hay que vivir el presente”. Don Jonathan mantiene su fortaleza en todo momento.

Compañía

Por casi 45 años don Jonathan ha permanecido junto a su hija, pero obviamente hace 17 el tipo de vínculo se estrechó por completo. Durante este tiempo ha tenido poco apoyo, aunque es padre de tres hijos más: Mario Luis, David Antonio y Elver Eduardo, ellos no pueden colaborarle debido a que cada uno formó su propia familia.

Hace una década don Jonathan cuenta con doña Vianney, él agradece el cariño que su nueva esposa siente por su hija, cuando ella puede lo ayuda a atenderla, sin embargo, pasa fuera del hogar trabajando para poder aportar económicamente y así velar por su abuelita de 94 años que también vive con ellos.

La muerte es una idea que no desvela a don Jonathan; a pesar de la condición de su chiquita los médicos dicen que tiene una buena vida gracias al trato que recibe. Es un hombre precavido, razón por la que le hizo una solicitud a su hijo mayor: en caso de que en algún momento él no estuviera pide que ella sea cuidada por ellos.

“Si llegara a faltar, todo está puesto en manos de Dios, no quiero que me la internen en ningún lado, si eso sucediera ella no viviría más. Yo a ella la amo, si no la quisiera la hubiera dejado internada como me sugirieron hace años”.

“Hay gente que me ha dicho: Jonathan pídale a Dios que le quite a su hija. ¿Cómo me van a decir eso? Yo se la entregué al Señor, él sabrá cómo y cuándo lo hace, yo no la tengo encima”.

De momento da lo mejor de sí para proteger a su amada hija, confía en que para Dios no existe nada imposible, “le pido a Dios que la levante”.

Nuestro encuentro finaliza. Don Jonathan se va a la impecable habitación de Normita, debe alimentarla, es la hora del café. En el cuarto sobresalen los peluches y lociones de su chiquita. Él los acomodó horas antes y ella le agradeció con una sonrisa.