John Green: El rey Midas escribe para chicos

John Green, autor estadounidense, publica libros sobre adolescentes que enferman de cáncer y deben afrontar la crueldad de la vida. ¿A qué se debe su popularidad?

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La literatura para adolescentes –o, para utilizar el término que adorna los estantes de las librerías, “adulto joven”– tiende a seguir una fórmula básica: un muchacho o muchacha que vive en una situación complicada es, de golpe, situado al frente de una resistencia contra un ente malvado; aunque las circunstancias son adversas, al final la resistencia triunfa gracias al muchacho o muchacha, quien, tras oponerse al título, finalmente acepta que es “el elegido”.

Poco importa que su nombre sea Harry o Katniss o cualquier otro, la fórmula elemental se mantiene. Y funciona: en diciembre del año pasado, la revista Time reportó que, aunque las ventas de libros para adultos se desploman, los libros para adultos jóvenes se venden a velocidades vertiginosas. La victoria del “elegido” es incontrovertible, y es normal.

Lo que no es normal es que el autor de literatura para adultos jóvenes más exitoso de los últimos años no siga esa fórmula. Al menos no de una manera convencional. Sus historias tratan, más bien, sobre adolescentes que se mueren de cáncer; una muchacha que escapa de casa y deja pistas que solo su mejor amigo puede interpretar; y un joven que ha salido –y le han terminado– con 19 Katherines.

$9 millones generados en ventas de sus libros ubican a John Green, según la revista Forbes , como el décimo autor más vendido –y, en teoría, leído– del año pasado. A sus 37 años, el espigado autor estadounidense se las ha ingeniado para cosechar una fanaticada fiel –una que, muchas veces supera el rango de edad al que sus novelas, se supone, apuntan–, pese a que en sus páginas no se cuentan historias de magia o luchas épicas.

En su lugar, Green ha apostado por lo opuesto: la vida misma.

***

En un artículo publicado por la revista New Yorker en junio del 2014, titulado The teen whispererEl encantador de adolescentes–, la cronista Margaret Talbot narra un momento que, confiesa, nunca había presenciado antes. Durante una proyección adelantada en Manhattan de la película The fault in our stars , basada en la sexta novela de John Green, publicada en el 2012, una multitud –se contaban por los miles– de adolescentes se congregó en busca de tiquetes de entrada y de atisbar a alguno de los protagonistas de la cinta.

Ante la aparición de Ansel Elgort, actor de 20 años que da vida a uno de los principales personajes de la historia, la masa adolescente gritó desaforada. Sin embargo, fueron mucho más ruidosos cuando vieron a John Green. “Te amamos, John”, vociferaban. El autor, confundido, se dirigió a la multitud, diciéndole que, aunque estaba orgulloso de la película, la cinta no era suya. Alguien le respondió: “¡pero es tu historia!”.

Semejante devoción hacia un autor dista de ser la norma en Hollywood. La versión cinematográfica de The fault in our stars (cuyo título para la versión en español es Bajo la misma estrella) resultó un éxito aplastante: contra su humilde presupuesto de $12 millones, la película recaudó impresionantes $307 millones a nivel mundial. Además, resultó tremenda plataforma para las carreras de Elgort y Shailene Woodley, quienes –gracias a su papel en esta y la saga Divergente, otra historia para adolescentes que sigue al pie de la letra la fórmula del “elegido”– se han convertido en nombres cotizados en la esfera del cine gringo.

Sin embargo, la historia ya había triunfado mucho antes de que las cámaras comenzaran a rodar. Antes, incluso, de que el libro llegara a librerías. The fault in our stars alcanzó el primer lugar en la lista de libros mejores vendidos en Amazon seis meses antes de ser publicado. Comprometido y agradecido con su público, Green recorrió la milla extra: firmó la totalidad del primer tiraje del libro –150.000 copias–, lo que le tomó 10 semanas y lo obligó a sobrellevar terapia física para su hombro.

The fault in our stars narra la historia de Hazel Grace Lancaster, una muchacha de 16 años que padece cáncer. Forzada por sus padres, atiende a un grupo de apoyo donde conoce a Augustus Waters, un joven encantador, antiguo jugador de baloncesto, quien perdió una pierna pero ganó un ímpetu vibrante para afrontar la vida hasta sus últimas consecuencias. Aunque hilada en torno a un romance colegial y aderezada con tintes de humor, el eje de la novela es claro: adolescentes –un grupo por lo general menospreciado por el adultocentrismo– enfrentándose a la certeza de que la vida no es para siempre.

Aunque Green ya había publicado cinco novelas con moderado éxito antes de esta –tres de ellas habían recibido distintos premios– nada podía prever el rumbo arrollador que marcaría el futuro de su carrera –hasta el momento, cuando menos–. Los responsables de su triunfo, empero, sí que son identificables.

Incluso, se acuerpan bajo un nombre común: bienvenidos sean los Nerdfighters.

***

En el 2006, la vida era distinta. Para los hermanos Hank y John Green, entonces de 26 y 29 años cada quien, la comunicación era un asunto espinoso. Se veían las caras más o menos una vez al año, en casa de sus padres. Su forma principal de contacto eran los mensajes de texto; podían –y lo hacían– pasar años entre llamadas telefónicas. Ante esta situación, John ideó un proyecto. Durante un año, él y su hermano se comunicarían únicamente a través de videos publicados en una naciente plataforma llamada YouTube.

Para entonces, John –que vivía en Nueva York– había renunciado a su trabajo reseñando libros para la revista Booklist, de la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos, para concentrarse en su carrera como autor. Según relata The New Yorker , el proyecto no se trataba solamente de mejorar la relación con su hermano, sino de suplir una necesidad intelectual: el deseo latente de compartir y recopilar conocimiento, sin importar cuán inútil pudiera parecer de primera entrada.

El primero de esos videos fue publicado por Hank, el primero de enero del 2007. Es un clip corto, de poco más de dos minutos, en el que el menor de los Green explica la dinámica a John: 365 días de comunicación audiovisual; los mensajes de texto y correos electrónicos quedaban fuera de discusión. Al proyecto le llamaron Hermandad 2.0 (Brotherhood 2.0).

Pronto, los hermanos Green comenzaron a publicar videos bajo el nombre de Vlogbrothers, un juego de palabras entre V-log (bitácora en video) y brothers (hermanos). El proyecto, en efecto, distaba de ser una conversación y se parecía más a un constante juego de palabras y fun facts . Los discursos variaban en forma y fondo: desde historias personales hasta discusión de libros e ideas. Cada quien aportaba sus temas de interés a la discusión, lo que ampliaba el espectro de interés: John hablaba de libros, ansiedad existencial y pizza; Hank, de ciencia, matemática y perros calientes.

Pronto, los Vlogbrothers comenzaron a ganar adeptos, al tiempo que YouTube se convertía en el monstruo insuperable que es hoy. Cada vez más gente se interesaba en las conversaciones que los hermanos Green sostenían, y a través de los comentarios se gestó, poco a poco, una comunidad que interactuaba con los Green e intervenían en el intercambio. Cuenta The New Yorker que, en una ocasión, un muchacho preguntó cómo enamorar a una chica. “Convertite en un cachorro. Un gatito también es aceptable o, si es posible, en una panda estornudando”, contestó John, antes de agregar: “Si es posible, mirá a las chicas como gente, y no como caminos para besarse o para la salvación”. El tono, entre jocoso y profundo, se ha mantenido a lo largo de los ocho años de videos que acumulan los Vlogbrothers.

Fue temprano en el camino de esos ocho años cuando John utilizó, por primera vez, el término nerdfighter. En un aeropuerto, Green encontró un juego de máquina llamado Aero Fighter ; en primera instancia, John confundió el título, creyendo que se trataba de Nerd Fighter, algo así como un nerd –una persona con un interés poco popular, como la ciencia, los cómics o la historia–. Más tarde, durante un video, John imaginó las posibilidades de que el juego fuera real: nerds protagonistas de un videojuego. Sus seguidores se dejaron el término para sí mismos y, pronto, los fanáticos de los Green comenzaron a llamarse Nerdfighters .

Aunque en principio John conceptualizó a los Nerdfighters como un grupo en contra de la gente popular, pronto fue la propia comunidad la que se encargó de transformar la definición. Los nerdfighters no estaban en contra de nada. Eran, nada más, un grupo orgulloso de sus particularidades, abierto y receptivo. La popularidad de los nerdfighters, de los Vlogbrothers y, por supuesto, del autor John Green se disparó. Las ventas de sus libros alcanzaron niveles que antes no podría haber soñado, siquiera. La comunidad se convirtió en su mayor arma comercial, aunque no fuera concebida –ni mantenida– con tal propósito. El 24 de julio de este año, se estrenará –con previsible éxito– Paper Towns , cinta basada en la cuarta de sus novelas.

Hoy, el canal en Youtube cuenta con más de dos millones y medio de suscriptores; sus videos sobrepasan los 500 millones de reproducciones.

Uno de esos millones de seguidores de los hermanos Green fue una chica llamada Esther Grace Earl, una chica de Quincy, Massachusetts, enferma de cáncer de tiroides y dependiente de un tanque de oxígeno. En algún momento del 2007, su historia llegó a oídos de John, y la chica y el autor se volvieron amigos hasta que Esther murió en el 2010, a los 16 años. Dos años más tarde, John Green publicó una sentida novela sobre una muchacha de 16 años, enferma de cáncer tiroidal, que encuentra la fortaleza para seguir viviendo, contra todo pronóstico. La tituló The fault in our stars .